Opinión | Elecciones 26J
Una semana y cientos de artículos después

Las próximas elecciones en Galicia invitan a reflexionar sobre los límites de la confluencia y la forma de articularla para presentar una propuesta que no cometa los errores que llevaron a Unidos Podemos a obtener unos resultados decepcionantes el pasado 26J.

, Es politóloga y secretaria de formación de Podemos Galicia.
06/07/16 · 8:00
Reunión de Marea Atlántica y Compostela Aberta. / Compostela Aberta

Una semana después y tras leer cientos de artículos postelectorales quien escribe tiene, cuando menos, una cosa bastante clara: que afirmaciones categóricas tratan de ocultar una evidencia, que ignoramos mucho más de lo que sabemos. Así, los análisis electorales deberían partir de una premisa: que ante la ausencia de datos sólidos (por el momento) que nos permitan comprender lo sucedido el pasado domingo 26 de junio, tratamos sobre indicios cuando no meramente sobre opiniones. Una dosis de honestidad que considero necesaria para no pervertir los pocos datos con lo que contamos de manera que sirvan para apoyar una cosa y la contraria, y, sobre todo, para confirmar las posiciones propias y demostrar hasta que punto están equivocados otros.

De este modo, y partiendo de que tengo muchas más dudas que certezas, trataré de sintetizar aquí algunas hipótesis acerca de los resultados:

1. Uno de los grandes éxitos de Podemos se convierte en su flaqueza principal. Su flexibilidad originaria, la concepción de una nueva estructura partidaria que no requiere ningún compromiso formal, consecuente con la realidad líquida de los tiempos en los que vivimos, puede acabar decantando en apoyos electorales igualmente líquidos.

2. El bajo nivel de compromiso hay que vincularlo con la tipología de su electorado. La volatilidad aumenta mucho entre las capas más jóvenes de la sociedad. Se cansan antes y no tienen problemas en bascular entre un partido y otro, y más aún, entre el voto y la abstención. Cuando aspiramos a hacer grandes transformaciones es fácil conectar con la juventud, del mismo modo, la decepción brota muy rápido.

3. La movilización no puede ser constante, y la indignación tampoco. La desigualdad, la corrupción, el desempleo o la creciente emigración son fenómenos cada vez más normalizados que van perdiendo peso a la hora de inclinar a los votantes. Esto no quiere decir que lo que hace seis meses tuvo relevancia, ahora no importe. Pero sí debemos tener en cuenta que el voto de castigo no se produce consecutivamente y que si el pasado 20D el mensaje del momento histórico caló, seis meses después, la segunda vuelta pudo leerse cómo que, a la hora de la verdad, no se puede.

Si hace unos meses comentaba que gran parte de la campaña se jugaba en términos emocionales, parece bastante claro que en esta segunda vuelta la ilusión no fue capaz de vencer al agotamiento ni al desencanto.

4. La explicación no está en la campaña, sino en los meses previos. Podemos fue incapaz de calcular el precio que le pasarían los meses de negociaciones. Si en marzo las encuestas señalaban una caída importante de popularidad, seguramente vinculada con las negociaciones para formar gobierno, el anuncio de la confluencia con IU acabó por taparlo todo y convencernos de que por sí misma fomentaba tal nivel de ilusión que los errores del pasado quedaban anulados.

5. El efecto performativo de las encuestas pudo tener tres efectos principales: por una parte alentando el voto del PP ante el avance de Podemos; en segundo lugar, desalentando el de Podemos ante una victoria segura, y, por último, frenando el trasvase del PSOE a Podemos tanto por no querer ver un Partido Socialista derrotado, como por creer en las bondades de un equilibro entre ambos actores que parecían condenados a entenderse.

6. El discurso del miedo tanto con Venezuela, Grecia, o el Brexit no puede desdeñarse. Como tampoco el desgaste acumulado por la sobreexposición mediática o por ser el blanco de todas las críticas.

7. La confluencia no es una cuestión de todo o nada. Las personas que defendemos que la suma siempre multiplica nos equivocamos y pecamos de cierto infantilismo asumiendo la consigna sin base sólida alguna. Los resultados apuntan a que allí donde la unión de fuerzas del cambio más se aleja de la sopa de letras, la confluencia funciona mejor. Por el contrario, otros ejemplos reducidos a la suma de fuerzas electorales, sin un verdadero proyecto político consensuado, son el caldo de cultivo perfecto para el desencanto. En resumen, la confluencia comienza desde la base, requiere tiempo y diálogo para la construcción en colectivo, una forma radicalmente diferente de hacer que los pactos entre cúpulas. Las partes implicadas deben ser partícipes para creer y comprometerse con el proceso y no ser únicamente interpeladas a votar juntas.

8. Envejecimiento demasiado rápido. Podemos pasó de ser nueva política a asumir los vicios y formas de la vieja de manera acelerada. Las disensiones y el ruido interno han sido siempre penadas por el electorado. En este sentido, Podemos debe ser vanguardia de diálogo y asumir que las contradicciones internas, lejos de síntoma de debilidad, son necesarias para la construcción de un proyecto político de cambio que interpela a la mayoría social. De este modo, los debates políticos sosegados son necesarios, lo que sobran son “fanboys” declarados decididos a sacar ventaja de las diferencias internas.

Tampoco en Galicia tuvimos los resultados que anhelábamos, más aún, en los que creíamos. Aquí también, los análisis postelectorales tienen mucho de ideología y más que a tratar de explicar nada parecen encaminados a fortalecer las posiciones propias y a ir trabajando el terreno en clave preelectoral autonómica.

El caso de En Marea, con la pérdida de un escaño y casi 67.000 votos, tiene un comportamiento bastante semejante al que registró Unidos Podemos a nivel estatal, a lo que se suman algunas particularidades propias de la confluencia a nivel gallego.

En Marea se va pareciendo cada vez más a un bipartito 2.0, con tres almas distintas que no dudan en publicitar sus diferencias, haciendo evidente que el entendimiento es complejo y que el proyecto común inexistente. Socios de coalición enfrascados en exculpar los fallos propios y apuntar a los compañeros como responsables de todo mal: demasiado españolistas, demasiado nacionalistas, demasiado de izquierdas, demasiado moderados, demasiado morado, demasiada marea... Suma y sigue en acusaciones cruzadas aireadas en los medios de comunicación que carecen de un espacio real para la discusión política interna.

De este modo, la lucha por la hegemonía dentro de una coalición tiene poco de nueva política, y tiene menos de interés real para la ciudadanía que ve perpleja como estamos desaprovechando una ocasión histórica de cambiar el país. Podemos seguir hablando de nosotros mismos, entonces, una cosa es segura, la victoria de Feijóo estará más cerca.

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