“Corresponsabilidad, compañero”: doce meses de Ayuntamientos del cambio

El aspecto más decepcionante de la política de los ayuntamientos de Barcelona y Madrid ha estado en mantener una imposible posición de neutralidad gestionaria, que o rehúye el conflicto o bien lo decanta en favor de aquellos intereses considerados de menor coste político.

, miembro del InstitutoDM
23/05/16 · 18:33
Acto previo a las elecciones municipales de mayo de 2015. / David Fernández

Co-rres-pon-sa-bi-li-dad, silabeado y con retintín, éste es el “meme” que hoy circula entre los de la nueva política metidos a nuevos políticos. Y como andes despistado te lo arrojan encima o por debajo, sin mayores avisos: “Corresponsabilidadcompañero, no ves que no se puede ser tan impaciente, que esto de la institución lleva su tiempo. Quizás en la próxima legislatura”. Y es que el cambio está cambiando.

Lo cierto es que esto de los nuevos ayuntamientos cada vez le interesa a menos gente. Que sí.... que tenemos alcaldesas mejores que Trías y no digamos que Esperanza Aguirre. Y que tienen mucho más “sentido y sensibilidad”. Pero, ¿podemos reivindicar, y defender en consonancia con el 15M, las principales líneas políticas de los Ayuntamientos de Madrid y Barcelona? El caso de los titiriteros, de la política de vivienda y de los límites a la remunicipalización en Madrid; la huelga de metro, la manta y la entrada del PSC en Barcelona, son simples botones de muestra de que algo va mal (incluso muy mal) en nuestros dos “laboratorios institucionales”. En lo que sigue, se plantea una discusión política en torno a tres cuestiones:

1. Gestión y política son dos cosas radicalmente distintas. Lo habréis oído infinidad de veces: “Debemos gobernar para todos”. El problema desde luego está en ¿quién es ese “todos”? ¿Son los turistas que con huelga de metro no pueden desplazarse cómodamente al Mobile World Congress o que se asustan cuando ven a un negro comerciando con baratijas? ¿Es el pequeño comercio que pierde dinero no vendiendo esas mismas baratijas? ¿Son los honestos inversores que en el Taller de Precisión de Artillería de Madrid metieron su dinero para construir unos pisitos de lujo (acordaros de la “seguridad jurídica”, lo oiremos más veces)? ¿O las grandes constructoras que, también en Madrid, van a ver confirmados todos y cada uno de los grandes contratos, sobre todos y cada uno de los principales servicios de la ciudad?

La confusión está en hacer pasar la correcta administración de los servicios públicos por el principio y el fin político de los nuevos consistorios. En teoría, pero sólo en teoría, los recursos y los presupuestos municipales deben tener una vocación de servicio público, esto es, una administración basada en los principios de equidad y universalidad. Pero se trata de pura teoría (esto es, de ideología): en cada acción de un ayuntamiento, en cada partida de un presupuesto, se anidan intereses particulares y por lo general contrarios. En otras palabras, incluso en la administración de la parte más inocente de los recursos públicos existe, ya efectiva, ya virtualmente, un conflicto.

El aspecto más decepcionante de la política de ambos ayuntamientos ha estado en mantener una imposible posición de neutralidad gestionaria, que o rehúye el conflicto, o bien lo decanta en favor de aquellos intereses considerados de menor coste político. Así por ejemplo, en el asunto de los manteros de Barcelona, hemos visto a la Guardia Urbana —causa última de la crisis y verdadero poder autónomo dentro del ayuntamiento—, protegida por este, al tiempo que se apuntaba a la manta con un curioso eufemismo, “ocupación intensiva del espacio público”. 

En la misma línea, el participacionismo, tanto digital como físico, que se presenta como la joya de la corona del “cambio”, opera a partir de esa misma posición: la neutralidad de la institución frente a los intereses de la “gente”, que a través de los recursos y foros facilitados por el Ayuntamiento elegirá libremente lo que más le convenga. Poco puede sorprender que en su aplicación institucional concreta apenas veamos más que procesos participativos de escasa calidad y/o baja “participación”. En ocasiones, como en Plaza España, las consultas tienen un simple carácter pleibiscitario o aprobatorio. Y en otras, como en los presupuestos participativos de Madrid, se convierten en una suerte de carta a los Reyes Magos. En distritos o barrios en los que no existe un espacio comunitario y deliberativo real, grupos muy pequeños organizados pueden lograr que la administración financie instalaciones o proyectos ciertamente estrambóticos.

Valga decir que nuestros nuevos políticos han asimilado demasiado pronto la ficción del Estado y de toda institución de Estado: su supuesta autonomía y separación de los conflictos que atraviesan "lo social". No hay, ni habrá "cambio" mientras no se invierta y se ataque esta ficción. La política consiste en tener y defender una posición "de parte", a favor de unos y en contra de otros, o si se prefiere, en llevar el conflicto a la escala institucional. La posición gestionaria, como bien conocen y aprovechan las oligarquías locales, implica la reproducción de las mismas relaciones de poder y desigualdad ya existentes.

2. La renuncia a la organización tiene costes. Característica, y déficit fundamental, de la fase institucional ha sido el rechazo a construir organización. Ni Ahora Madrid, ni Barcelona en Comú, ni realmente Podemos en ninguna de las grandes ciudades, cuenta con más de unos pocos cientos de activos, muchos de ellos integrados y a sueldo de la institución o de las estructuras partidarias creadas al efecto. A la contra de algunas declaraciones públicas, la situación responde a una decisión consciente. Frente a la complejidad que suponía fomentar la formación de estructuras mínimamente consistentes y autónomas, de organizar los conjuntos sociales dispuestos a una participación activa, se optó por la vía “de éxito” abierta por Podemos. Recordemos: la comunicación directa con la “gente”, o lo que es lo mismo, la confianza en que el vacío dejado por el derrumbe de los partidos convencionales resultaba suficiente en un momento en que al menos una parte del foco mediático apostaba también por la renovación institucional. “Ciudadanismo”, “participacionismo” y “pleibiscitarismo” –en forma de consultas sin debate real– son manifestación o consecuencia de esta suerte de atajo, que ha permitido soslayar el viejo problema del partido: la cuestión de la organización.

Pero lo cierto es que, al contrario de lo que pensaba Robert Michels, sin una organización democrática e inteligente, lo único a lo que se puede aspirar es a dar cuerpo a una oligarquía institucional; en nuestro caso, una clase política nueva, si bien cada vez más aislada y más absorta en la rotación alrededor de sus problemas. El rápido agotamiento del crédito político de Carmena y de buena parte de su equipo municipal, y el más lento de Ada Colau, son irreversibles. La confianza en las figuras mediáticas, sin movimiento y sin organización que controle, fiscalice e impulse su propia agenda política, está destinada a ser de consumo rápido.

En los términos de la nueva política, siempre inspirada en las enseñanzas de Barrio Sésamo, esta cuestión se ha tratado de abordar con la dicotomía dentro / fuera (recuérdese la de arriba / abajo). De una forma más intuitiva que analítica, se reivindica algo así como la autonomía del “dentro” (los equipos municipales), para que éste dirija su propia agenda institucional, al tiempo que se exige, de una forma más bien ambigua, una mutación de los movimientos. De forma harto paradójica, a éstos se les demanda movilización, pero no crítica, y nunca de una forma que realmente subordine a la agenda institucional, o ponga en cuestión la separación de la nueva clase política. La tendencia de los hechos es, no obstante, mucho más terca: los movimientos se han separado paulatinamente de la dinámica institucional, cada vez más decepcionados con el escaso ritmo de las reformas y más aburridos con los compromisos adquiridos por los grupos municipales. Y esto no es el simple resultado de la fragilidad de los movimientos (que en algunos ámbitos no es tal) cuanto de decisiones políticas conscientes y de inercias institucionales no abordadas. La posibilidad de formar una suerte de “partido-movimiento”, también en el municipalismo y salvo algunos experimentos afortunados en ciudades medias, ha quedado atrás.

3. La eficacia del contrapoder. Caso de estar de acuerdo con esta análisis, la pregunta que cabe plantearse es ¿qué tipo de política resulta más eficaz en la situación actual? O dicho de una forma mucho más directa, ¿que es lo que todavía podemos recuperar de esta acusatio: “co-rres-pon-sa-bi-li-dad, compañero”? Conviene adelantar que la respuesta no reside en seguir manteniendo la confianza y el crédito de los actuales consistorios de Madrid y Barcelona, sino en observar las posibilidades y oportunidades de abrir de nuevo el ciclo. Ya ha pasado un año, y parece claro que la inercia institucional, los imperativos de reproducción de toda “clase política” y la acción de los poderes reales, han sido más potentes y determinantes que los códigos éticos, los procesos participativos y las buenas intenciones de los nuevos políticos. Y esto aun cuando la lista de pequeñas acciones municipales en forma de paliativos sociales y algunos experimentos algo más arriesgados nos resulte interesante.

La oportunidad no se encuentra pues en la capacidad de agencia de los ayuntamientos, sino todo lo contrario, en su fragilidad. Una de las características más evidentes de los consistorios de Madrid y Barcelona es que son sensibles: no en el sentido ético y lastimero, que nos remite a la compasión con los problemas de la “gente”, sino en el sentido político de las relaciones de fuerza. Se trata de gobiernos débiles, en minoría, susceptibles de reaccionar a la presión más mínima. Así nos lo demuestran en su propio provecho los grandes medios de comunicación, las oligarquías urbanas o el PSOE. Ahora bien, ¿se puede ejercer una presión contraria? ¿Se puede aprovechar su propia debilidad en provecho de las líneas de fuerza que animaron la formación de las candidaturas: remunicipalización, auditoría, política social, contrapoder? En Madrid, las pequeñas campañas contra algunas operaciones urbanísticas (Mahou Calderón, TPA, Cocheras), la redefinición del proyecto Castellana Norte (operación Chamartín) o la retirada del reglamento de la EMV, parecen demostrar que así es. En el caso de Barcelona, es de suponer que una reacción más contundente, amplia y decidida por parte los movimientos con el asunto de los manteros, hubiera obligado al Ayuntamiento a afrontar el verdadero origen del problema: no otro que la Guardia Urbana y su estatuto extraoficial de poder autónomo.

Ésta es la principal consecuencia positiva de casi un año de nuevos ayuntamientos: la capacidad de ejercer contrapoder es mucho mayor con estos gobiernos que con sus precedentes. Con una legitimidad corta y prestada, y con la presión adecuada, estas instituciones pueden ser los vehículos involuntarios de las políticas para las cuales les votamos. Lo único que tenemos que hacer es dejar de considerarles como la expresión política del 15M y empezar a presionarles para que asuman el mandato prestado. Sólo así no sentiremos vergüenza, caso que haya que volverles a votar; y lo que es más importante, sólo así conseguiremos abreviar esa fase de impás que a buen seguro hemos iniciado ya.

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comentarios

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    xabier
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    27/05/2016 - 2:27pm
    @#4 No he sido quién te ha contestado Emmanuel. No creo que tu artículo merezca una respuesta. La amnesia selectiva que practicas sobre los conflictos reales abiertos y donde el ayuntamiento de Bacelona se ha posicionado claramente del lado de las clases subalternas me ha dejado paralizado. Entrar a discutir este artículo sería cómo discutir con 4 portadas de la Vanguardia leídas por una persona resentida y que no llega a arañar la superficie de la composición y estrategias políticas que se están desplegando en Barcelona. Respecto a las plataformas digitales para la participación... una mirada de 10 minutos a los datos basta para al menos comprender que ya son plataformas que reflejan multitud de conflictos urbanos, que no sustituyen la participación de barrio, las luchas sociales, ni pregonizan un individualismo universalita idealizado. El contraste con estas plataformas no es el de una "autentica teoría" de los conflictos de clase, sino la realidad dominante de una articulación tecnica real de la comuniación social a través de grandes plataformas privativas como Facebook o Whatsapp, si alguien quiere ver en estas plataformas de participación una ingénua solución mágica al conflicto social es que tiene demasiada ansiedad por construir hombres de paja. Cuando quieras abandonar la atalaia del discurso purista te esperamos en la calles (de bits y asfalto) para arremangarnos y luchar juntos, yo llevaré mi portatil claro, y tu seguramente un libro, espero que no te cortes por no mojarte bajo la lluvia.
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    emmanuel
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    26/05/2016 - 9:52am
    Hola Emanuele... Si se entiende que distingo entre participación digital y presencial, mal (los presupuestos participativos son en parte presenciales). A lo que pretendo apuntas es al participacionismo precisamente como forma de gobernanza administrada por instituciones de Estado, como forma de gobernanza progre. Para situarnos, no desprecio lo digital y las oportunidades de distribución que supone, sino su enganche a la máquina Estado, en las condiciones actuales. Y por cierto, mira cualquier proceso de crianza a tu alrededor, y veras que se sigue aprendiendo (para bien o para mal) casi todo dentro de la institución familiar. Quizás Internet haya modificado sustancialmente nuestras esferas públicas, pero no los recursos afectivos y los mundos de vida de inmediatos. En cualquier caso seguimos ;)
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    Emanuele
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    25/05/2016 - 1:03pm
    Querido Emmanuel, creo que en este articulo avanzas algunas criticas que ademas de compartir creo que son necesarias para el momento, pero el envoltorio acaba desactivando toda posibilidad de debate.... Dicho esto, voy a ir a la cuestión que para mi es central, el participacionismo como lo llamas tu o mejor el participacionismo digital. Por empezar creo que hay un primer error en distinguir entre "lo digital" y lo "real", como si la red fuera un espacio virtual separado del mundo real. Vivimos una época en la que ya tenemos una generación que aprendió mas palabras de una maquina que de su madre. Internet es ya el barrio de internet. O sea, que las diferencias que hay entre la red y los espacios fisicos son asimilables a las que existen entre dos espacios fisicos distintos: el perfil social de quien lo habita. Dicho eso, creo que asumir la apuesta municipalista fuè tambièn, en la medida en que esa apuesta resultó ganadora de algunos ayuntamiento, asumir la experimentación de formas distintas de gobernanza. En ese marco, se trataría de darle la vuelta a los procesos participativos como los practicaba el PSOE, puros procesos de producción de consenso (gobernability), para orientarlos tanto hacia practicas directas de autogobierno, como, pas a corto plazo, hacia procesos de producción de sujeto político. Se está haciendo esto en los "ayuntamientos del cambio"? Creo que poco y mal, pero llegar a decir "menos participación" es tirar el niño con el agua sucia. En concreto, el participacionismo digital debería ser un momento de un proceso tecnopolitico, que poco tiene que ver con "facilitar los medios de habla" o "los recursos formales de decisión" y mas con "el conflicto y la construcción del sujeto político". Creo que la separación en ultras del movimentismo presencial y ultras de la gobernanza digital poco favor hace a la necesidad de seguir profundizar en ese debate mas allá de darse la razon entre unos mismos. Abrazos
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    Diegoba
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    25/05/2016 - 10:12am
    La culpa de todo la tiene el Municipalismo.
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    Jord_85
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    25/05/2016 - 12:35am
    @#7 Pesao
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    emmanuel
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    24/05/2016 - 5:02pm
    Querido Xabi, si eres quien pienso que eres, lo primero un saludo. Y lo segundo una discusión. Entiendo (pero sólo a medias) que te puedas sentir molesto cuando apunto al participacionismo como una nueva forma de gobernanza. El argumento es discutible, pero en cualquier caso, se trata precisamente de eso, de discutir. Y no tanto de inventar una nueva discusión cuanto de recuperar una discusión vieja, que seguro que conoces. Se trata de aquella de las condiciones ideales de la democracia, que probó por última Habermas con su situación comunicativa idea. A mi juicio, hay algo en el participacionismo digital peca hoy de la misma inocencia que mostró el filosofo: la idea de que la democracia es una situación comunicativa ideal, que hoy es real gracias a los medios tecnológicos. La cuestión es que la democracia tiene que ver con el conflicto y la construcción del sujeto político, no con la de facilitar los medios de habla, ni siquiera los recursos formales de decisión. Por resumir, menos participación (desde luego menos institucional) y más conflicto, sindicalismo, autonomía y contrapoder. Esta es a mi modo de ver la discusión última. Mi capote, no me malentiendas, es la crítica. Si eres quien pienso acuérdate de los primeros años de tu militancia, y de la escasez de respiraderos políticos para una discusión franca. La falta de crítica corrompe el aire que respiramos. Si no te gusta lo que escribo inicia un debate público, pero plis no me hagas (tú y quien te rodea) que me tenga que regir por “reconocimientos” (“lo mucho que trabajamos”), amiguismos o el estás conmigo o contra mi. La amistad tiene que ver con otra cosa. Pero cuando se quiere hacer política, buena política, y más cuando se tocan las potencias diabólicas del poder institucional, no se puede pretender estar a bien con todos. Un abrazo
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    Cowsan
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    24/05/2016 - 4:05pm
    Claro Xabi, es mucho mejor no hacer ninguna crítica y vivir en la pura autocomplacencia, a pesar de gestiones como las de varias huelgas, los titiriteros, etc.
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    Siluro
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    24/05/2016 - 1:15pm
    Menos mal que el Reino de España está lleno de opinólogos que a toro pasado nos explican qué es lo que está haciendo mal la sociedad después de 3 años de guerra, 37 de dictadura y 40 de bipartidismo.
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    Xabi
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    24/05/2016 - 12:54am
    "Gracias" por el capote a los que se están peleando dentro de matrix por lo mismo que tu fuera.
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