Tres activistas de la provincia de Huesca explican las raíces del éxito de Alto Aragón en Común en las pasadas elecciones generales y las posibilidades de extrapolar este caso al resto del Estado de cara a las próximas elecciones generales.
Texto de Juan Rodríguez Bielsa, Catherine Martínez García y Ramiro Moreno Chiral.

Pablo Echenique cerraba la rueda de prensa en que Pablo Iglesias anunciaba que sería el nuevo secretario de organización de Podemos destacando los resultados de la confluencia de su partido y Alto Aragón en Común en Huesca el pasado 20-D. Sin embargo rara vez se habla de esta iniciativa, que recibió el apoyo expreso de Ada Colau, que consiguió romper el bipartidismo en una provincia rural, con solo tres escaños en juego, y que es, probablemente, la única heredera del espíritu inicial de Ahora en Común –mestizo, horizontal e inclusivo–, que ahora se reivindica desde distintos sectores de cara a los procesos confluyentes del 26-J.
Mucho se ha escrito sobre ese ecosistema de fuerzas “del cambio” del que han formado parte en el Congreso, junto a Podemos, varias “confluencias” territoriales y que ahora quiere reconfigurarse de cara a la nueva convocatoria electoral del 26J. Una y otra vez, en medios y tertulias, se han analizado, cuestionado o resaltado el papel de En Comú-Podem, de Cataluña, la actuación de los gallegos En Marea o las vicisitudes de la coalición Compromís-Podem-Es el moment, que obtuvieron excelentes resultados en sus territorios. Sin embargo rara vez se ha hecho referencia en esta breve legislatura a la cuarta confluencia, la que dio a este conglomerado el diputado número 69, y la que encontró la fórmula para quebrar el bipartidismo en una provincia pequeña, con gran peso de la población rural, como son buena parte de las que pueblan el interior del país.
Se trata de la articulada por la plataforma ciudadana Alto Aragón en Común, que en coalición con Podemos, consiguió poner fin en Huesca, una provincia con solo tres diputados, al poder intocable del bipartidismo, que se había prolongado durante casi 40 años en ese territorio.
Esta confluencia lograba este hito histórico con recursos económicos ridículos (2.760 euros), impulsada por el entusiasmo de los activistas de movimientos sociales que lanzaban Alto Aragón en Común y el de los integrantes de los círculos de Podemos, supervivientes a una profunda crisis que dejaba a esta organización, semanas antes de las elecciones, sin representación en la capital oscense y tocada en otras localidades.
El resultado: Huesca era la provincia más pequeña en todo el Estado en que se lograba un diputado –el integrante de Alto Aragón en Común Jorge Luis Bail– para este conglomerado de formaciones que aspiran a ser reconocidas, en el ámbito de la política institucional, como hijas del impulso del 15M. Huesca era también la única circunscripción aragonesa que rompía, en sentido contrario, la tendencia a la bajada en votos, que sufría Podemos en esa comunidad, en relación a los comicios autonómicos.
¿Cuáles han sido las claves del éxito de esta experiencia confluyente que, recibió el apoyo expreso de Ada Colau, y que Pablo Echenique ha puesto como ejemplo en varias ocasiones desde que es secretario de organización de su partido?
Evidentemente el tirón electoral de Podemos es un elemento fundamental. Pero no suficiente. A él se suma la aportación de Alto Aragón en Común, una plataforma confluyente con trayectoria diferenciada de la de otras experiencias de convergencia, que ha permitido combinar en la candidatura oscense la incorporación de nuevos sectores con el arraigo en las luchas sociales y en la realidad del territorio.
Alto Aragón en Común nace a raíz de la iniciativa estatal Ahora en Común, que pretendía conseguir en las elecciones generales candidaturas unitarias de confluencia, en todas las comunidades, con una estructura participativa y horizontal, inspiradas en las que alcanzaron el gobierno de importantes ayuntamientos: Zaragoza en Común, Ahora Madrid, Barcelona en Común, o las “mareas” gallegas... Esta plataforma ciudadana se ha mantenido en la provincia de Huesca fiel a esos principios, propiciando un espacio político que permite a personas independientes y activistas de movimientos sociales trabajar en pie de igualdad con las pertenecientes a organizaciones políticas. Eso ha hecho posible activar redes informales del tejido social que han impulsado la candidatura.
La ilusión generada por unas primarias abiertas y no controladas desde direcciones partidarias, la incorporación de “nuevos” rostros –algunos con amplias trayectorias, aunque fuera de la política institucional–, y la consecución para este proyecto de autonomía política en relación a los temas aragoneses y a las preocupaciones de los movimientos sociales de la comunidad han contribuido a sumar.
Junto a ello, la pluralidad de ese espacio. Participan en las asambleas de Alto Aragón en Común personas independientes, de colectivos ciudadanos, y de todos los partidos políticos a la izquierda del PSOE, en ocasiones incluso contra la opinión de sus direcciones. No olvidemos que algunas de ellas forzaron la ruptura de la unidad de todos los sectores “del cambio” acordada en la “asamblea de Binéfar” de Alto Aragón en Común, por no coincidir con sus estrategias nacionales.
Otra de las claves ha sido la articulación de un discurso arraigado en la realidad del territorio, que ha asumido sin complejos las necesidades del medio rural (Huesca tan solo cuenta con una localidad de más de 50.000 habitantes, y cinco de entre 10.000 y 20.000). Podemos-Alto Aragón en Común ha evitado replicar mecánicamente los contenidos políticos generados en las grandes ciudades, introduciendo elementos programáticos propios y adaptando o enfatizando otros del programa general.
Los procesos confluyentes que se están generando para el 26J suponen, por un lado, una nueva oportunidad para impulsar este tipo de iniciativas en diversos territorios, pero plantean, por otro, numerosos interrogantes. El manifiesto 'A por todas' proponía recientemente un nuevo “Ahora en común”, construido desde la base, con procesos de participación y primarias comunes. Los reducidos plazos electorales y la inercia de las maquinarias de los partidos parecen, sin embargo, propiciar acuerdos “por arriba” que no está claro que puedan activar mecanismos objetivos y subjetivos como los descritos. Pero el proceso no ha acabado todavía y habrá de concretarse en cada comunidad. Mantener el camino abierto por experiencias como la altoaragonesa, y propiciar que arraiguen otras que permitan obtener, provincia a provincia, victorias que ayuden a impulsar las demandas de cambio social, forjadas en los debates y movilizaciones de las plazas, es un objetivo deseable. Y todavía posible.
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