Cientos de refugiados en Katsikas, cansados de la falta de información y de las malas condiciones de vida en las que se han visto obligados a vivir cortaron la principal autovía que atraviesa el país como protesta ante la situacion de los refugiados en Grecia.

La tarde del 13 de abril, alrededor de las 6 de la tarde, cientos de refugiados recorrieron el camino que separa el campo de refugiados de Katsikas de la autovía que recorre Grecia. Llegaron de forma pacífica, cortaron el trafico y se sentaron sobre el asfalto reclamando unas condiciones de vida dignas. Tras este primer grupo empezaron a llegar mujeres y niños que, al igual que hicieron los hombres, empezaron a sentarse, unos tras otros.
Ese día, sin saberlo, estaban atravesando las fronteras de la espera, las de la invisibilidad y las de la inoperancia de los líderes europeos incapaces de ofrecer una solución digna a la mayor crisis humanitaria en suelo europeo desde la segunda guerra mundial.
Con ese gesto consiguieron que muchos griegos entendiesen qué era lo que estaba pasando en el interior de su país, de su ciudad y aunque gran parte de los conductores mostraron su enfado por la situación, otros entendieron que los refugiados reivindicasen el derecho a continuar su camino hacia otros países europeos.
Esa noche durmieron allí, hombres, mujeres y niños. Y hubiesen continuado en la carretera si no hubiese sido porque los antidisturbios llegaron, golpeando a mujeres y niños, y desalojaron a refugiados y voluntarios, nacionales e internacionales.
Un saldo de 16 detenidos, tres griegos, dos españolas y 11 refugiados. Uno de esos detenidos es Musab, de 33 años y procedente de Homs. Musab que ejercía como abogado en Siria decidió abandonar su país con su mujer, Hala, tras pagar 8.000 dolares para salir de una prisión en Damasco.
La razón por la que le detuvieron fue, según Hala, porque se negó a pagar un soborno al ejercito. Musab salió de la cárcel el 2 de febrero y el 8 de marzo estaba pisando Chios, tras pagar 4.400 dolares por cruzar el Egeo. 2.200 por Hala y 2.200 por el. Pagaron 44 euros por un billete de autobús que debía llevarles a Atenas. Pero la situación fue distinta, el autobús les condujo a Katsikas, sin ninguna explicación y, aunque preguntaron en repetidas ocasiones al conductor del mismo, nadie les dio ninguna información.
El campo de Katsikas es el típico lugar en el que nadie querría vivir. Menos de 35 baños para 1200 personas, 12 duchas, constantes lluvias que inundan las tiendas y empapan las escasas pertenencias que aun conservan los refugiados.
Por esa y otras razones, Musab y otros cientos decidieron protestar. De momento no se han presentado cargos contra ellos, pero la policía les tiene retenidos en la estación de policía de Iaonnina.
Los refugiados de Katsikas entendieron, por primera vez en mas de un mes que, unidos, podían conseguir cruzar las fronteras construyendo a su paso un camino de dignidad.
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