Todos contra Podemos (¿incluso Podemos?)

Desde el principio, una buena parte de la izquierda tradicional, social y política, no había entendido el mensaje lanzado por Pablo Iglesias y el núcleo dirigente de Podemos.

, Es filólogo y ensayista.
04/04/16 · 13:35
Pablo Iglesias, de espaldas. / Dani Gago

Ha habido un momento en estos últimos dos meses en que me ha rondado, de nuevo, con insistencia insidiosa, esa desagradable sensación, certeza, en realidad, de que somos unos perdedores natos y de que nos hemos acostumbrado a perder tanto que hemos incluso sublimado el hecho de perder, mitificando la pérdida como un valor, algo que llevo repitiendo desde hace mucho tiempo y que algunos de mis compañeros no me perdonan, sobre todo, cuando me burlo descarnadamente de nuestra pasión y amor por “los perdedores”, en el cine, en la literatura, y, cómo no, en la política.

Esta vez, se trata de esa sensación, certeza, en realidad, de que somos unos auténticos pardillos cuando jugamos al juego de la representación y de la política en general; algo que he dejado escrito también ya en varias ocasiones, incluso en estas páginas, hace tiempo… Por eso me interesó tanto el invento de Podemos desde el principio, porque Pablo Iglesias, Monedero, Carolina Bescansa, Miguel Urbán y Errejón, entre otros, salieron desde el principio a ganar, y, cuando repetían que Podemos era una máquina electoral hecha para ganar, no solo les entendí, sino que me encantó la idea, pues, por fin, desde “nuestra parte” alguien entendía el juego de la representación y lo iba a jugar con las reglas bien aprendidas y asumidas desde el principio. Por ejemplo, que desde las instituciones y desde la representación misma no se hace la revolución (incluso que puedes reforzar con tus decisiones y alianzas a quienes la retrasan o no la quieren), que la revolución social y política es otra cosa, que se hace de otra manera, mediante estrategias y conductas que se oponen en muchos casos necesariamente a la representación misma.

Sabían también, y lo asumían (aunque muchos no lo tuviesen claro) que el juego de la representación se fundamenta en la suma y no en la pureza ideológica, ética o política; esto es, sabían que el juego político de la representación era “otra cosa” muy diferente a lo que la izquierda tradicional, en todas su formas, había estado jugando durante décadas, desde el fracaso del PCE en la Transición (salvo el breve período de Anguita al frente de IU). Un juego, en suma, muy diferente a lo que nos gustaría que fuese a todos los que potencialmente apoyamos un cambio social y político profundo en la Europa y en la España actual.

Desde el principio también, tuve asumido que una buena parte de la izquierda tradicional, social y política, no había entendido el mensaje lanzado por Pablo Iglesias y el núcleo dirigente de Podemos, pues tales sectores, de origen y naturaleza muy diversa, no podían dejar de ver en Podemos ilusoriamente o una especie de movimiento de masas revolucionario, o una descafeinada versión del mismo; pero creía que con el baño de realidad y con la práctica política diaria irían asumiendo que el juego de la representación no tiene nada de épico ni de revolucionario; que, si se juega, es para gestionar una parte de las decisiones de carácter social y económico que nos afectan, pero solo una parte (ni siquiera la más importante); aunque hacerlo nosotros y que no lo hagan nuestros enemigos ya es algo, en realidad, mucho, por poco que les parezca a una buena parte de los sectores políticos y militantes antes mencionados.

Contaba, además, con que el sistema entero, los medios de comunicación y empresariales (que ya son lo mismo, desde El País o la SER, al ABC, La Razón o el TDT Party), los centros financieros, los aparatos de todos los partidos de la casta, la policía, los servicios de información… Que todo quisque se iba a volcar contra Podemos, contra ese invento que ha puesto en peligro sus cómodos estatus y les ha metido el miedo en el cuerpo… Contaba con la segura instrumentalización, por parte del viejo sistema político y del conglomerado mediático, de una debilitada y tambaleante Izquierda Unida, y, sobre todo, de la figura de Alberto Garzón; daba por descontada la ceguera y falta de cintura y finezza política de su aparato, liderado por Cayo Lara, auto-engañándose, por enésima vez, con la enésima “refundación” de IU (algo patético, si se mira con desafecto, y lastimoso, si se mira con cariño)… Contaba con todo ello, pero lo que me ha pillado con el pie cambiado, lo que me ha sorprendido es que seamos tan perdedores, que seamos tan pardillos que muchos entre nosotros no hayan reconocido siquiera el que se ha ganado, el que han ganado por una vez en la vida; que la irrupción de Podemos ha trastocado todo el chiringuito que tenían montado, que su sola irrupción en el mapa de la representación les ha obligado a replegarse y repensar sus posiciones en el tablero a la defensiva, por primera vez, en decenios.

Lo que no me esperaba es ese grado de desconcierto y confusión en nuestras filas… Primero, los compas de Compromís, que, nada más llegar al parlamento, dan la espantada del modo más extemporáneo e inoportuno; sin reparar en que, si estaban allí, era en buena parte por haberse sumado a esa maquinaria electoral, y olvidando una de las reglas básicas del juego de la representación, el de la suma, que gana quien más suma, no quien es más pequeño (o el más enrabietado, porque no le dan su caramelo) o quien más diferente se muestra; sin tener en cuenta, además, el buen uso de las portavocías que se estableció, casi de inmediato, en el propio grupo parlamentario de Podemos (ante la hostilidad de todos los demás grupos representados), dando relevancia a las candidaturas territoriales asociadas a la marca que les daba la fuerza de representación.

Luego la compañera Ada en busca de su partidito, impaciente e inquieta, que hace como un amago de ruptura pensando en sus propios cálculos territoriales, sin tener en cuenta que ha sido la confluencia y la convergencia con Podemos lo que le ha dado la oportunidad de gobernar su ciudad y lo que les ha convertido en una real alternativa política en Cataluña entera. Al mismo tiempo, en Galicia los compañeros de Podemos y de las mareas que se sienten preteridos por la dirección central, mientras sus líderes se pasan las respectivas facturas, como sucede en Euskadi, cuando están disputando al mismísimo PNV la posición electoral; y, por si faltaba poco, en Madrid, cuando suena la traca definitiva con las dimisiones y las peticiones de dimisión en la organización local, que es seguida inmediatamente por la fulminante destitución del secretario de organización Sergio Pascual.

La revolución, la agitación y la contestación social es otra cosa, eso es algo que depende de nosotros, del común, no de nuestros representantes

Por unas horas, por unos días, se nos presentó el tan temido por muchos de nosotros peor escenario de todos, “Podemos contra Podemos”. Una vez más, estábamos ante ese temido fantasma de los perdedores que son tan perdedores que no reconocen siquiera cuándo han ganado.

Y, entre tanto, Miguel Urbán y otros compañeros de la corriente Anticapitalistas que se desgañitaban en los medios afines llamando a la cordura y a revitalizar las raíces circulares y el proceso de abajo arriba que llevaron al nacimiento de Podemos, aunque inútilmente, porque me temo que ahí no está ya la clave del asunto Podemos.

Podemos dejó de ser un movimiento de masas, que decíamos antes, o ciudadano, que decimos ahora, en Vistalegre para convertirse en una maquinaria electoral, tal como se venía anunciando desde el principio, para ganar y disputar el gobierno a los viejos partidos de la casta; y, en ese juego, prácticamente solo se necesita sumar y aunar sensibilidades y propuestas que siendo complementarias posean un objetivo inmediato común: llegar al gobiernos o influir en el gobierno; si no se entiende esa elemental regla de la representación, no se ha entendido nada… La revolución, la agitación y la contestación social es otra cosa, eso es algo que depende de nosotros, del común, no de nuestros representantes; salir a las calles, tomarlas, organizarnos contra el poder que no nos representa o que nos representa deficientemente es cosa nuestra, no de los parlamentarios y concejales.

Otra cosa es que gran parte de los compañeros y compañeras que dinamizaban las calles y el tejido social rebelde se ha ido a las instituciones y que en ellas su labor es ya diferente; eso sucedió también en la Transición, por ejemplo, con el movimiento vecinal; por eso, o nos organizamos de nuevo, y tomamos las calles nosotros, y obligamos a nuestros representantes a que no se olviden de nosotros, o nadie las va a tomar en nuestro lugar; la calle es otro juego, y en ese juego también la regla es sumar, pero la expresión de esa suma es diversa y su visualización otra, así como las consecuencias de la división y la fragmentación; más profunda aún, pero tan negativa y desastrosa como en el ámbito de la representación.

Otra cosa es que la organización interna de Podemos, su estructura misma como tal maquinaria, y su capacidad de maniobrar, surgida y montada, por unos pocos, en poco más de un año, sea en sí mismo un auténtico milagro y necesite repensarse, tal como han propuesto estos días Íñigo Errejón y Pablo Echenique. Si lo consideramos detenidamente, su sola existencia, que no haya saltado aún por los aires, enfrentada a todos, incluso a sí misma, es una auténtica rareza política.

Como rara es la inteligencia lúcida y paciente de Íñigo Errejón (con unas declaraciones a Eldiario.es, del día 30 de marzo, que son para quitarse el sombrero, propias de alguien que sabe “para qué” está en política, desde “nuestro lado”; o esa inteligencia ejecutiva y estratégica de Pablo Iglesias, que, con cada decisión y movimiento que hace, obliga a replantearse la partida a todo dios, recuperando la iniciativa, cuando aparentemente la ha perdido. Es impresionante cómo ambos han asumido que el 80% de los españoles no quiere nuevas elecciones (que nada cambiarían, por cierto), y cómo una mayoría cualificada quiere que haya un acuerdo de gobierno posible que desplace al Partido Popular y a Mariano Rajoy, de una vez por todas, del poder central.

Y como son raras, también, la inteligencia globalizadora de Miguel Urbán, o la necesaria inteligencia empática de Pablo Echenique, dos personas imprescindibles del proyecto y del futuro de Podemos, o el temple de Carolina Bescansa y el empuje de Teresa Rodríguez; o la arrolladora fuerza y flexibilidad táctica y estratégica de las organizaciones de Cataluña, el País Vasco y Galicia. Rarezas que nos dan esperanza y me han obligado a pensar, estos últimos días, contra toda la tentación pesimista de hace un mes, que, tal vez, esta vez sí ganaremos, o nos acercaremos, al menos, a algo parecido al triunfo en el campo de la representación. Que no es el campo de la revolución, repito. Pues en ese otro campo, el de la revolución, todo depende de nosotros, los representados, no de los representantes; de nosotros y de hasta dónde queramos llegar en el cambio y sustitución de las reglas que rigen el sistema de juegos que nos constituyen (entre los que el de la representación solo es uno de ellos); pero también hasta dónde queremos cambiar y sustituir las reglas que afectan a nuestras propias vidas.

Pero hay algo más, si la representación es transversal, como lo es la búsqueda, por ejemplo, del consenso para la fragmentación de los territorios en entidades nacionales nuevas; la revolución no lo es. La revolución solo es posible en la confrontación abierta y declarada de los de abajo contra los de arriba. Es en ese sentido en el que Podemos es una maquinaria electoral, no revolucionaria. Y es en ese sentido también en el que nuestros compañeros de las CUP, o los que, desde “nuestro lado”, el de los comunes, se aferran al “derecho a decidir” (¿decidir qué?), o a la palabra República (¿qué tipo de República?), como a mantras de virtudes cuasi mágicas, se equivocan de cabo a rabo.

Un sistema/mundo, una realidad significativamente diferente a esta no llegará por las urnas, ni por ningún proceso constituyente. A través de las urnas o de un hipotético “proceso constituyente” (otro significante vacío o mantra que nos encanta repetirnos, pues, al parecer, nos tranquiliza y nos evita pensar) no se llegará a una realidad muy diferente de esta, pensarlo, suponerlo siquiera, es desconocer la potencia e intenciones de nuestros adversarios y enemigos de clase, los dueños del Casino; dispuestos quizás a cedernos, si les conviene a ellos, o para engatusarnos, una o dos partidas, la ilusión de la nación y la cabeza de un rey, si se tercia, pero nada más. Nada más. Esos han sido, por cierto, desde 1848, sus embelecos preferidos.

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comentarios

16

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    RD
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    Mar, 05/03/2016 - 03:09
    Vuelvo a repetir que existe un partido de escaños en blanco para dejar asientos de diputados vacios, absolutamente nadie quiere hablar de esta opción. Es la abstención útil
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    Matías Escalera
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    Jue, 04/07/2016 - 23:06
    @#14 Querido Pau, ¿tú crees que la independencia por sí misma es un bien superior a la lucha de clases?, ¿tú crees que con la correlación de fuerzas actuales -mirando objetivamente lo que sucede en Cataluña, sin autoengañarse-, considerando quién lidera el proceso actual y el uso meramente instrumental que hacen de los compañeros de la CUP (activándolos cuando les conviene y descativándolos cuando no les conviene), estos tendrían alguna posibilidad de liderar algo en esa república independiente -¿de quién?- que no fuese el plegarse a las condiciones del capital europeo y del FMI? (algo que, por cierto, han aireado en todos los foros internacionales, por activa y por pasiva, los representantes de CDC y de ER; que no se pondrán en peligro ninguno de los intereses del capital internacional en la supuesta futura república catalana) ¿Tú crees sinceramente que el estatus previsible, con la actual correlación de fuerzas sociales y políticas, sería algo radicalmente diferente al actual? No es una cuestión de perspectiva madrileña o castellana, que la trae al pairo; es una cuestión de perspectiva de clase... Y mi impresión es que la lucha de clases en Cataluña está paralizada desde que el procés se ha llevado toda la energía política en ese territorio, algo que les ha venido como agua de mayo a las élites catalanas que tradicionalmente han detentado el poder efectivo allí, como sucede en todo proceso nacional, esto no es nuevo; si echas un vistazo a la historia de Europa y de América, pasada y reciente, verás calcado el mismo proceso: la llamada a la patria ("una, grande y libre") anula toda posibilidad de confrontación de clase en beneficio de los de siempre. Gràcies, company!...
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    Maju
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    Jue, 04/07/2016 - 17:23
    Primero de todo: no se gana perdiendo y a veces los líderes esos que todo lo saben (??) te pueden llevar a una encerrona, que ya ha pasado más de una vez (en Grecia el año pasado sin ir más lejos). Segundo: nunca ha habido ninguna "espantada" de Compromís, ell@s fueron en listas conjuntas, siendo claramente más fuertes que Podemos en su país (al menos en elecciones autonómicas), con el compromiso de tener grupo propio, lo que no "pudo ser" y debía de haber sido el despertar de los que esperan (ilusamente) co-gobernar con el PsoE. Es alucinante que Podemos no tenga una línea más agresiva y que siempre hablen con esa boquita de piñón cuando el PsoE se ha pasado con ell@s y aliad@s todo y más. Qué coalición es posible después de lo de los grupos, lo de la mesa del Congreso y la infantilada esa de la distribución de escaños. Por lo menos hay que exigirles que pidan disculpas por su arrogancia y no hacer más y más concesiones que ya parece casi que se va a apoyar a un gobierno del PSOE en solitario. Tercero: dices que "Podemos es una maquinaria electoral, no revolucionaria" y yo digo: qué diferencia hay? Si se quiere tomar el poder, será para cambiar las cosas. Por supuesto que no basta con el proceso electoral pero la máquinaria electoral debe de estar al servicio de todo lo otro y no ser un elemento aparte con fines propios poco claros. Y por añadir algo de mi cosecha, quizá el fallo más grande que tiene Podemos ahora mismo es que su dirección es casi exclusivamente madrileña, a pesar de que una inmensa parte de sus votos y escaños provienen de la periferia más recalcitrante, sea esta Catalunya, Euskal Herria o Canarias (u otros territorios por lo general muy poco "castellanos", con la sola excepción de Madrid mismo, a no ser que incluyamos también Cádiz). Esto es una contradicción interna que imagino que causará problemas a no ser que se corrija. Y esto tiene que ver con lo de Compromís, lo de Colau e incluso con lo del cesado secretario Pascual. Aviso a navegantes porque se puede complicar si este problema no se soluciona, ya que una perspectiva excesivamente madrileña o castellana está condenada a fracasar, sobre todo cuando apenas se sacan votos en Castilla.
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    Pau
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    Jue, 04/07/2016 - 11:55
    Buen artículo, coincido en el espíritu y en todo lo que se dice pero como de costumbre, en el no se tiene en cuenta los diferentes procesos que se dan en las naciones del Estado español. En primer lugar Mario A, decir que el Bloc es un partido de derechas es no tener ni idea de política valenciana. El Bloc fue un partido transversal en una época muy complicada para el nacionalismo valenciano. Hace ya muchos años que se refundó y pasó a ser un partido de izquierdas y pionero en el ecologismo en el País Valencià; leete sus bases y verás. En segundo lugar, la crítica a Compromís es totalmente erronea puesto que en el País Valencià la maquinaria electoral es Compromís. Es Podemos quien se aprovecha del tirón de Mónica Oltra y Joan Ribó. Compromís cede en busca de un grupo própio y al no conseguirlo, como partido autónomo y diferenciado decide no diluirse en otro partido; cosa totalmente normal. Finalmente y en relación a la crítica a la CUP, esta vuelve a poner en evidencia que desde la izquierda Madrileña no se entienden los procesos nacionales. La CUP busca crear la República Catalana, busca salir de españa y crear una nueva nación sin la lacra que para ellos supone el Estado español, por eso, tiene todo el sentido del mundo que cedan pactando con JxSí en busca de algo superior como es la independencia.
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    Rafa de València
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    Jue, 04/07/2016 - 02:00
    A Mario A: Decir que el Bloc es tan de derechas como ciudadanos es tener bastante poca idea de lo que se habla. El Bloc es un partido muy transversal, donde sí, hay gente de derechas, pero no neo-liberal como así ciudadanos. Antes bien, dentro del Bloc hay gente de Izquierdas, y no pocas. Y no en pocas manifestaciones he paseado con compañer@s del Bloc. Un saludo y buen artículo
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    Matías Escalera
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    Jue, 04/07/2016 - 00:45
    Estimado “fiZ”, “estar de parte de los perdedores” es una cosa; resignarse a ser perdedor y hacer de ello una seña de identidad es otra cosa bien distinta. Si lees con atención el artículo y otros de mis escritos al respecto, tanto en estas páginas, como en Rebelión, por ejemplo; verás que mi posición es muy clara al respecto, el juego de la representación es el que es, tiene los límites que tiene; ahora bien, si queremos jugar a él, tenemos que hacerlo con las reglas que rigen ese juego; si no, no lo jugamos y nos dedicamos a otra cosa, como hacen los compañeros de CNT y otras pequeñas organizaciones que lo rechazan de pleno; perfecto. Pero si nos presentamos a unas elecciones, si queremos alcanzar las instituciones, en este sistema de representación, o entendemos y manejamos a nuestro favor las reglas que lo rigen o no perdamos el tiempo. Mediante la representación no se hace la revolución, se hace otra cosa, gestionar parte de las políticas que afectan a la vida diaria de las mayorías y las minorías, que no es poco… Si queremos dejarles el camino expedito a quienes han gestionado esas políticas, desde las minorías, contra las mayorías, porque somos tan puros que no nos podemos contaminar de realidad, y todo esto sin unas prácticas políticas y sociales o estratégicas alternativas, pues vale… Ellos están encantados con los perdedores, por los siglos de los siglos. “Enrique 7814EBC”, te preguntas si es bueno el camino de las instituciones, y dudas de que se pueda cambiar el mundo desde dentro de ellas; yo también; pero no podemos dejarles el campo libre, sin darles la batalla en ellas, a riesgo de que nos cambien. No podemos dejarles ningún campo en el que se dirima la lucha de clases, mientras esté vigente; tampoco las actuales instituciones de representación política. Y querido “Cristóbal Pasadas”, no pretendo quedar bien con nadie, pues no pertenezco a Podemos; lo único que sé es que si Podemos puede ser una herramienta de acceso a una parte de las instituciones es siendo un espacio de encuentro de sensibilidades muy diversas, pero que tienen el objetivo claro, es decir, el “para qué” se ha montado tal maquinaria. Que esto es decepcionante, seguro que es así, pero es que el juego democrático de la representación lo es por sí, simplemente porque es transversal y transaccional. Se basa el pacto y en la negociación; si buscamos épica, en este juego no la vamos a encontrar. En la toma de tierras, de cuarteles y de fábricas, o en las barricadas, o en las calles tomadas por millones de personas que dicen basta, ahí sí hay épica… En ver cómo se echa al PP del gobierno, con los resultados electorales que ha habido, contando inevitablemente con los amigos de Ciudadanos, ahí solo hay innumerables, cansadas y cansinas filigranas negociadoras, y astucia mediática y paciencia.
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    RD
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    Jue, 04/07/2016 - 00:10
    Tenemos lo que nos merecemos. España ha votado mal, cada vez peor, desde 1975 hasta hoy. Hay mucho "político profesional" que debería cobrar el SMI, todos los partidos, absolutamente todos, son culpables. Lástima que partidos como "Escaños En Blanco" sean tan desconocidos
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    Jesusete
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    Mié, 04/06/2016 - 19:46
    Me ha encantado tu artículo. No puedo estar más de acuerdo. Saludos
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    fiZ
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    Mié, 04/06/2016 - 18:16
    Estar de parte de los perdedores es una postura ideológica basada fundamentalmente en estar en contra de entender la vida como una guerra donde hay vencedores y vencidos. Como esa guerra existe y tiene víctimas desde luego quiero estar de su lado. Y si ganar es pactar con el PSOE o llegar al gobierno para no poder cambiar nada relevante, como está pasando con el ayuntamiento de Madrid, sinceramente, prefiero seguir perdiendo y no tener que comulgar con ruedas de molino. Pero a lo mejor simplemente es que no estamos en la misma, no pasa nada.
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    7814EBC
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    Mié, 04/06/2016 - 09:35
    La "democracia" salida de la "transición" (eufemismo de continuismo) se constituyo como Grupo, independientemente del partido político. Y adquirió poder, "todo" el que el franquismo convertido en "demócrata" (eufemismo de camisa desteñida) le permitió. Supo administrar dicho poder e incluso aumentarlo. Para ello tuvo que aceptar que los viejos poderosos y otros nuevos choricearan todo lo que pudieran (Suiza, Andorra, Gibraltar, Islas Caimán, Panamá...), mientras ellos se las arreglaban con el ladrillo, los bancos, las comisiones, el blanqueo... Se las arreglaron tan bien que aprendieron el camino de las Islas Caimán, de Panamá, de... Y así fueron bien viviendo ellos. Y así fuimos mal viviendo los demás, algunos incluso dejaron de mal vivir (Atocha, Vitoria, Scala, Pasaia...). Y, ya hartos de choriceo, se elevó el Clamor. Tanto se aupó que el Grupo se preocupó y puso en funcionamiento todas sus armas: la represión –su preferida–, la calumnia, la mentira, el insulto, la manipulación... a través de sus canales: policía y medios de comunicación afines. Y aquellos nuevos partidos salidos del Clamor, a pesar de que en las asambleas siempre se votaba en contra, llegan con ganas de cambiar las cosas, de poner trabas al camino hacia las Caimán, Panamá... y sienten como la basura del Grupo, independientemente del partido político “transicional”, trata de ensuciarles. Y, no acostumbrados a los entresijos (eufemismo de cloacas) de “la política”, no saben qué hacer. Y el aparato alcantarillil se los come. Un difícil dilema recorre el camino politiquero. ¿Qué hacer? (y no me refiero a aquello de “un paso adelante y dos atrás”, ni mucho menos) ¿Es bueno el camino de las instituciones? ¿Se puede cambiar el mundo desde dentro de ellas? Yo lo dudo. Enrique Bienzobas
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    Matías Escalera
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    Mié, 04/06/2016 - 00:33
    Como hago a menudo, responderé, por respeto, a quienes se toman la molestia de comentar, con respeto también, los artículos que escribo; lo haré por orden inverso. 1. A "Podemos vaciar las calles”. Si ganar las elecciones, e incluso haberse presentado a ellas, es perder, como afirmas, muy fácil, dejemos gobernarnos a los de siempre y ya está. ¿Tú ves a tu alrededor muchas ganas, entre el común, de romper la baraja, de tomar las calles, los centros de trabajo, los cuarteles y las instituciones y establecer un nuevo orden fundamentado en el decrecimiento responsable, la autocontención en el consumo de bienes y energía, la distribución justa de la riqueza, etc., etc.? Yo no, por eso lo digo. 2. A “fortunato”, si no te interesa la reflexión acerca del mundo que te rodea, es muy fácil, no leas, no vengas a misa y quédate en el bar, o líate la manta a la cabeza… 3. A “Manolete”, lee de nuevo el artículo, porque creo que no lo has entendido, y, si esperas a que te convoquen para la revolución y, encima, desde un periódico, espera sentado, compañero, que va para largo. 4. A “Mario A”, ya sé que Compromis es algo extraño y complejo, pero incluso para la gente de El Bloc que quieren “hacer país” el castigarse al Grupo Mixto, a intervenciones de dos minutos, a las doce de la noche, no sé si es un buen negocio, la verdad. Muchas gracias a los cuatro. Ha sido un placer.
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    Cristóbal Pasadas
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    Mar, 04/05/2016 - 23:21
    Jejeje..., para quedar bien con todo el mundo dentro de Podemos hace falta mucho carácter. Es que no te has dejado a nadie. Por si acaso, claro. Como dirían en mi pueblo al final de la lectura, And so what? Es decir, ¿y?
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    "Podemos" vaciar las calles
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    Mar, 04/05/2016 - 08:25
    Ganar las elecciones, e incluso haberse presentado a ellas, es perder.
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    fortunato
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    Mar, 04/05/2016 - 02:29
    El autobombo de los "ganadores", las charlas motivacionales y los sermones dominicales de los ungidos empiezan a resultar soporíferos.
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    Manolete
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    Lun, 04/04/2016 - 23:10
    Vale. Otro artículo, lúcido sin duda alguna. ¿Y luego qué? ¿Vas a convocar tú personalmente a esas masas revolucionarias para reventar las calles y que Podemos, desde su estrategia de máquina electoral, llegue a gobernar? No entiendo exactamente cuál es la crítica. O si simplemente es un ejercicio de nostálgico onanismo.
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    Mario A
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    Lun, 04/04/2016 - 16:03
    Hay un error de bulto por desconocimiento. Los de Compromís no son "compis", sino que dentro hay algunos compis minoritarios incluida la propia Mònica Oltra. El Bloc es un partido tan de derechas como Ciudadanos.
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