Es la gente que lucha la que va a hacer que este proceso culmine en un auténtico proceso de soberanía popular.

En Catalunya hemos vivido tres meses con las calles vacías, huérfanas de movilización. Después de un 11 de Setiembre con millones de personas manifestándose y una campaña electoral iniciada ese día con plazas rebosando de gente, la noche electoral abrió un período de calma tensa por la incertidumbre de la materialización del resultado. Una incertidumbre que centró su mirada exclusivamente y erróneamente en la solución institucional del conflicto democrático. Este silencio de la calle es parte de la explicación del acuerdo suscrito domingo pasado por Junts pel Sí y la CUP.
Venimos de un proceso electoral planteado como plebiscito de ruptura con el Estado y con el régimen del 78 que ganaron las fuerzas del 'sí' (47,74%) –el 11,45% de CSQP (ICV-EuiA-Podemos) no puede computarse como 'no' porqué en la campaña insistieron en su abstención en el plebiscito–. Y el auténtico debate abordado es si queremos intentar darle juego a este escenario como posible punto de ruptura del statu quo, de construcción de la República y de proceso constituyente –elementos asumidos en el acuerdo de domingo– o si nos resignamos a seguir actuando con las reglas del régimen autonómico.
Durante años hemos tenido una izquierda parlamentaria muy alejada de plantear rupturas o cambios estructurales y totalmente absorbida en la que hemos denominado la "gestión de las migas de la miseria", así sucedió en los tripartitos en Catalunya y así se mantiene, por ejemplo, el portavoz de CSQP Joan Coscubiela, quien esta semana declaraba eje de trabajo la recuperación de la paga de navidad de los funcionarios catalanes. Este tipo de demandas, de hecho, no son tan lejanas a los programas que batallarán, seguro, algunos consejeros del gobierno de Puigdemont en el que están dos mujeres exdirigentes de UGT, un exeurodiputado de ICV, un exdiputado del PSC y tantos otros de ERC en ese inestable artefacto de Junts Pel Sí. Pero este plano, insisto, el de la "sociovergencia" es el de las migas que a nosotros poco nos apetecen.
La vía que abrió la gente en Catalunya en este ciclo de movilizaciones populares (2010-2015) reclama soberanía, soberanía plena para construir una sociedad mejor y más justa, para desplegar todas las soberanías (energética, alimentaria, productiva...) y que, por lo tanto, exige tener el pan entero parafraseando los versos de Ovidi Montllor. Y este es nuestro campo de batalla del que pretende ser un paso adelante el acuerdo con Junts Pel Sí.
El pacto se puede resumir en estabilidad parlamentaria exclusivamente en la construcción de la república y las estructuras legales que permitan la desconexión del Estado
El pacto se puede resumir en estabilidad parlamentaria exclusivamente en la construcción de la república y las estructuras legales que permitan que sea real y posible la desconexión del Estado dentro de 18 meses, empezar la fase preconstituyente que incluye la fase popular de debate y la guionización de los aspectos a debatir en la fase constituyente y un plan de choque social que hay que mejorar mucho pero que es uno de los objetivos del gobierno. Y en todo momento la declaración del 9N como frontispicio; una declaración a implementar con unos anexos de desobediencia a la ley Wert y a la ley mordaza, de desarrollo de políticas habitacionales, de refugiados y contra la pobreza energética y, también, de renegociación de la deuda pública. Este es el acuerdo. Un acuerdo que puede ser reversible en cualquier momento abriendo las puertas a un nuevo proceso electoral, dado que JXSí no dispone de otros aliados posibles en el Parlament.
Nadie se acuerda pero en este acometimiento popular nos hemos llevado por delante el heredero político de Pujol y principal garante de las políticas de la Troika en Catalunya, Artur Mas. Otro ejemplo del carácter devastador y transformador del proceso político que se vive en Catalunya. La CUP ha resistido tres meses de presión de los poderes fácticos catalanes pero quién de verdad ha echado a Mas ha sido el anhelo popular de no querer frenar este presente político, y sobre todo, que el futuro empiece a no parecerse al pasado. Como colofón, la intervención del portavoz de Convergencia en el Parlament en la investidura de Puigdemont, citando los versos de Ovidi Montllor sobre las migas y el pan entero, buena muestra que los tiempos están cambiando. Nuestros poetas, hipotecados.
Puede que sea todo teatro. Es posible que Convergència desde su posición de poder en JXS nos intente engañar a todos –su presencia en el proceso es meramente por arrastre popular y por falta de alternativas para proteger sus parcelas de poder–. Somos conscientes. Sin embargo la única garantía de que no haya marcha atrás ni capitulación reside como siempre en la movilización popular. Es la gente que lucha la que va a hacer que este proceso culmine en un auténtico proceso de soberanía popular y para eso la necesitamos en todo momento empujando y fiscalizando. Sin movilización y sin aumentar la masa crítica que viene politizándose en estos años de proceso no llegaremos a ninguna parte, ni con CUP ni sin CUP, ni con pacto ni sin pacto.
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