Coincide que estos días estoy leyendo el libro de Esteban Hernández Nosotros o el caos, en el que el autor nos describe “a los ganadores” de esta época, “su perspectiva vital y las ideas-fuerza (…) que están dibujando una sociedad inédita”. Más allá de que se llame a los ideólogos de Podemos “emprendedores sociales” (p. 202), creo que la pregunta que nos hacemos algunos es… ganar, pero, ¿para qué? Aunque quizá antes que esa, yo me haría otra pregunta.
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Coincide que estos días estoy leyendo el libro de Esteban Hernández Nosotros o el caos, en el que el autor nos describe “a los ganadores” de esta época, “su perspectiva vital y las ideas-fuerza (…) que están dibujando una sociedad inédita”. Más allá de que se llame a los ideólogos de Podemos “emprendedores sociales” (p. 202), creo que la pregunta que nos hacemos algunos es… ganar, pero, ¿para qué? Aunque quizá antes que esa, yo me haría otra pregunta. ¿Es esto ganar?
Más allá de lo errático de la trayectoria derivada de convertir una máquina de discurso mediático en una máquina de guerra electoral, o de lo acertado o no de la solución que se aplicó en Vistalegre, o del diagnóstico –en el que coincido– de que hay un número significativo de gente muy cómoda perdiendo, lo que sí creo que tienen en común al menos algunos de los integrantes más destacados de Podemos con estos “ganadores” es el saber que hay que hacer cosas, que hay que tener presencia, que si me llama Ana Pastor para cualquier historia que se le ocurra, allí tengo que estar porque hay que generar debate, participación y tenemos una población cada vez más informada y exigente. Lo que aquí llamo población (para un partido político) llámelo clientes (para una empresa). Sin embargo, la sensación que a un espectador externo –es lo que somos– le queda es que no se sabe muy bien por qué se hace todo esto, ni a qué se reacciona, pero se hace porque lo hacen todos los demás y hay miedo de quedarse atrás. Es la medalla de hojalata que queda cuando se renuncia a la emancipación para pasar al empoderamiento. ¿Es esto ganar, en serio?
Cogiendo prestada la terminología de Juego de Tronos que tanto gusta al secretario general, hay algo que no se sigue porque por un lado tenemos el “o ganas o palmas” y por el otro hemos tenido quizá no en campaña, pero sí desde la arena mediática, apelaciones constantes a ganar para “echar al PP”. Ganar o morir parece un escenario muy extremo para el margen de maniobra real que te da, caso de optar por esa vía, la sede parlamentaria; aparte de caer en la ilusión –cuya falsedad no se aclara– de que el parlamento es sede de soberanía. Hace una temporada larga que no es así. Así que igual en lo cuantificable estás ganando, pero en lo estratégico y en lo discursivo ya has asumido sus valores.
¿Cómo se asumen los valores del que va ganando? Hay una figura que me gusta mucho, la del pequeño empresario. Es muy importante incidir en su pequeñez, que es una especie de sinónimo de bondad, que si te agrandas te desbocas. Si hay una figura de consenso del tetrapartito-con-posibilidades-de-gobernar es esta.
¿Y por qué es una figura fetiche para Podemos? Posiblemente porque simboliza esa especie de nacimiento desde la nada que gusta invocar, una especie de esencia que se mantiene, que no perderemos, aunque dejemos de ser pequeños. Sólo las decisiones finales podrán contestar a si se gana, cuánto, para qué, para quiénes y si, como cantaban Eskorbuto, son los mismos que cuando empezaron o no se puede hacer nada ante el monstruo de la gobernabilidad, con lo bien que suena eso de ser ingobernables.
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