21D, el día después

Repasamos en este especial los principales desafíos y propuestas de los partidos frente a las elecciones.

23/11/15 · 16:49
Rodea el congreso. En septiembre de 2012, una de las múltiples protestas contra las políticas del PP. / Luca Piergiovanni

Todo es épico, todo es agónico y, como no podía ser de otro modo, las elecciones del 20 de diciembre son “más que unas elecciones”. Pasó en mayo con las elecciones locales –pero no con las autonómicas–, pasó en Catalunya, y ahora pasará en las generales. La irrupción de Podemos primero, y el redescubrimiento por parte de los sectores empresariales, y posteriormente por la ciudadanía, de Ciudadanos ha generado enormes expectativas mediáticas en torno a los próximos comicios. El eje de lo nuevo, la emergencia de nuevos actores, sobradamente preparados, en el panorama televisivo y radifónico, se presenta a priori como el gran ganador del debate previo a las elecciones: hace falta cambiar algo, nuevas caras, últimos fichajes.

Los partidos del eje de lo nuevo han reaccionado de forma distinta ante el reto que les plantean dos formaciones sin nexos aparentes con el viejo régimen. La recta general hacia lo que el PP creía la segura reelección de Rajoy se está haciendo larga para los populares. Contarán con sus graneros de votos en circunscripciones cerradas a cualquier cosa que no sea el voto conservador, pero su crisis en Madrid, la Comunidad Valenciana y Andalucía, así como su descrédito en Catalunya y la Comunidad Autónoma Vasca, le aboca a tener que buscar aliados entre los otros partidos de ámbito estatal, algo que no ha necesitado hacer nunca. El PSOE buscará descargar en el Partido Popular toda la responsabilidad de la gestión neoliberal de la crisis económica. La “pinza” de Ciudadanos y Podemos sobre el cada vez más exangüe electorado socialista es la principal amenaza para un partido que ha cumplido a medias la exigencia más liviana de un catálogo largo de demandas democráticas: el cambio de caras.
 

Unas organizaciones sociales fuertes y con ideas claras pueden desequilibrar la inestable balanza que se va a establecer en las cámaras de representantes del Estado

La alquimia entre estas cuatro formaciones, más el papel de otras como PNV, Unidad Popular-IU y partidos regionalistas o nacionalistas, dará como resultado un Parlamento que, al menos sobre el papel, deberá encargarse de la reforma constitucional que prometen los partidos que hablan de regeneración.

Por falta de tiempo o por falta de talento no ha sido posible trasladar a estas elecciones la demanda de un proceso constituyente de recorrido largo, que examine los costurones que quedaron abiertos con la Constitución de 1978, con el Tratado de Lisboa y el encaje europeo o con la última reforma del texto del 78 llevada a cabo por Rajoy y Rodríguez Zapatero en el verano de 2011.

Por eso, aunque la agonía y la épica preelectoral vayan a mezclarse con las ilusiones y los deseos navideños, conviene no perder de vista la demanda de un proceso amplio para garantizar el acceso a una democracia real y la recuperación o puesta en marcha de derechos sociales.

Unas organizaciones sociales fuertes y con ideas claras pueden desequilibrar la inestable balanza que se va a establecer en las cámaras de representantes del Estado a partir de diciembre. Evitar un cierre en falso de los debates abiertos a nivel social y rechazar la concentración de poderes en el bando que plantea que no hay otra alternativa serán retos que permanecerán a partir del día 21, sean cuales sean los resultados.

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