Los nodos de solidaridad con los refugiados nacen en varias ciudades europeas.
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En varios países han surgido en los últimos años iniciativas ciudadanas para recibir y prestar apoyo a las miles de personas demandantes de asilo que llegan a los países europeos. Frente a las negociaciones en las instituciones sobre el reparto de personas, acuerdos de cooperación con países limítrofes que frenen los flujos migratorios u otros, de legalidad aún más dudosa, como los de readmisión, por los que los países de destino trasladan a países de tránsito a los demandantes de asilo y migrantes en general; los objetivos marcados por varias de las redes ciudadanas creadas se dirigen en la dirección opuesta: la creación de redes autogestionadas sur-norte. Desde Melilla hasta Granada. Después hasta Madrid y hasta países del norte europeo. De Lesbos a Atenas, después a Hungría. De Lampedusa a Milán, de allí hasta Suecia.
Una de las iniciativas nacidas para ayudar en este largo camino es #OpenBordersCaravan: decenas de personas que, con sus coches, viajan desde ciudades alemanas e italianas hasta Croacia, Eslovaquia y otros países. Allí recogen a personas demandantes de asilo para llevarlas a la Europa central.
“No ha habido ningún contacto con el Ayuntamiento, pero, por supuesto, siempre hay amenazas de desalojo”, explica uno de los ocupantes del edificio Notaras, de Atenas
Hace dos semanas se puso en marcha la primera caravana. “Empezamos en Berlín con 22 coches, pero en el camino a Liubliana se nos unieron algunos más”, explica a Diagonal Selana, una de las personas que participan en la iniciativa. En la capital eslovena recogieron a 52 refugiados. ¿Problemas para pasar la frontera? “No realmente, buscamos pasos tranquilos, evitando controles policiales. En algún momento sí nos encontramos con alguna persona que amenazó con denunciarnos a la policía, pero no pasó nada”, responde Selana.
Ya en Alemania, el país de la UE que mayor número de personas demandantes de asilo ha acogido –casi un tercio del total–, la situación que viven los refugiados también es muchas veces difícil. “Ahora estamos en un momento de excepción, pero en los últimos años los refugiados no han tenido realmente derechos”.
Selana explica que en Berlín, por ejemplo, “el Gobierno local no está reaccionando tan rápido ni bien como se necesita. Hay muchas personas demandantes de asilo que se ven obligados a dormir en parques a la espera de que se acepte su solicitud”. Esta activista advierte de que el Parlamento alemán está tramitando nuevas leyes con las que se restringen los derechos de los refugiados, quitándoles las ayudas económicas, que serán sustituidas por vales de comida, y ampliando el plazo de tiempo que pasarán en centros de recepción de extranjeros a más de seis meses.
Frente a la respuesta gubernamental, los ciudadanos se han organizado para apoyar a los refugiados y darles asistencia. “Es impresionante ver cómo en una semana estas iniciativas han repartido miles de comidas entre los refugiados, y se están desarrollando cada día más proyectos, pero hay que tener en cuenta que ésta no es la solución. El problema es que el Gobierno no está reaccionando de forma adecuada”, concluye.
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En la frontera entre Francia e Inglaterra se ha instalado la red Calais Migrant Solidarity, que surgió en 2009 tras el campamento No Borders Camp. Esta red auxilia mediante información, suministros y asesoramiento legal a personas que tratan de llegar a Reino Unido desde la Unión Europea. La red tiene un listado online actualizado con las necesidades de las personas que viven en la jungla que rodea a la ciudad de Calais: tiendas de campaña, bicicletas, vajilla o libros y diccionarios son algunas de sus demandas.
Edificio Notaras
En Atenas, el parque de Pedion Tou Areos sirvió en verano de campamento para cientos de refugiados. Una red ciudadana se puso entonces en marcha para prestarles alimentación, tiendas de campaña y atención sanitaria, a través de las clínicas autogestionadas puestas en marcha tiempo antes para poder cubrir los agujeros en el sistema de salud griego dejados por los recortes. En agosto, el Gobierno de Syriza reubicó a los refugiados en un campamento a las afueras de la ciudad.
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Otras iniciativas ciudadanas han nacido para apoyar a la gente que llega a Atenas. Una de las últimas fue la ocupación de un edificio, Notaras 26, en el barrio de Exarchia, donde se concentran gran parte de las iniciativas y colectivos ciudadanos de la capital griega. Al menos cien personas cada día comen y duermen allí.
“Este proyecto no se apoya en la filantropía estatal o privada, sino en la autoorganización solidaria. Aquí los locales y los inmigrantes refugiados deciden juntos”, explican desde la organización. “El cuerpo de decisión de este edificio ocupado es una asamblea abierta”, continúa. Alrededor de 50 personas participan cada día en las asambleas de la okupa de refugiados, que por ahora no mantiene ninguna relación, ni positiva ni negativa, con el Gobierno local. “No ha habido ningún contacto con el Ayuntamiento, pero, por supuesto, siempre hay amenazas de desalojo”.
Mientras, el equipo de comunicación organizado en el proyecto ha comenzado a trabajar en construir conexiones con grupos de solidaridad en las islas. “Comenzaremos por ahí y después empezaremos a contactar con colectivos en otros países”, explican a Diagonal. “El objetivo es que las personas que llegan a las islas puedan ponerse en contacto directamente con nosotros de cara a su llegada a Atenas. Ya tenemos muchos contactos en Lesbos, y también estamos conectados con otros grupos solidarios en Atenas”.
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