Gabriele del Grande
periodista, escritor y activista
"Nada ha cambiado en la frontera sur de Europa"

Gabriele del Grande, periodista italiano, habla sobre la crisis de los refugiados.

11/10/15 · 8:00
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El periodista y escritor Gabriele del Grande ha presentado recientemente el documental 'Yo estoyo con la novia'. / Stephan Röhl

Del Grande, periodista y activista nacido en Lucca (Italia) en 1982, ha centrado gran parte de su labor en la denuncia de la Europa de las fronteras. A través de su blog, Fortress Europe, documentó durante varios años el constante reguero de muertes de migrantes en el Mediterráneo, una masacre con responsables concretos que reflejó también en su libro Mamadú va a morir. Con su documental Yo es­toy con la novia, Del Grande vuelve a abordar el tema de las migraciones y la libre circulación, esta vez a través de un consciente ejercicio de desobediencia a las leyes europeas.

¿Qué ha cambiado en el Mediterráneo y las fronteras de Europa desde que escribiste Mamadú va a morir (2007)?

Muchas cosas cambiaron y nada a la vez. Después de ocho años Europa cambió mucho su política porque abrió la frontera con los países de Europa del Este. Los nuevos miembros de la UE, como Polonia, Rumanía, Bulgaria, Es­lovenia, tienen derecho a la libre circulación. Esto cambió muchas cosas. En Italia el 25% de los inmigrantes son de Rumanía y más del 50% de Europa del Este. Pero a la vez que abrían hacia el Este, han hecho cada vez más difícil que los ciudadanos de los países africanos y el Magreb obtengan un visado. Nada cambió en la frontera sur, en la frontera del Mediterráneo. El contexto ha cambiado porque hay una guerra terrible en Siria y también en Iraq, y la mayoría de la gente que llega por mar es de esos países. Ha cambiado la tipología de la gente que viaja a Europa.

¿Cuáles son las contradicciones de las políticas de acogida de la UE?

El discurso de Alemania es muy contradictorio. Alemania tiene un problema demográfico: la gente es mayor, no hay jóvenes para trabajar, la economía marcha muy bien y necesita inmigrantes. Eso es oficial. Hay estudios de la banca alemana que dicen que necesitan 500.000 trabajadores más cada año, por esa razón abrieron la puerta a los sirios. Pero a la vez están haciendo todo, igual que toda la UE, para cerrar las fronteras. Ahora van a empezar las patrullas del Frontex en el Mediterráneo para interceptar y devolver a Libia las barcas. Por un lado se hace un discurso humanitario, pero por otro se hace todo para que no lleguen a las fronteras. Si realmente fuera humanitario, tendría que haber una política de visados humanitarios. ¿Por qué dejar a la gente morir en el mar cuando puedes darles un visado en la embajada?

Hay un discurso político muy extendido que tiende a separar refugiados de migrantes económicos, que defiende la acogida de los unos a costa de la expulsión de los otros… ¿Se están creando interesadamente dos categorías?

Esta distinción no es una novedad. Hay toda una retórica de los derechos humanos, el discurso humanitario…, pero el problema es que ninguno de los ciudadanos de los paí­ses de las excolonias tiene derecho a viajar a Europa. Se plantea que “ellos no tienen derecho, pero como somos los países de los derechos humanos, vamos a hacer una excepción con los refugiados”. Lo importante es que los refugiados no sean demasiados… Mientras se hace un discurso de acoger a los refugiados, se gastan millones de euros para cerrar la frontera y que no puedan llegar a Europa. Como sociedad civil no tendríamos que aceptar esta definición. Hay un derecho a la libre circulación y es un derecho de todo el mundo, el derecho a desplazarse y elegir dónde vivir. Al final también los sirios que llegan a Europa están escogiendo, en Estambul hay medio millón de sirios que viven allí y no quieren venir a Europa. Tenemos una concepción muy eurocéntrica, como si todo el mundo soñara con venir a Europa, y no es así.

Dejaste de actualizar el blog Fortress Europe el 3 de octubre de 2014, con un recuento de muertos en las fronteras de Europa de 21.439 personas… y son sólo las conocidas. ¿Es imposible poner cifras a la tragedia?

Es imposible. Se puede tener la cifra de los naufragios documentados, pero es sólo una parte del fenómeno. El problema es que de muchos naufragios no se sabe nada. Todo lo que pasa en alta mar cuando no hay salvamento marítimo, lo que pasa a lo largo de las costas libias, en Egipto, Túnez… Y sobre todo lo que pasa en el desierto del Sáhara, que es el primer mar que tienen que cruzar. Allí también hay muchos muertos y no se sabe nada. El dato real será tres veces, cuatro veces, diez veces más, no lo sé y nadie lo puede saber, pero 20.000 ya son demasiados. Tenemos que levantarnos, darnos cuenta de que hay una masacre cotidiana en nuestro mar…

En una entrevista dijiste que la inmigración es el mayor movimiento de desobediencia civil a las leyes europeas. También en Yo estoy con la novia reflejas un acto de desobediencia a la Europa de las fronteras…

Hablando de la gente que viaja clandestinamente, que cruza el Mediterráneo, lo que hacen es desobediencia. Lo podríamos leer así, en positivo. Por un lado está el prejuicio racista de “nos invaden y hay que echarlos”. Por otro, hay un prejuicio muy victimista de “pobrecitos, huyen de la guerra”. Creo que necesitamos otra mirada. Son sujetos políticos también. Hay gente que va a la embajada, pide un visado, les dicen no y sigue adelante. No es ilegal, es justo, deben tener el derecho de viajar y lo hacen de todos modos. Si lo miramos así, es un fenómeno de desobediencia civil colectiva, hay entre 200.000 y 300.000 personas cada año que se rebelan contra las leyes injustas de política de inmigración, de visados de Europa, y cruzan así el mar. Si hay 300.000 personas que piden el derecho a la libre circulación, debemos negociar algo con este movimiento. Tenemos que abrir la posibilidad de viajar de manera legal, porque ése es el problema. No tienen una manera legal de viajar, a excepción de la burguesía, la gente más rica, ellos no tienen problema. Pero si no tienes dinero, debes cruzar con la patera, y la solución es que puedan viajar de manera legal y libre.

Si tomamos como ejemplo un ciudadano de Nigeria, el viaje clandestino desde su país a Italia va a costar 5.000 euros, porque tiene que cruzar el desierto, corromper a la policía en Libia, cruzar el mar, en ocasiones varias veces… Si esta persona pudiera comprar un billete de avión con 500 euros, llegaría a Europa y tendría 4.500 euros para organizar su vida, alquilar un piso, ver si hay una oportunidad o no y decidir libremente volver a su país si no encuentra lo que buscaba. Tenemos que imaginar otro mundo completamente distinto cuando hablamos de libre circulación. Dejar a la gente libre de decidir si partir o no, si quedarse o no. Es exactamente lo mismo que hacemos nosotros, españoles, italianos, griegos, en este momento de crisis.

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