Nacionalismos y movimientos en el 27S

El carácter plurinacional del Estado español es una cuestión que históricamente nunca ha podido resolverse. En los periodos de crisis social como el actual, los movimientos etnonacionalistas y las aspiraciones soberanistas han repuntado en aquellos territorios que disponen de lo que Isidoro Moreno denominó “conciencia de etnicidad”.

, enseñan antro­pología en la Universidad de Sevilla.
17/09/15 · 8:24
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El carácter plurinacional del Estado español es una cuestión que históricamente nunca ha podido resolverse. En los periodos de crisis social como el actual, los movimientos etnonacionalistas y las aspiraciones soberanistas han repuntado en aquellos territorios que disponen de lo que Isidoro Moreno denominó “conciencia de etnicidad”. Una novedad es que en la Catalunya actual, además de los sectores tradicionales del nacionalismo, este proyecto es compartido, e incluso iniciado, por una parte significativa de los nuevos movimientos sociales, quienes reivindican un soberanismo ligado a una transformación de la estructura social y las relaciones de poder. Esto no significa que los aspectos identitarios no sean importantes: no sólo las fechas históricas y los símbolos han jugado su papel a la hora de cargar de afectividad y de cohesión a las campañas por la autodeterminación, sino que junto a las reivindicaciones étnicas se esgrimen poderosos mensajes antiglobalización.
 

Para el caso de Catalunya nada diferencia las políticas económicas de los gobernantes del Reino de España de las de los gobernantes de Catalunya

Lo interesante es que para el caso de Catalunya nada diferencia las políticas económicas de los gobernantes del Reino de España de las de los gobernantes de Catalunya. Ni siquiera los escándalos de corrupción, que, sin embargo, no han impedido a Convèrgencia subirse al carro de un movimiento soberanista que en su núcleo originario mantiene posiciones radicalmente incompatibles con las políticas de este partido. Y no sólo subirse al carro, sino incluso consolidar su legitimidad para conducirlo. Así, aunque a efectos electorales el presidente Mas no figure en la cabeza de la lista independentista, existen pocas dudas de que una victoria de Junts pel Sí le llevaría a encabezar la negociación de la futura secesión del territorio catalán.

Probablemente si Convergència puede mantener una posición de legitimidad dentro de un movimiento soberanista que es mucho más que un movimiento etnicista es porque, a diferencia del Gobierno del Reino Unido con el caso escocés, el Gobierno español no ha dado la más mínima oportunidad para el reconocimiento de la plurinacionalidad existente. Así, la sola posibilidad de reconocer un pueblo soberano que no sea el español es inaceptable para la derecha política. También es inaceptable para una parte importante de la izquierda jacobina, que ha jugado ambiguamente con el federalismo cuando ha estado en la oposición, manteniendo posiciones decididamente españolistas cuando llegan al poder. Y que ha tratado de mantener el debate en el marco de una Constitución que no proporciona salidas en el contexto actual de reivindicaciones territoriales. Frente a esta posición, el sector pro soberanista opone la primacía de lo político sobre lo legal, alineándose, no sin desacuerdos y contradicciones, con un sector de la izquierda española partidario de un proceso constituyente que implique la revisión no sólo de la cuestión territorial, sino también de la forma de Estado.

Sin punto final

En el contexto actual, ni la victoria de Junts pel Si, ni su derrota supondrán un punto final en el proceso soberanista. Antes al contrario, nos encontramos en una coyuntura en la que esta reivindicación seguirá ocupando un lugar fundamental en las movilizaciones sociales en Catalunya. En definitiva, los movimientos por la autodeterminación reflejan un giro discursivo y programático en el etnonacionalismo.

Los nuevos proyectos aparecen como solución a los problemas sociales generados por un Estado-nación que ha perdido atribuciones en el marco de la UE y de los procesos de globalización, y por las medidas antisociales de recorte. En todo caso, las elecciones del 27S marcan un antes y un después en la historia del nacionalismo en Catalunya, cuya población ha iniciado un poderoso proceso de movilización. Es posible que el avance soberanista en Catalunya acelere el proceso de cambio iniciado en el nuevo ciclo político, tanto por un posible efecto contagio en otros territorios como por la posibilidad, abierta, de reformular radicalmente las instituciones políticas.

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