El referéndum, independientemente del resultado, debe ser una puerta para no dejar que se vaya de la mesa de discusión la importancia y centralidad de la democracia real directa y la voluntad popular como la voluntad que manda y que el gobierno tiene que obedecer.

¿Debería Grecia salir de la eurozona?, ¿por qué, países que habían planeado desaparecer sus monedas nacionales para asumir el Euro como moneda, decidieron no hacerlo?, ¿es el referéndum algo revolucionario o la mínima muestra de coherencia en el delirante absurdo neoliberal contemporáneo?, ¿es la exigencia del retorno del Estado de bienestar realmente posible?, ¿cómo ser solidario con Grecia, con el pueblo griego más allá de la simple retórica?
Evidentemente, la palabra Europa y la palabra Eurozona no son lo mismo. Acaso indica que algunos europeos son más europeos que otros, europeos de primera y de segunda categoría. Al pueblo griego se le chantajea con la idea de que salir de la eurozona es dejar de ser europeo. Lo absurdo es que la denominación de ser europeo de la eurozona depende, en gran medida, de una moneda, el Euro. Hace años, cuando en América Latina nos enteramos de la creación del Euro, imaginamos la emergencia de una Europa unificada y poderosa, hoy vemos que fue un truco que creó una Europa canibalizada por unos europeos sobre otros, pero más allá, una estrategia de explotación desigual del capital financiero global sobre Europa.
No podemos dejar de ver que hoy, la palabra nación, ciudadanía e identidad nacional, están atrapadas en las lógicas instrumentales del capital financiero
Los griegos ya viven fuera de la eurozona, entrar en ella es entrar a un club privado que hace de la posibilidad de ser expulsado el principal motor de pertenencia; como si un pez fuese sacado de la pecera y se le cobrara por meter la cabeza o alguna parte del cuerpo de vez en cuando para no morir, pero eso tampoco es vivir. Claro, la dimensión bélica de la economía que no solamente implica balas sino dejar morir de hambre, nos pone en la difícil situación de quizá, aceptar una existencia a medias que morir fuera de la pecera. ¿Pero, somos peces, es el mundo una pecera?... eso nos quieren hacer creer. No es así.
Independientemente del resultado del referéndum al que los griegos están llamados para este fin de semana, debemos llamar la atención sobre dos cuestiones:
1. La primera eso cómo podrían, los interesados en la explotación del pueblo griego, convertir una acción política en una división entre la gente, entre nosotros.
2. Y la segunda, cómo, ya se preparan los “expertos” para “explicar” el atasco de la política griega simplemente culpando de ese atasco a los que voten por el “si”.
1. Respecto a la primer cuestión, nosotros, los ciudadanos comunes, los que al final del día no contamos con ningún privilegio ni de político de izquierda ni de derecha, debemos evitar mirar con recelo y odio al que votó distinto. La famosa frAse que dice “si el voto sirviera para cambiar las cosas ya lo hubieran prohibido” nos dice que salir a votar, sea en las urnas de una democracia representativa o en el ejercicio popular de un referéndum, no es un acto de un solo sentido, no podemos verlo con ingenuidad ni poner toda la esperanza del cambio en ello, por el contrario, es un acto de doble filo que puede ser instrumentalizado, sobre todo si en convocado por un partido. Hay algo en lo que la izquierda y la derecha partidistas están de acuerdo: la polarización del pueblo les concede a los partidos políticos lo más valioso para las lógicas de despojo capitalista: les concede tiempo. Posponemos la acción de la imaginación radical por la esperanza del voto. Y precisamente se logra encender el ánimo de votar prometiendo ejercicios de imaginación radical. Aunque el discurso político que esta invitando a los griegos al referéndum es emotivo e importante, un acto de coherencia mínima, también es en gran medida falso porque puede, desde el comienzo, dejar fuera el cuestionar si se sigue en esta pesadilla llamada Eurozona.
2. Respecto a la segunda cuestión, baste decir que la izquierda analítica, autónoma u ortodoxa, en su mayoría, hemos dado muestra de una completa ausencia de imaginación en lo que podemos ver como una retórica de la derrota. A pesar de su innegable lucidez y panoptismo, son precisamente estos alardes de comprenderlo todo y de mostrar capacidad para vislumbrar los horizontes posibles, lo que consume toda la energía y el final, las explicaciones no han sabido más que generar una literatura explicacionista de lo que sea que suceda. La realidad se reduce a un tipo de linealidad hermenéutica y nada más. La realidad da paso a una literatura que al final suspira impotente si se “fracasa” o salta jubilosa si se “gana”, pero sin aportar un ápice de imaginación sino, por el contrario, una retórica predecible que quizá, en el 2008 griego pudo sonar novedosa pero que hoy ya no lo es y de la cual la gente se ha distanciado no porque no la entienda sino porque no aporta nada nuevo por radical que suene. La gastada explicación de “no podemos avanzar en la revolución por culpa de los pequeños burgueses” da cuenta de una acartonada capacidad de análisis, hoy absolutamente inservible, como también lo es insistir en dividirnos entre dormidos y despiertos, entre sociedad dormida y movimientos sociales. Estas dicotomías, siendo autocríticos, se han convertido en las grandes zonas de confort del pensamiento “critico”.
No tiene caso dedicar mucho tiempo a lo que Tsipras espera de este referéndum. Sin embargo tendríamos que leerlo desde la perspectivas política, económica y social, aristas de una sola cuestión. El llamado al referéndum posiciona a Tsipras, dentro de la pecera partidista en la esquina de lado izquierdo –los partidos sí son una pecera–. Ante la perspectiva de su probable renuncia al gobierno por un “sí” contundente en el referéndum, sus bonos políticos se irían a las nubes... es un político. El enroque de Tsipras, puede no servir nada en términos económicos para el pueblo griego pero lo refuerza como figura de izquierda en el contexto partidista neoliberal. Esto podría ser un alivio para la lógica oculta del sistema económico europeo que se basa en el juego de ping-pong (el pueblo que vota es la pelota) de las promesas izquierda-derecha. Poder contar con un pueblo nuevamente esperanzado en la rueda sin fin de las elecciones partidistas, en un héroe de izquierda, no nos lleva a ninguna lado. No es el momento de entrar en detalles pero este ha sido el caso de México, en que como pueblo nos hemos manifestado al menos en dos ocasiones dispuestos, de manera mayoritaria al calor electoral, a una nueva revolución mexicana, y han sido los partidos los que han sentido temor de ir más allá de su dimensión partidista y han corrido a refugiarse detrás de las urnas electorales alarmados por la posibilidad de un cambio social. Ha sido el caso claro de el PRD y MORENA, la llamada “izquierda mexicana”. Los altísimos niveles de abstencionismo hablan por sí solos en México y la lucidez de los zapatistas es aun más elocuente agrupando a derechas e izquierdas electorales en lo que ellos llaman simplemente “los partidistas”. Pero regresemos al tema.
¿Qué haría Tsipras y su gabinete si el pueblo griego decide que ya ha sido suficiente de este chantaje de pertenecer a la Eurozona, o que un referéndum no es suficiente; si la opinión de la gente –reflejada o no de manera evidente– rebasa los estrechos límites de un referéndum que no invita a plantear radicalmente la permanencia de Grecia en la eurozna sino que por el contrario, está buscando la legitimidad popular para renegociar las condiciones de la humillación? Otros países a través de referéndums, no aceptaron el Euro porque no hay que ser un genio de la economía para darse cuenta como el Euro ha sido un reordenamiento geopolítico de la explotación y el saqueo. ¿Qué pasaría si el pueblo griego decidiese, por riesgoso que fuera, dar fin a esta pesadilla de ser Euro-amigo de Alemania y Francia?; y no hablamos de Alemania y Francia como naciones –no queremos sembrar el odio entre hermanos por la estrecha visión de nación–, quienes nos asumimos como humanos y hermanas, no nos fijamos en eso, pero sí nos referimos a la idea de nación como enclave del capital financiero global. Porque no podemos dejar de ver que hoy, la palabra nación, ciudadanía e identidad nacional, están atrapadas en las lógicas instrumentales del capital financiero.
El Estado de bienestar es otro gran chantaje. Tenemos que encarar el hecho de que regrese o no regrese, nuestra relación con la dimensión política de nuestra vida cotidiana no puede estar esperanzada a esa ilusión que es la ilusión de encontrar un buen patrón y un trabajo parecido al Nirvana. Aquí incurrimos en una diacronía que debe ser fundamental en la lucha hoy. Debemos poner en primer lugar la solidaridad con aquellos, nuestros abuelos, que han vivido su vida dentro de un pacto social que contemplaba un Estado de bienestar. Nuestra solidaridad debe comenzar con los más viejos, con el pasado, de lo contrario los deseos de un futuro mejor están vacíos y hechos de olvido. Nuestro compromiso pues no solo es con el futuro, sino antes de eso, con el pasado, con el hecho de que en nuestra agenda se debe velar por el respeto a una forma de Estado que ha visto nacer y ve morir a sus constructores y bajo ninguna circunstancia permitir que ese pacto sea simplemente olvidado. El gobierno griego ha visto esto y sabe que, aunque se puede especular con el futuro, es más riesgoso jugar con el pasado. Ese pacto social de bienestar de alguna forma, y para una generación extenuada por la modernidad capitalista, existe, y quienes lucharon por él, con su trabajo y sus fusiles, hoy son viejos y nos necesitan de su lado; los humanos morimos, eso se olvida con frecuencia en los planteamientos románticos de todas las izquierdas, sobre todo a los intelectuales que escriben desde su mullido sillón e invitan con facilidad a todo el mundo a morir por cualquier causa. Antes de preocuparnos tanto por ser jóvenes que quieren una pensión como nuestros abuelos, veamos que nuestros abuelos no sean ignorados y tratados como si sus luchas no existiesen ya. Reconozcamos también que el sistema tuvo mucho más temor de nuestro as abuelos que de nosotros, muchas pistas de cómo mantener a raya al sistema se encuentran en ellos y no en esa soberbia de la imaginación que todo lo tiene que inventar desde cero. Ese es el verdadero comienzo de la lucha por un derecho, el dialogo con el pasado vivo. No dejar que quienes ganaron ese derecho sean olvidados. Para las generaciones que vienen, para nosotros mismos, el trabajo no es un castigo, el problema, es el trabajo en su forma capitalista de producción-explotación que no es un forma reversible ni limitable, por lo tanto no es una forma que pueda ser encausada “positivamente” sino que tiene que ser destruida. Pugnar por exigir el regreso del Estado de bienestar no es una discusión radical sobre cómo vivir hoy. El capital no va a restituir el Estado de bienestar y pedirlo solo da cuenta de cómo se ha creado un cerco de incomprensión y falta de imaginación que debemos romper. Sin duda es este sentido la desobediencia civil seguirá jugando un gran papel.
Ser solidario con el pueblo griego es trascender la retórica abstracta de las consignas vacías de corta vida en internet. Formar grupos de solidaridad a través de internet, por importante que sea, tiene limitaciones, la mayoría de estas iniciativas –no todas– solo se convierten en citas de libros y artículos académicos que en nada benefician de manera real a quienes hoy tienen que vivir en la calle en Grecia o en cualquier parte el mundo. Ser solidario con Grecia es estar en Grecia, es decir, no solo “con” sino “en” y estar en Grecia es estar en lucha en cada lugar en que cada uno de nosotros vive, no simplemente luchando por nuestra supervivencia, sino más allá, es decir, luchando porque nos interesa generar experiencias de lucha capaces de dialogar formando pequeños puntos de luz de emancipación, como algunas estrellas muy lejanas, intermitentes en su luz, pero capaces de crear el nuevo mapa de las constelaciones de la rebelión.
El referéndum pues, independientemente del resultado, debe ser una puerta para no dejar que se vaya de la mesa de discusión la importancia y centralidad de la democracia real directa y la voluntad popular como la voluntad que manda y que el gobierno tiene que obedecer. Más referéndums, cada vez más radicales. Respetemos pues a quienes quieran darle a sus gobernantes una oportunidad política frente a la Troika, y al mismo tiempo, hagamos del referéndum una forma política que llegue hoy para quedarse en nuestra vida política cotidiana, hagamos del referéndum un inicio y no un final.
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