La Grosse Koalition comparte una cultura postdemocrática.
Como todo régimen riguroso de adelgazamiento, el ciclo político iniciado en 2011 va a ser largo, con involuciones y momentos de tensión frente a la nevera. Para situarnos, ya es posible intuir que el final puede consistir en, para entendernos, a) la desaparición de los partidos de la Restauración 2.0, o b) la desaparición de los nuevos partidos y listas que se han formado a partir del pasado año.
Lo que se intuye ya, empero, es el próximo jalón. La Grosse Koalition. Un concepto muy didáctico, en tanto que explica que los jalones están hechos de gelatina y que pueden existir mucho tiempo antes de que existan. Verbigracia: la Gran Coalición existe desde hace años. Se formó puntualmente, con la naturalidad imparable que utilizan las cerezas para nacer, en 2012, con la reforma constitucional exprés, el paso del Estado del Bienestar a, zas, todo lo contrario, un Estado Cobrador del Frac. Aquella ceremonia, en la que participó gobierno PSOE, oposición PP, CiU, UPyD, etc., dibuja lo que es una Gran Coalición. Es la transversalidad del neoliberalismo.
El neoliberalismo, a su vez, no es necesariamente la derecha. Es una ausencia de sensibilidad –social–. Es, básicamente, el predominio de la empresa sobre la sociedad y sus instituciones, que agrupa, a su vez, diversas sensibilidades. Por el mismo precio, esa sensibilidad aludida explica su contrario, los nuevos sujetos políticos y su agenda: son el antiliberalismo. Es decir, las personas y partidos que, en este fin de época, juegan en el equipo contrario a la empresa: la democracia, el aumento de la democracia y la garantía de derechos –vivienda, sanidad, educación, energía, alimentación–. A su vez, no son necesariamente izquierda.
Si se fijan –hummm–, la Gran Coalición ha existido desde entonces en todos los tramos legislativos que no han sido netamente de derechas / que no han caído, de cuatro patas, en el campo semántico PP. De hecho, la derecha ha trabajo poco, pero bien, en este ciclo de crisis democrática. Sólo se ha emitido derecha cuando el Gobierno ha emitido nacionalismo –reforma educativa y respuesta patriótica/oé-oé-oé al Dret a Decidir–, catolicismo –aquel intento de reforma del aborto, la reforma educativa– y lucha de clases en Beverly Hills, como cuando, recuerden, en el trance de votar la Reforma Laboral, un espécimen femenino de la derecha telúrica local –mechas, pikis–, adornó su voto con un “qué se jodan / que le den café, mucho café”.
La Gran Coalición supera a la derecha. Es más que un Club. Es un bloque. Los usuarios de ese bloque tienen muchas cosas en común. Fundamentalmente, una misma cultura, en la que brilla con luz propia el culto a la unidad, a la cohesión, al todos-juntos-contra-el-fuego que, si exceptuamos la lucha contra el fuego, tantos éxitos les ha dado en los últimos 35 años. Carecen de léxico y conceptos para enfrentarse a las directrices del pack troika/UE. Es posible que, incluso, no vean directrices, sino reglas del juego incuestionables, que conforman un oficio normal, el suyo. Carecen de herramientas que, incluso, les posibiliten ver una crisis democrática, de cambio de época, donde ellos ven una crisis económica puntual, de la que podemos salir si estamos unidos, etc. Y, por encima de todo, los nuevos dirigentes y cuadros de este pack carecen –por lo que se ve, y a diferencia de sus ancestros, en los 70– de un buen asesoramiento e información sobre la realidad. Sólo dominan –se diría, y se diría que muy bien– la cultura política española, esa ola por la que han surfeado con éxito, hasta el punto haber llegado a ser dirigentes y cuadros.
Toda esa cultura común entre los sujetos sensibles de grancoalicionarse encima, puede orientar sobre lo sencillo que puede llegar a ser formar una Gran Coalición formal, a tutiplén y 24 houres sur 24. Y lo sencillo, de hecho, que les está siendo. Lo sencillo que les ha resultado fabricar conjuntamente, por ejemplo, la reforma de las leyes antiterrorismo. Esa cosa inquietante, que parece blindar las instituciones y la Consti’78 ante los nuevos sujetos políticos, que es lo que asegura el título de la cosa. Junto a la reforma del Código Penal y la ley mordaza, son tres leyes que han despertado canguelo en la ONU.
Quizás expliquen la violencia de una Gran Coalición –esa cosa creada en Alemania, laboratorio de la Humanidad– cuando se la exporta al Sur. También explican que ya hay una cultura postdemocrática compartida, lo suficientemente intensa como para garantizar esa cosa de difícil incorporación al discurso democrático, que sería una Gran Coalición.
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