Los países azotados por el ébola comparten un pasado colonial.
Entre los Estados de África occidental, Sierra Leona y Liberia tienen dos particularidades. En primer lugar, ambos nacieron a partir de intervenciones explícitamente humanitarias, como respuesta al fin de la trata esclavista atlántica impuesto por los británicos en 1808. La creación de Liberia en la primera mitad del siglo XIX fue la obra de un movimiento abolicionista puritano, la Sociedad Americana de Colonización (ACS), cuyo objetivo era el retorno de los ex esclavos negros americanos a África. A Liberia fueron negros libres americanos y antiguos esclavos con sus familias, que poco tenía que ver con la sociedad en la que se asentaron. Desde 1847, Liberia pasó a ser un Estado formalmente independiente, pero en la práctica, y hasta bien entrado el siglo XX, sus elites mantuvieron relaciones de tipo colonial con los Estados Unidos y hoy constituyen un lobby más de los que aspiran a influenciar Washington. Los británicos, por su parte, y tras prohibir la trata, establecieron en Sierra Leona a los esclavos que “liberaban” de los barcos negreros de otras naciones. Luego volvían a someterlos mediante la conscripción militar y modalidades de contrato semiforzado (indenture). A diferencia de Liberia, Sierra Leona sería formalmente una colonia hasta 1961, aunque luego continuasen relaciones neocoloniales.
La otra particularidad es que en tiempos recientes ambos países sufrieron cruentas guerras civiles, cuyas raíces profundas se remontan a aquellos hechos, y que se enmarañaron en lo que a la postre fue un conflicto regional. La estabilización posterior no ha permitido sin embargo el desarrollo de sistemas sanitarios que permitieran al conjunto de la población a acceder a cuidados médicos básicos. Entre otras cosas, por la aplicación de programas de ajuste, primero, y de “alivio” de la deuda (HIPC) después, condicionados a la continuación de las “reformas estructurales” promovidas por el FMI.
En esto llegó el ébola, por vez primera, al África occidental. Desde la muerte, el día de los santos inocentes de diciembre de 2013, de un niño de dos años, el guineano Émile, la epidemia de ébola ha asolado Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia, y los dos últimos países con especial crudeza, razón por la que me centro en ellos. Guinea, Sierra Leona y Liberia apenas dedicaban un 6,3%, un 15,1% y un 15,5 % de sus respectivos y raquíticos PIB a sus precarios sistemas de salud
La rápida propagación de este virus letal ha tenido su principal impacto en las sociedades de estos tres países. El contagio por contacto, la alta mortalidad y la ausencia de una vacuna (a falta de estímulos económicos para la inversión) son elementos suficientes como para provocar la inquietud. Antes de esta última epidemia Guinea, Sierra Leona y Liberia apenas dedicaban un 6,3%, un 15,1% y un 15,5 % de sus respectivos y raquíticos PIB a unos precarios sistemas de salud que no tardaron en colapsar, en parte por el miedo al contagio. Todos ellos se han mostrado incapaces de hacer frente a la expansión de la enfermedad, al tiempo que detraían esfuerzos de enfermedades más comunes pero no por ello menos graves, como la malaria. Los respectivos gobiernos reaccionaron tarde, al igual que los organismos internacionales. Los primeros casos proliferaron en las áreas rurales por no haber sido aislados adecuadamente, por el contacto humano habitual y por la nula familiaridad con una enfermedad proveniente del África central. Y, todo hay que decirlo, por la menor densidad institucional estatal y el correspondiente control social, ya que apenas hay mecanismos de seguimiento y registro. La información oficial ha sido contradictoria, con cifras de muertos que no siempre estaban relacionadas con el ébola, lo que ha generado desconfianza y la proliferación de rumores. Cuando luego el Ébola se expandió también en medios urbanos, una novedad, solo era cuestión de tiempo que saltara a grandes urbes como Dakar y Lagos, donde sí se ha logrado controlar.
Todo ello ha intensificado la deslegitimación de los Estados respectivos. En Sierra Leona la crisis ha puesto de manifiesto la desconexión entre las élites urbanas –parte de la cual ha podido trasladarse provisionalmente al extranjero- y la mayoría de la población. En Liberia la conflictividad social ha ido aumentando espoleada por la gestión autoritaria de la ex funcionaria del Banco Mundial Ellen Johnson-Sirleaf. El ébola está transformando las relaciones sociales. “El virus ha cambiado nuestras costumbres”, explica el periodista sierraleonés John A L Terry. “Estamos acostumbrados a darnos la mano, a abrazarnos, pero ahora todo el mundo evita el menor contacto.”
En cuanto a la tardía reacción internacional, esta busca ante todo contener la propagación de la enfermedad en África occidental y evitar que se convierta en una pandemia global. Mientras algunos gobiernos sudamericanos han comenzado a aportar personal médico (Cuba) o dinero (Colombia) en el marco de la ONU, los países occidentales no han pasado de las promesas. Por su parte, Estados Unidos, ha anunciado una gestión militarizada de la ayuda a Liberia, como antes hiciera en Haití . Se vuelven a reproducir esquemas neocoloniales, con Francia interviniendo en Guinea, Reino Unido en Sierra Leona y Estados Unidos en Liberia. Con el ébola y el pánico mediático volvieron el discurso humanitario –que ahora apenas se diferencia del discurso de la “guerra contra el terror”–, la imagen estereotipada del África negra como la “tumba del hombre blanco” y el certificado de muerte del “África emergente” con el que la prensa económica occidental pretendía animar a los inversores errantes de otras crisis más abstractas.
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