La transición a la soberanía
Catalunya: de llibertat, amnistía, Estatut d'Autonomia al independència per canviar-ho tot

El independentismo gana posisciones incluso entre muchos de los que se sienten catalanes y españoles a la vez.

, Redacción Asturies
10/10/14 · 12:09

El 15 de junio de 1977 se celebraban en España elecciones democráticas. Catalunya votaría masivamente izquierda y autonomía en una jornada en la que el PSC-PSOE y el PSUC serían los grandes triunfadores con más del 46% de los votos. En comparación con la importancia que jugaría posteriormente, el nacionalismo catalán obtendría en esta primera cita en las urnas unos resultados más bien discretos. De la debilidad del independentismo en aquel entonces, da cuenta que ni siquiera lograría concurrir a las elecciones con una lista propia.

Llibertat, amnistía, estatut d´autonomía había sido el mínimo común denominador que había logrado unificar a toda la oposición catalana durante el antifranquismo. Las izquierdas, y más concretamente los comunistas del PSUC, la principal fuerza del movimiento antifranquista catalán, impulsora de la Asamblea de Catalunya, construiría en la oposición a la dictadura un discurso sobre la problemática catalana que llegaría a ser hegemónico en la transición democrática: la defensa de una Catalunya autónoma en el marco de una España democrática, plurinacional y solidaria. Para los comunistas y el conjunto de las izquierdas Catalunya era una nación formada por catalanes de nacimiento y catalanes de adopción, en la que la recuperación de la lengua catalana debía ser por lo tanto compatibilizada con el respeto a los derechos lingüísticos y culturales de los catalanes castellanoparlantes procedentes de la emigración. Asimismo, la Catalunya autónoma, como territorio más industrializado y próspero de una España con grandes desequilibrios regionales, debía contribuir solidariamente al progreso económico de los demás pueblos del Estado español. El éxito de este discurso catalanista democrático, integrador y federalista se pondría de manifiesto en las primeras elecciones, en las que PSC-PSOE y PSUC obtendrían tanto el apoyo de clases medias y populares autóctonas como de la muchos trabajadores inmigrados, mientras que el nacionalismo pujolista quedaba relegado a la condición de cuarta fuerza política y ERC lograba por lo pelos obtener representación parlamentaria. A la vista del resultado del 15J, el temor de Adolfo Suárez y el establishment español no era a una Catalunya separatista, sino a una Catalunya roja y autónoma, gobernada por socialistas y comunistas, y que pudiera convertirse en un contrapoder al gobierno de Madrid.

Para frenar a las izquierdas, la UCD no dudarían en buscar aliados dentro de la Catalunya de orden y el nacionalismo catalán. El nacionalismo pujolista se convertiría en las elecciones autonómicas de 1980 en el voto útil y la trinchera de todos los que siendo o no nacionalistas temían en Catalunya la formación de un gobierno frentepopulista. Significativamente Pujol recibiría para su primera investidura como presidente de la Generalitat los votos de fuerzas tan dispares como ERC y la UCD catalana. Se inauguraba así la la larga era del pujolismo, en la que el nacionalismo catalán conservador recuperaba la hegemonía del catalanismo y la imagen de Catalunya.

Durante más de 20 años, el pujolismo, lejos de representar un problema para el Estado, sería uno de los pilares de su estabilidad, sobre todo en los momentos en los que los gobiernos del PSOE o del PP necesitaban los votos de CiU para gobernar. Mientras el federalismo de izquierdas fracasaba en la construcción de una alternativa real al nacionalismo catalán, el independentismo, muy marginal en la Catalunya de los años 80 y 90, se convertiría al calor de la arrogante mayoría absoluta de Aznar en una fuerza social y cultural a tener en cuenta. De la mano de una nueva generación de dirigentes procedentes del mundo independentista extraparlamentario, ERC se renovaría, dotando al independentismo de una potente plataforma política con la que nunca antes había contado. Con Josep Lluis Carod Rovira al frente, ERC se convertiría en la principal impulsora de un nuevo discurso independentista alejado de radicalismos y basado en la promesa, apta para todos los públicos, de que los catalanes podrán vivir mejor si se separan de España y dejan de sostener económicamente a un Estado que les “expolia” con impuestos.

Hoy, en un contexto marcado por la crisis económica y política, y el miedo a la democracia del PP y el PSOE, el independentismo gana posiciones incluso entre muchos de los que se siente catalanes y españoles a la vez. Lo que podríamos denominar las izquierdas alternativas catalanas, tradicionalmente más identificadas con el federalismo que con el independentismo, están hoy muy lejos de hegemonizar el movimiento soberanista catalán, pero ven en el independentismo una grieta con un potencial de ruptura democrática y transformación social. Frente a una imagen de España tan poco seductora como la que destilan Mariano Rajoy o Soraya Sáenz de Santamaría, muchos de quienes nunca han sido independentistas como Ada Colau, también se lo están empezando a pensar.

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comentarios

1

  • |
    Helena
    |
    10/10/2014 - 6:41pm
    Otro factor que habría que tener en cuenta, y que no se menciona en este artículo, es que buena parte de los federalistas catalanes se han cansado de esperar, durante décadas, alguna reacción por parte de los federalistas españoles. Ni están ni se les espera. 
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