Hace seis años la quiebra del banco estadounidense por la burbuja inmobiliaria desataba una crisis sin salidas.
Érase una vez un gran banco de negocios llamado Lehman Brothers. La historia de la crisis económica en la que todavía nos encontramos podría empezar así, con aquel 15 de septiembre de 2008, cuando una de las principales entidades financieras de Estados Unidos quebró dejando tras su caída un hueco que comenzó a extenderse a todo el sector financiero del mundo occidental. Lo que falta por explicar es cómo una crisis inmobiliaria (la de las hipotecas basuras o subprime) pudo derrumbar a la mayoría de los grandes bancos norteamericanos y europeos, para pasar luego a ensañarse sobre los Estados y su deuda. Una espiral de la que todavía parece difícil ver el fin: mientras en España el Gobierno de Mariano Rajoy ostenta optimismo sobre los datos de crecimiento económico, en el resto de Europa la situación ha vuelto una vez más a empeorar: Italia ha caído en recesión por tercera vez desde 2007, Francia parece dispuesta a seguirla e incluso la locomotora del Continente, Alemania, ha registrado un pequeño despiste en su senda de crecimiento. Así que se ha vuelto a hablar de una quiebra de la eurozona, cuando sólo hace algunos meses la palabra mágica de todos los gobernantes era “recuperación”.
Las previsiones incumplidas
Innumerables son los economistas, banqueros, políticos que en los últimos años han declarado haber visto, alguna vez, la luz a final del túnel de la crisis. Los primeros anuncios sobre una rápida solución de la crisis empezaron a llegar menos de un año después de la quiebra de Lehman. En marzo de 2009, el Banco Central Europeo (BCE), en su boletín explicaba que “en 2010 la economía debería anotar una recuperación gradual, como respuesta a las medidas de estímulo macroeconómico y a las iniciativas de política económica de amplio alcance, introducidas para restablecer el funcionamiento del sistema financiero dentro y fuera del área del euro”.
En aquel entonces la idea era que se podría poner atajo a la crisis financiera con masivas inyecciones de dinero publico en los bancos: según admitió la misma Comisión Europea, entre 2008 y 2011, Bruselas dio su visto bueno a casi 450.000 millones de euros de ayudas a las entidades financieras, un monto que es más de cuatro veces la actual deuda publica española.
Sin embargo, tanto dinero público desaparecido en los balances de la banca no podía dejar de pasar factura. El multiplicarse de la deuda pública debido al rescate bancario, centró la atención de los especuladores sobre los Estados europeos. Los que nadie pensaba que pudiesen quebrar, se convirtieron en aquel entonces gigantes con los pies de barro: la primera en caer fue Grecia, tras descubrirse que su Gobierno llevaba años falseando las cuentas –con la ayuda de uno de los grandes ganadores de la crisis, Goldman Sachs–. Luego la fiebre de la especulación sobre la deuda y la amarga medicina de la austeridad neoliberal empezaron a golpear a diestro y siniestro. Los efectos se siguen viendo hoy en día: miles de millones de recortes han dejado a lo largo de Europa economías abatidas y, lo que es peor, tasas de desempleo crecientes.
El fantasma de la deflación
Es más, la senda de recortes y privatizaciones ha conseguido despertar otro fantasma hasta ahora dormido en los libros de economía: la deflación. Es que cuando los precios no crecen, las personas no consumen y las empresas no invierten, convencidas de que será más conveniente hacerlo en el futuro por un coste menor. En ese momento, la máquina de la economía capitalista –basada sobre un continuo crecimiento– se atasca.
La amenaza de una nueva caída económica debida a la deflación ha llevado el Banco Central Europeo a intervenir. Su presidente Mario Draghi anunció en el comienzo del curso político un nuevo programa para prestar dinero a los bancos a un tipo de interés aún menor. El BCE lleva tiempo intentando que el dinero llegue a las empresas y a los consumidores a través de préstamos baratos. Sólo que hasta ahora los bancos se limitaban a tener en la caja fuerte todo lo que le prestaba a tipos muy bajos el Banco Central Europeo.
Las nuevas condiciones puestas por los banqueros de Fráncfort deberían empujarles a prestarlo. Sin embargo, la enorme masa de liquidez, que no ha llegado a millones de europeos para reactivar el consumo, ya ha llegado a los mercados, multiplicando el dinero barato para cualquier inversión. No es noticia que tras el anuncio de las últimas medidas de Draghi, las Bolsas europeas han vuelto a brindar con champán. El riesgo, sin embargo, es que se alimenten nuevas burbujas especulativas, convirtiendo los últimos intentos para salir de la crisis en un triste juego de la oca. En el que la vuelta al punto de partida está a la vuelta de la esquina. Mucho más cerca de lo que parece de aquel 15 de septiembre de 2008 en el que quebró el banco Lehman.
Año seis en España
Un tercio de trabajadores pobres
El caballo ganador de la crisis
Tras los primeros años de la crisis, en los que descendió la diferencia entre salarios y activos financieros, la brecha entre el beneficio financiero y las rentas salariales en España es favorable a los “brokers”. Sólo una vez, precisamente en 2008, se invirtió esta tendencia. El 7 de julio, la agencia Efe anunciaba que el patrimonio de las ocho principales sociedades de inversión española es de 2.979.065 millones de euros, casi dos veces el PIB español. La riqueza de los 20 individuos más ricos nacidos en España equivale a la del 20% más pobre. La desigualdad según el índice Gini, que se mide de cero a cien, ha pasado de 31,9 a 35, teniendo en cuenta que cero es la igualdad total y cien, la desigualdad total, lo que supone el mayor aumento de los países de la zona euro. En 2012 se “cruzó el Rubicón” en el reparto de la riqueza, ya que ese año fue el primero en el que el excedente de explotación de las empresas escaló por encima de la remuneración de las personas asalariadas en el reparto del valor añadido de la economía española en relación al PIB.
Más recortes prometidos hasta 2017
En agosto, el Ministerio de Economía presentó un informe para inversores, publicado únicamente en inglés. En éste se anuncia un recorte adicional de 50.000 millones de euros, de los que 30.000 saldrán de los sueldos de los funcionarios y diez mil de las rebajas en los subsidios de desempleo. Desde 2011, dice el Ministerio, se han destruido 377.000 empleos en el sector público.
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