Lento auge de las alternativas sindicales en la crisis.
“Estamos obsesionados con juntar un partido y realmente lo que necesitamos con urgencia es un sindicato”. Quizá la palabra clave de esta frase, pronunciada por el sociólogo César Rendueles sólo dos meses antes de la victoria de Podemos en las elecciones europeas, sea “urgencia”. Ése –la urgencia y la necesidad de “correr”– era el motivo citado por la promotora de Somosaguas para ‘dar el paso’. Tras el 25M, el tablero político se ha movido. ¿Y el sindical (o la urgencia por llevar la ruptura al terreno sociolaboral)?
Si miramos las aguas quietas del sindicalismo de concertación, poco parece haberse movido. La revista SinPermiso, en uno de sus análisis, reseñaba la reacción de UGT y CC OO ante las peticiones de un referéndum sobre el modelo de Estado tras la abdicación de Juan Carlos I. “Méndez afirmó que UGT no la plantearía, pero que en caso de que surgiese la cuestión (¿?) su sindicato es una fuerza republicana”, se indignaban los analistas Gustavo Búster, Antoni Doménech y Daniel Raventós. Comisiones sí se adhirió en un comunicado a la petición del referéndum.
Manuel Garí, un veterano afiliado madrileño a CC OO, piensa que se trata de un gesto que se debe valorar, pero insuficiente. “Si apuestas por eso, lo que debes hacer es comprometerte en una campaña profunda para que se haga realidad”, declaraba a Diagonal. “El problema para CC OO y UGT es que se han quedado sin su gran base, que era la concertación social”, continúa Garí, para quien el sindicalismo de concertación atraviesa una crisis “institucional, política y sociosindical”.
Las cifras de delegados muestran un trasvase de representación sindical entre los dos grandes sindicatos de concertación y otras centrales. Según un informe de CC OO –a partir de una base de datos del propio sindicato–, mientras las dos centrales mayoritarias perdían un 4% de su representación entre 2007 y 2011, el resto de sindicatos definidos por el informe como ‘generales’ (sin incluir los sindicatos vascos, catalanes o gallegos) la aumentaban en un 28%. Las cifras absolutas muestran, no obstante, lo lento de este goteo: a finales de 2011, CC OO y UGT acumulaban un 73% de la representación, con 226.244 delegados y delegadas, siempre según el anuario de 2012 de la Fundación 1º de Mayo (CC OO).
Para Begoña Zabalza, militante feminista y abogada del sindicato vasco LAB, más allá de esta suma de cifras, se deben tener en cuenta otros elementos. “Los sindicatos llamados mayoritarios en el conjunto del Estado no lo son en el ámbito de las luchas sociales”, matiza. “Si se habla de un cambio de régimen tiene que entrar necesariamente la alternativa sindical, e incluso el papel propio de los sindicatos”, y pone como ejemplo la llamada Carta por los Derechos Sociales que promueven en la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra una coalición de sindicatos y organizaciones políticas y sociales. En ella, destaca, la cuestión territorial y nacional se mantiene en coordenadas puramente soberanistas –la defensa del derecho a decidir–, mientras que la parte social “no queda en segundo plano y contiene propuestas fuertes de reparto del trabajo o sobre los derechos de las mujeres y el trabajo de cuidados”.
Contagio y hegemonía
Incluso fuera del juego de siglas pueden detectarse otras lógicas más abiertas. Marta Padrós, nueva secretaria de Género de CGT Catalunya, va más allá del crecimiento de su sindicato en este territorio, que en cuatro años ha aumentado su afiliación entre 2.000 y 3.000 personas hasta alcanzar las 16.000 (de un total de cerca de 100.000 en todo el Estado). Esta central anarcosindicalista es minoritaria en el comité de empresa de Panrico, cuya plantilla en la planta de Santa Perpètua de Mogoda acaba de terminar su huelga de ocho meses contra los despidos. Pero allí, asegura, “dentro del comité de huelga, dentro de las movilizaciones y dentro de la asamblea la gente se está moviendo en coordenadas muy parecidas a las de CGT”. Y esto, dice, ha pasado también en otros comités del sector de la informática.
Fuera de las lógicas hegemonistas, Garí cita la dinámica de contagio creada con las mareas de defensa de los servicios públicos. “Es lo más interesante. Los fenómenos sociosindicales como las mareas o el 22M, ese trabajo entre lo social y lo sindical, no es el futuro, es lo que va a permitir cambiar el futuro”, asegura. Para el otoño, indica Néstor Salvador, del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), se baraja una reedición de estas marchas de trabajadores y desempleados hasta Madrid.
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