Inmersos en un cambio de época
Abdicaciones, elecciones y crisis de régimen

Valoraciones sobre el fin del modelo del 78

05/06/14 · 8:00
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La crisis política es social y territorial. En la imagen, un grupo de manifestantes de la Vía Catalana rodea la sede de La Caixa en Barcelona. / Ramón Fornell

La abdicación del rey Juan Carlos y el desplome de los dos grandes partidos en las elecciones europeas han vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre la crisis de régimen. Aunque PP y PSOE puedan recuperar parte de lo perdido en próximos comicios, y dejando de lado la propaganda oficial que trata de vender las bondades del primer Borbón del siglo XXI, todos los análisis coinciden en que hay una serie de elementos que apuntan a una grave crisis del sistema político. “Cada vez está más claro que esto no es una crisis usual, estamos ante algo más estructural y de fondo: lo que muchos llaman, yo también, cambio de época”, comenta para DIAGONAL Joan Subirats, catedrático en Ciencia Política de la Universitat Autònoma de Barcelona. “Hay muchos aspectos económicos, sociales, laborales y personales que están cambiando y hay un sustrato de fondo: un cambio tecnológico muy profundo parecido al que en su momento implicó la máquina de vapor o el ‘fordismo’; y en cada uno de esos momentos de gran cambio tecnológico y estructural ha habido grandes convulsiones políticas y sociales”.

Salpicada por la corrupción y envuelta en escándalos como el del viaje del rey a Bostuana, el traspaso de poderes en Zarzuela llega cuando la imagen de la institución monárquica atraviesa su peor momento. Un síntoma de crisis de régimen al que se suman el descrédito de los partidos que han gobernado, sus problemas para representar a quienes deberían representar, la inacción de las instituciones y la erosión de lo social y lo público que suponen los recortes y algunas reformas legislativas (aborto, justicia, seguridad ciudadana, etc). Y una crisis económica internacional que en el caso español se traduce en una tasa de desempleo insoportable, una recuperación a largo plazo con gran coste social, y la obligación de cumplir con las directrices, neoliberales, de Bruselas. Muchos cambios, muy importantes, en poco tiempo…

“Es una crisis irreversible”, opina Emmanuel Rodríguez, sociólogo y miembro de Observatorio Metropolitano. “Y debido a la enorme degradación del sistema de partidos y a que el horizonte económico es de estancamiento, es muy difícil que tenga recuperación”. En su opinión, el sistema político “se ha articulado de tal manera que ya lo único que permite como carrera interna a los políticos es la capacidad de colaborar con una élite, la de los distintos partidos, absolutamente volcada a unos intereses propios; no hay ideología, no hay proyecto político. Y esto les hace absolutamente incapaces y totalmente subordinados a los intereses corporativos y financieros”.

Ese proceso de pérdida de identificación ideológica del sistema ha coincidido en los últimos años con una repolitización de la sociedad, fruto de la irrupción del 15M (y los movimientos sociales que le precedieron, suceden y rodean) y del enfado generalizado de la población por la corrupción y la gestión que se ha hecho de la crisis económica (recortes, rescate de la banca, paro, etc). Salvando las grandes distancias con el final del Franquismo, con su ‘ruido de sables’ y su lucha social particular, miles de personas que hace unos años decían “yo de política no hablo” se ven ahora, por su condición de afectadas y/o por convencimiento, asistiendo a manifestaciones o participando en organizaciones sociales y plataformas
ciudadanas
. Un ejemplo de este creciente interés por la cosa pública se aprecia en la aparición en los últimos años de nuevos foros y espacios de reflexión y de debate críticos (en este caso las distancias con el final de la dictadura serían más pequeñas). Hay quien interpreta que este descontento social es el responsable de la caída electoral de PP y PSOE, y del auge de nuevos y pequeños partidos, y supone un síntoma de que el régimen de 1978 ha entrado en su recta final. Ése ha sido uno de los mensajes que Podemos ha utilizado para captar 1,2 millones de votos.

Aunque reconoce que desde el inicio de la crisis y el surgimiento del 15M se ha producido un “proceso social emergente que cuestiona la actual estructuración del reparto de las plusvalías”, el editor Constantino Bértolo opina que más que de cambio de régimen, habría que hablar de cambios en un escenario político donde se sigue representando la función de la dominación del capital, pero con nuevos intérpretes. “Donde mejor se detectaría una crisis de régimen del 78 no sería tanto en los resultados del reciente proceso electoral sino en revueltas como las del Gamonal o Can Vies, porque es allí donde se hace evidente que la política bajo el capitalismo sigue siendo expresión de la violencia estructural, de la lucha de clases”, afirma Bértolo.

Según Mario Domínguez, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, “lo que se pretende al afirmar esto de que estamos ‘ante un final de régimen’ no es sino dar una sensación de apremio y de responsabilidad que interpele a una actuación inmediata al interlocutor, pues el momento histórico que estamos viviendo es el más importante y de alguna forma mágica somos el centro de la historia”. Para Domínguez, miembro de la comisión de Análisis del 15M, “asumir la salida electoral como una herramienta
de lucha revolucionaria” supondría “negar la posibilidad de un pensamiento en perspectiva, insistir en lo urgente (elecciones, frente electoral) frente a lo esencial”.

Si bien comparte con los países del sur de Europa los problemas sociales y políticos derivados de una salida común al problema económico, la crisis española tiene un vocabulario propio. Palabras como monarquía, comunidades autónomas, Congreso de los Diputados o Constitución, incorporadas o recicladas en el sistema instaurado tras la muerte de Franco, han cambiado o perdido su significado 35 años después. Y aunque es posible que para que el régimen cambie es necesaria una derrota de la lógica capitalista, el marco jurídico y político en el que lidiamos con ella se enfrenta ya a su primera prueba institucional real: la consulta convocada en Catalunya el próximo 9 de noviembre.

La cuestión territorial como oportunidad
 

Para Daniel Raventós, economista y profesor de la Universitat de Barcelona, la reclamación del derecho a decidir el estatus político de la actual comunidad autónoma “ha sacudido a la sociedad y a los partidos catalanes y españoles”. “Uno de los más impresionantes ejemplos de partido destrozado por este proceso es el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSOE) [por su negativa a apoyar la consulta]”, señala.
Según Joan Subirats, catedrático en Ciencia Política de la Universitat Autònoma de Barcelona, en el resurgimiento de “los nacionalismos periféricos” en la crisis del 98, el periodo de Entreguerras y la II República “hay una constante: en los momentos en que hay crisis del sistema político, reaparecen con fuerza temas que no han sido resueltos o que se han resuelto mal”. En su opinión, en el escenario de crisis de los partidos mayoritarios y de las instituciones “lo que se está planteando desde Catalunya obliga a un replanteamiento de un sistema político, y esto puede ser una oportunidad desde una lógica instituyente o constituyente”.

 

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