URBANISMO// LUCHAS POR UNA CIUDAD HABITABLE
Los vecinos se rebelan ante la especulación
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VICTORIA VECINAL. En 1998 los vecinos lograron parar el aparcamiento que amenazaba a las zonas verdes de La Alameda./ José Manuel Valdivia

Los mismos fenómenos se repiten
en ciudades diferentes. En apenas
unos años, capitales como Madrid,

29/04/06 · 19:43
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VICTORIA VECINAL. En 1998 los vecinos lograron parar el aparcamiento que amenazaba a las zonas verdes de La Alameda./ José Manuel Valdivia

Los mismos fenómenos se repiten
en ciudades diferentes. En apenas
unos años, capitales como Madrid,
Barcelona, Valencia o Sevilla han
puesto en marcha un frenético lavado
de cara de sus zonas históricas.
Las obras de remodelación se han
multiplicado. Los edificios de diseño
y el urbanismo de vanguardia se han
convertido en elementos cotidianos
del paisaje. Pero más allá de las revistas
de arquitectura y las guías de
viajes, son cada vez más las voces de
urbanistas que alertan contra un modelo
de ciudad basado en el espectáculo
y difícilmente sostenible.

“Los políticos, de la mano de los
constructores, se han lanzado a la
caza del edificio representativo. En
todos partes intentan tener su pequeño
Guggenheim. Como dijo un arquitecto:
se trata de poner la ciudad
en el mapa. Da lo mismo que el edificio
haga o no falta. En el fondo, lo
que le preocupa al político es tener la
foto y aparecer en ella”. Quien así habla
es David Gómez, experto en urbanismo
y miembro de la Plataforma
por la Casa del Pumarejo de
Sevilla. Según critica, se trata de un
modelo más pendiente de realizar
inaguraciones y de ganar votos, pero
que desatiende las necesidades reales
de los ciudadanos.

“Ese dinero luego no se gasta en
otro tipo de cosas: habitabilidad, sostenibilidad,
gastos sociales, edificios
públicos. Eso queda apartado.”, protesta.
“Y no es una crítica que hagamos
sólo los movimientos vecinales,
son informes técnicos de urbanistas
los que señalan que no se puede seguir
adelante con una política de corto
plazo, que piensa solo en la foto”.
Los cambios urbanos, en todo caso,
no afectan sólo a la imagen de la
ciudad. Como se denuncia desde las
asociaciones de vecinos, el mayor
problema reside en los cambios que
viven los propios habitantes. Más de
una vez, la revalorización del suelo
no repercute en una mejora de la calidad
de vida de los ciudadanos.
En esa línea, la reforma de los cascos
viejos se ve acompañada con frecuencia
por la progresiva expulsión
de vecinos con bajo nivel económico,
que pasan a ser sustituidos por
grupos sociales con mayores niveles
de renta. En Europa, el fenómeno se
ha repetido en tantas ocasiones que
ya cuenta con un término para definirlo:
gentrificación, un tecnicismo
procedente de la voz inglesa gentry
(aburguesamiento).

Las asociaciones vecinales más
críticas advierten, además, del papel
protagonista de la especulación inmobiliaria
en todo este proceso. De
hecho, al tiempo que se producían
muchas de estas remodelaciones el
precio medio de la vivienda subía un
150% desde 1997, según datos del
Instituto Nacional de Estadística.
Estas circunstancias, unidas a la privatización
de los espacios públicos,
han provocado el levantamiento de
grupos de resistencia contra la violencia
urbanística. Todos comparten
una misma exigencia: que se atienda
a los problemas de los ciudadanos
antes que al precio del ladrillo.

SEVILLA: EL GRAN POLLO
DE LA ALAMEDA

En Sevilla la agitación vecinal pasa
por el barrio de San Luis-La Alameda.
Situado en el centro urbano,
allí se celebra desde el 30 de marzo
al 18 de junio una exposición donde
se muestran las luchas por la defensa
del barrio. Bajo el nombre de El Gran
Pollo de La Alameda, sus organizadores
han querido reflejar “los trabajos
de resistencia que activistas, artistas
y movimientos sociales estaban
llevando a cabo contra las lógicas
de especulación y expropiación”.
En la capital andaluza, las resistencias
cobraron fuerza a principios
de 1998. A partir de esa fecha, el proyecto
municipal de instalar un parking
en la Alameda fue contestado
por los vecinos. Como forma de protesta
se emplearon medidas innovadoras.
“Para evitar la tala de árboles
se levantó Villa Ardilla”, recuerda
Gómez, “se hicieron casas en los árboles
y hubo gente durmiendo en
ellas. Al final se paró el plan y ganamos
la batalla”.

Años más tarde, la batalla se desplazaba
al barrio del Pumarejo. La
lucha por La Alameda había servido
para unir a diferentes colectivos hispalenses.
En el año 2000 se intentó
declarar en ruinas la histórica casa
del Pumarejo y construir un hotel de
lujo en su lugar. La resistencia vecinal
volvió a oponerse. Los intereses
especulativos volvieron a frenarse.
El objetivo de los vecinos no era
otro que conservar las relaciones sociales
alrededor de la casa. Según
indica David Gómez, “queríamos
que el sitio pudiera seguir siendo lo
que fue históricamente: una casa de
vecinos, que se conservara la mezcla
de viviendas con comercios y establecimientos
de la zona”. Hoy, después
de seis años, el futuro de la casa
aún no se ha decidido. De momento
en 2003 se declaró el interés
histórico del edificio, lo que dificulta
los intentos de especulación.

A pesar de los éxitos, los movimientos
vecinales reconocen que no
pueden bajar la guardia. Algunas luchas
se han perdido. Otras empiezan
ahora. En este momento, uno de los
proyectos que más debate genera es
la construcción del edificio vanguardista
Metropol Parasol en la plaza de
la Encarnación. “Se trata de una serie
de zetas de madera puestas en línea.
Hace poco aparecía en una exposición
del MOMA como ejemplo
de nueva arquitectura española. Esa
es la obsesión”, concluye, “que se les
vea en Nueva York aunque haya que
gastarse 50 millones de euros”.

BARCELONA: CRECER
A RITMO DE EVENTOS

En Barcelona, la imagen ha llegado a
convertirse en la base de su crecimiento.
Así se ve desde la Asamblea
contra el Fórum de las Culturas.
Según explica uno de sus miembros,
la ciudad se sostiene sobre la construcción
de un imaginario colectivo.
Se trata de lo que se conoce como la
marca Barcelona, una estrategia que
en la capital catalana arranca de lejos.
A su juicio, “desde la exposición
universal de 1928 esta ciudad ha crecido
a golpe de eventos”. Para los
más críticos, esto ha supuesto que
las operaciones más especulativas
han aparecido históricamente bajo el
caballo de troya del interés cultural.

En el nombre de la cultura

“Todo se hace en nombre de la cultura”,
denuncian. El Fórum de las
Culturas, un proyecto urbano de
2.500 millones de euros, basado en
valores de paz y solidaridad y al
mismo tiempo patrocinado por
multinacionales y empresas de armamento,
quizás haya sido el mayor
ejemplo de este fenómeno. Sin
embargo está lejos de ser el único.
El plan 22@, con el que el Ayuntamiento
pretende transformar tres
millones de metros cuadrados de la
zona del Poblenou, constituye hoy
el último macroproyecto municipal. La Torre Agbar del arquitecto
Jean Nouvel, rebautizada con decenas
de apodos que hacen referencia
a su forma fálica, cumple en
este caso la función de imprimir un
aire vanguardista a la remodelación
del barrio.

En oposición a estas actuaciones,
se han activado un gran número de
colectivos críticos. Algunas de las
iniciativas más innovadoras tienen
su epicentro en la zona del Raval. El
“plan contra la violencia urbanística”
en Barcelona puesto en marcha
por la coordinadora del barrio es un
ejemplo de ellas. Su objetivo: hacer
visible la insostenibilidad del actual
modelo y proponer soluciones.

Otro modelo de cultura

A su vez, el 8 de abril 200 personas
ocupaban el histórico teatro Arnau
de Barcelona para reclamar la reapertura
de un espacio escénico donde
desarrollar propuestas culturales
gratuitas. Un modelo de entender la
ciudad que, en opinión del colectivo
Espai alliberat per la Cultura, rompería
el modelo de gestión cultural
que “de la mano de la especulación
urbanística” sirve para revalorizar
barrios “a partir de la instalación de
faraónicos museos y centros de cultura
institucional”.
El intento no duró mucho. Esa
misma noche el centro era desalojado
por la Guardia Urbana, lo que
desde el colectivo ha sido interpretado
como una prueba más de que “en
nombre de esta cultura de marca se
quiere acabar con los espacios culturales
críticos, autónomos, experimentales
o disidentes”.

La carrera hacia la ciudad Marca

¿Por qué ahora? En opinión
de Eduardo Gutiérrez, la
multiplicación de las obras
en los centros urbanos se
relaciona con la tendencia
del urbanismo moderno por
la competencia entre ciudades.
“La ciudad se entiende
ahora como un fenómeno
más de mercado, y en ese
mercado tienen que competir.”
explica. “Por eso mismo
todas se lanzan a hacer
grandes proyectos. Es como
si cada ciudad pusiera su
propio anuncio para destacar”.
Se trata, además, de
un fenómeno que se repite
en todo el mundo. Como
señala Eduardo, “las obras
se realizan pensando en el
marketing urbano. La ciudad
se entiende como un espectáculo.
Es lo que se conoce
como la ciudad Marca.” En
la práctica, esta idea se traduce
en que las ciudades
comienzan a aplicar las
estrategias publicitarias de
las marcas. La imagen que
se proyecta importa así más
que las condiciones reales.
“La ciudad ya no se desarrolla
de cara a los ciudadanos.
Es más”, considera,
“éstos dejan de ser ciudadanos
y pasan a ser clientes,
tienen que ser ganados
como causa para que la
marca funcione”.

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