No Volem Autopista surge en 2004 como protesta ciudadana ante la construcción de una carretera que, al llevarse a cabo, parte en dos la isla de Ibiza. La autora, miembro del colectivo, hace un balance de estos años.
Isabel Costa Rivas
Enero de 2004, Sant Rafel.
Un día aparece una convocatoria
de asamblea en la
puerta de la farmacia, ‘territorio
apache’. Se sabe que pretenden
imponernos un proyecto de carreteras
que, de llevarse a cabo, partirá
la isla en dos. Mucha gente no se
lo acaba de creer. Otros sí. Y se oponen.
Es así, en medio de este mar de
dudas y de miedos, como nace la
Plataforma No Volem Autopista (No
Queremos Autopista). Un día de invierno,
en un bar de pueblo. Tan sólo
somos un grupo de personas, expropiadas
algunas, que no estamos de
acuerdo con un proyecto no consensuado;
un proyecto faraónico para
una isla tan pequeña, un proyecto
que destruye nuestro entorno y nos
endeuda para más de 25 años.
Tras unos meses, se suma a nuestro
movimiento gente expropiada de
Sant Jordi y del segundo cinturón.
Pasamos a la acción: recogida de firmas,
caravana lenta de coches, presentación
de alegaciones y primera
gran manifestación. La lucha antiautopista,
‘la revolución del asfalto’,
empieza a conocerse fuera de la isla.
Un triunfo para una sociedad conservadora
y pasiva como la nuestra.
Se inician las obras del segundo
cinturón. Cuando ya están avanzadas,
comienzan las de la carretera
del aeropuerto. Poco después,
las de la carretera de Sant Antoni.
El 25 de enero, a primera hora de
la mañana, se suceden los primeros
enfrentamientos. Excavadoras
de MAB entran en la finca de Pere
Casetes y allí está la Guardia Civil
para defenderlas de los ‘radicales’
antiautopista.
Febrero: empieza la lucha en Ca
na Palleva, que se convierte en todo
un símbolo de resistencia. Cada mañana,
a partir de las 6h, se reúnen bajo
su porche decenas de personas, de
todas las edades y condiciones, por
si vienen las máquinas... La abuela
Margalida no entiende lo que pasa.
¡Si votó al PP toda la vida!
El 27 de febrero empiezan las
obras del futuro túnel de Sant Rafel.
Que la obra pueda afectar a la escuela
del pueblo no les preocupa. A nosotros
sí. No hemos visto ningún
proyecto de impacto ambiental, ni
estudio geotécnico o plan de seguridad.
La noticia del inicio de las obras
no aparecerá en la televisión autonómica.
Para IB3 nosotros somos los
violentos, los radicales, y ellos
(Govern balear y Consell insular) los
buenos, que necesitan antidisturbios
de la península para protegerse de
nuestras armas: cucharas de palo,
cazuelas... y la palabra.
El balance: almendros en flor y olivos
sacrificados, tierra roja y fértil
cuyo destino se desconoce, asfalto
de antiguas carreteras enterrado ilegalmente...
Demasiados intereses en
juego, demasiada corrupción en una
isla tan pequeña. Ahora parece que
el Parlamento Europeo, a instancias
de dos eurodiputadas del PSOE, ha
abierto una investigación. Demasiado
tarde, tal vez cuando salga un
dictamen el daño ya sea irreparable.
Pero estamos a tiempo de pararlo.
En Eivissa, la lucha sigue tras
dos años de protesta. Los días 16 y
17 de junio se celebró en Eivissa un
gran festival antiautopista, coordinado
por el cantante Gerard Quintana.
Su nombre: “Salvemos el Mediterráneo.
SOS Eivissa”.
Los intereses del ex ministro
_ Al tiempo que daña el
medio ambiente, la autopista
genera jugosos
beneficios a empresarios
y políticos con nombres y
apellidos. Los beneficiarios:
Fomento de Construcciones
y Contratas
(FCC) y la compañía Matías
Arrom Bibiloni (MAB)
y, relacionado con ambas
empresas, un nombre, el
del ex ministro de Exteriores,
padre de la actual
consellera de Obras
Públicas y gran magnate
de las finanzas: Abel
Matutes. Este es codirectivo
de FCC, tiene una
cantera en copropiedad
con Matías Arrom Bibiloni
y, en algunos tramos,
parece que las carreteras
se han diseñado en beneficio
de sus empresas,
entre ellas, Zumos Naturales.
A esta crítica Matutes
responde con cinismo,
e insiste en que es el
mayor perjudicado.
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