Nacho Sáinz, David López y Txema
Sáenz son miembros de la asociación
La Tavaya, un colectivo de Logroño
que se dedica a apoyar a quienes sufren
la experiencia de la encarcelación.
Desde hace más de un año, reivindican
su independencia y un posicionamiento
crítico contra el sistema
de reclusión y de marginación.
Forman parte de Baladre, coordinadora
estatal de luchas contra el paro,
la pobreza y la exclusión social.
- INQUIETUDES. “La profesionalización deja de lado toda ideología y preocupación
real por la gente”.
DIAGONAL: ¿Por qué tratáis los temas
de personas presas, menores y
exclusión social?
LA TAVAYA: La asociación la forma
gente que hemos trabajado de
forma militante o profesional en el
mundo de la exclusión social: con
menores, con personas sin techo,
en el antimilitarismo, etc. En ella hemos
confluido gente de movimientos
sociales con ganas de trabajar
en este ámbito y, por otra parte, gente
profesional que está ya cansada
de trabajar con la Administración y
con ONG que se burocratizan y se
olvidan de la gente, en última instancia,
formando parte de los mecanismos
de control del Estado. Aquí
podemos optar por una perspectiva
más crítica y autónoma. Abordamos
estos temas porque ya estábamos
implicados personalmente y como
grupo en ellos. Trabajábamos con
menores en el barrio que pasaban
habitualmente -si no todos directamente,
sí muchas de las personas
de su entorno- por centros de reclusión,
por centros de reforma y después
por la prisión.
D.: ¿Cuáles han sido las actividades
de la asociación hasta el momento?
LT.: Principalmente hacemos talleres
en la cárcel. Son de carácter deportivo
y formativo, y los desarrollamos
en los módulos de jóvenes y
mujeres en el centro penitenciario
de Logroño. Son los módulos más
dejados, por eso nos centramos
más en ellos. También hacemos un
poco de enlace con las familias y el
seguimiento de algunos presos a
los que se traslada a otras cárceles.
Especialmente de aquellos que no
tienen muchos contactos sociales,
que son como “indigentes” en la
cárcel, los que están más solos. Les
prestamos apoyo de tipo material y
personal. También trabajamos la
formación y la divulgación.
D: ¿Cómo vivís la contradicción
entre voluntariado y profesionalización
en este tipo de actividades
sociales?
LT.: Ahora somos todos militantes,
no voluntarios ya que ese término
está hoy en día muy regulado por
organizaciones formales y por la legislación.
Para nosotros es una opción
de vida. El problema es la “profesionalización”
porque deja de lado
toda ideología y preocupación
real por la gente. El vivir de los pobres
es muy chungo. En las ONG y
servicios sociales buscan a profesionales
que no cuestionen lo que están
haciendo y, por lo tanto, que no
tomen ninguna opción política.
Pensamos que los recursos económicos
dedicados a las personas excluidas
serían mucho más rentables
si les llegaran directamente, sin pasar
por tantos filtros y por tantos
profesionales de la exclusión.
Creemos que se debería distribuir
mucho más la riqueza, empezando
por las necesidades de los colectivos
sociales excluidos.
D.: ¿Cuáles pensáis que son los problemas
más graves dentro de las
cárceles?
LT.: El problema de fondo es la prisión
en sí misma, la concepción de
la justicia como castigo, la cárcel
como falta de libertad y las consecuencias
de la cárcel provocando
un “enterramiento” y una “muerte
en vida” de las personas. Partiendo
de esa realidad y que de momento
no se puede cambiar radicalmente,
es decir, que no podemos derruir
las prisiones mañana mismo, nos
preocupa la medicalización de los
presos, el hacinamiento, las instalaciones
obsoletas y deterioradas como
las que vemos en la cárcel de
Logroño, el régimen FIES que es
una auténtica tortura institucionalizada
y, sobre todo, la ausencia de
reinserción real. La legislación permite
muchas alternativas que no se
suelen llevar a cabo o para las que
no se ponen medios.
D.: ¿Cómo valoráis las “experiencias
piloto” como posibilidades alternativas
al encarcelamiento para
algunos presos?
LT.: Hay mucho lavado de cara y de
búsqueda de publicidad con la mayoría
de esas medidas. La ley permite
medidas como la mediación
que se aplican poco, pero que, de
hacerse, bienvenidas sean siempre
que se evite la permanencia en prisión.
Lo mismo pensamos con respecto
a los servicios comunitarios y
otras medidas, pero ninguna de
ellas parece apuntar a un intento general
por buscar alternativas a la
prisión y a la concepción de justicia
que siguen presentes con el mantenimiento
de la cárcel. Creemos que
son parches y que las cárceles sirven
eficazmente para el control social.
Las escasas iniciativas “blandas”
que se hacen conservan el sistema
duro de las cárceles y consiguen
que se cuestionen menos estas
últimas. De hecho, se hacen
algunos experimentos piloto a la
vez que se siguen construyendo muchas
más cárceles. Si no cambia la
política penal y social, y mientras siga
habiendo desigualdad, las cárceles
se van a seguir llenando. La diferencia
es que nuestras iniciativas
parten de las necesidades e intereses
de los presos, de la realidad cotidiana
y del contacto directo con las
personas. Además, cuestionamos el
hecho mismo de que estén en la cárcel
y las causas que les han llevado
ahí. Por ello apostamos más por la
prevención que evite ese destino y
por el desenmascaramiento y la crítica
de las prisiones.
EL PESO DE LA TRADICIÓN EN LAS CÁRCELES
DIAGONAL: ¿Cómo valoráis
las políticas penitenciarias
del Gobierno
actual?
LA TAVAYA: La dirección
de las cárceles son cargos
políticos y parece
que, por lo menos en
Logroño, hay algún cambio
de mentalidad. Pero
también ocurre que la institución
penitenciaria es
muy rígida, con el peso
de toda una tradición y
del trabajo de los funcionarios
que tienen mucho
margen para actuar por
su cuenta con independencia
de los cambios
ideológicos de la dirección.
Por ejemplo, cualquier
funcionario puede
"meterle un parte" a un
preso arbitrariamente para
restringirle sus derechos,
o ponernos dificultades a
nosotros para entrar en
prisión. En definitiva, el
cambio de ideología de
los directores altera muy
poco las cosas, afloja más
o menos los grilletes pero
la institución y las dinámicas
de relación entre presos
y funcionarios siguen
marcándolo casi todo.
Siempre existirán torturas,
agresiones, relaciones de
superioridad, etc.
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