Por una visión feminista de la desobediencia

La desobediencia civil (DC)
es una de las prácticas más
interesantes que deberíamos
aprovechar en nuestro
trabajo político futuro y a la que deberíamos
aplicar todo nuestro ingenio
para acrecentar su marco de acción.

02/12/09 · 0:00
Edición impresa

La desobediencia civil (DC)
es una de las prácticas más
interesantes que deberíamos
aprovechar en nuestro
trabajo político futuro y a la que deberíamos
aplicar todo nuestro ingenio
para acrecentar su marco de acción.

Para Mujeres de Negro contra
la Guerra
la DC es una herramienta
que se enmarca de forma ineludible
dentro del compromiso de la noviolencia;
herramienta, porque debe
emplearse en beneficio de un fin, teniendo
especial cuidado en que no
acabe por convertirse en un fin en sí
misma y quede vacía de contenido;
y noviolenta, no sólo por el carácter
pacifista que entraña, sino también
porque su orientación ha de encaminarse
hacia la transformación social,
evitando quedarse en un hecho
aislado. La práctica de la DC requiere
una coherencia ética entre los fines
y los medios para que se produzca
un necesario cambio social
de mentalidades y de actitudes.
La DC aparece como un acto contra
las leyes injustas de los Estados,
como sucede en Serbia e Israel. Pero
también ha sido un instrumento para
enfrentarse, más allá de las leyes
gubernamentales, a las normas sociales
impuestas por otros actores
armados, como ocurre en Colombia.

Aquí se nos plantea la disyuntiva
de si seguimos pensando en una DC
supeditada a la norma, como una
acción de respuesta o si queremos
ampliar su significado y enfrentarnos
a actitudes y comportamientos
“socialmente aceptados como válidos”.
En este caso, es fundamental
dotarla de un carácter propositivo y
posibilitar que nazca directamente
de la voluntad popular ante las injusticias.
Desde una perspectiva feminista,
el gran atractivo de la DC
es su universalidad, pues cualquier
persona puede participar de ella y
practicarla. Pero esta universalidad
aún está lejos de alcanzarse, debido
a que mantenemos una idea de la
DC constreñida a unas pocas figuras
–generalmente varones– en torno
a las cuales se proyecta el apoyo
social. Y precisamente, esta percepción
es la que deberíamos cambiar,
porque la DC no se entiende si no es
una acción colectiva determinante y
explícita, que conlleva no sólo el
cambio del entorno sino el de nosotras
mismas. Sólo nos hace falta poner
en marcha los mecanismos de
la imaginación colectiva para desarrollar
el gran potencial subversivo
que nos brinda.

Artículos relacionados en este número:

“El camino a recorrer no puede imitar la fuerza de los poderosos”

El antiguo y noble arte de desobedecer

Tags relacionados: Número 114
+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

0

separador

Tienda El Salto