ANÁLISIS // POSIBILIDADES Y CONSECUENCIAS DE LOS PROCESOS DE DIÁLOGO
Okupar y negociar: ¿demasiado corazón?

¿Por y para qué se okupa?
¿Qué significa ‘negociar’?
Al respecto, existen
tantas respuestas como
‘estilos’ de okupación.

04/09/09 · 12:49
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Si se me permite la ironía, el
tema suscita tantas posiciones
encontradas como ocurre
con el fumar: hay practicantes
adictos, frecuentes y ocasionales,
acompañantes pasivos, tolerantes
en la distancia y enemigos
acérrimos. También se echa de menos
el debate abierto, a fondo, y las
decisiones explícitas y precisas.
¿Será porque tenemos todavía muchas
preguntas sin respuesta?

Negociar implica, primero, conversar:
1º con la propiedad del edificio;
2º con la policía; 3º con fiscales
y jueces; 4º con técnicos funcionarios
y con representantes políticos;
5º con organizaciones sociales
y vecinos y 6º hasta con los mass
media. Después, alcanzar algún
acuerdo. Por último, cumplirlo. En
el movimiento de okupaciones, no
obstante, el debate se ha polarizado
sólo en torno a la modalidad 4º
y sobre un solo tipo de acuerdo posible:
conseguir una mínima cobertura
legal del edificio okupado y sus
actividades. Y echando mucha leña
al fuego, lo cual ha retraído a muchos
de posicionarse nítida y públicamente
(y en eso se vuelve a parecer
al problema de fumar, ahora,
dentro de los centros sociales: tampoco
es sólo “individual” y cuesta
mucho gestionarlo a gusto de todos,
si es que sale a flote).

Es cierto que pocas asociaciones
vecinales, culturales o deportivas serían
beligerantes contra la posibilidad
de que el Ayuntamiento les cediese
o alquilase ventajosamente un
espacio donde reunirse y desplegar
su objeto social. También es cierto
que pocas empiezan okupando el
espacio y que ese primer paso las
‘identifica’ ante el resto de la sociedad
y siembra la semilla de las subsiguientes
prácticas alternativas y
autogestionarias de vida a promover
en el edificio. La cuestión de fondo
habitual, pues, es: ¿cuán alternativas
y autogestionarias son esas
prácticas en los centros sociales?
Casi nadie afirmaría que al entrar
en una casa okupada se entra en un
espacio plenamente liberado del capitalismo.
Pero donde a algunos les
irrita hasta la médula que se sacrifique
ese primer pilar (el estatuto ilegal
de la tenencia del inmueble),
otros prefieren dedicar parte de sus
energías a que el mismo no se venga
abajo de súbito y, con él, el resto de
la gente, animales y cosas usufructuarios
de las plantas superiores.
Más interrogantes, pues: ¿es sólo
cuestión de preferencias?

‘Radicales’ y ‘reformistas’

Aunque las experiencias o tentativas
en nuestras cercanías son escasas,
los enfrentamientos ‘internos’
se han manifestado con virulencia:
¿se divide el ‘movimiento de okupaciones’
cuando alguno de los grupos
que lo integran entra en la vía de la
negociación número 4º? Es posible.
Los hechos corroboran que hay colectivos
que hacen mucho para excluir
a los “reformistas negociadores”
de actos comunes (manifestaciones,
por ejemplo) y, a la inversa,
que a éstos ya no les apetece colaborar
con muchos de los “radicales intransigentes”
(u “okupas de primera
generación”). Y, a salto de mata, no
faltan los políticos oportunistas y los
opinadores profesionales para salir
a la palestra con su soniquete de
okupas ‘buenos’ y okupas ‘malditos’.
Ya se sabe, es un dogma militar:
“divide y vencerás”. Menos virulencia
en los debates, más aceptación
de la diversidad dentro del movimiento
(en éste y en otros temas)
y más cooperación real entre los distintos
‘sectores’ (cuando se tercie)
son buenos antídotos contra esos
dos vectores de división y aniquilación
(el sectario interno y el etiquetador
externo).

Para concluir: el punto 4º tiene
pros y contras, a corto y a largo plazo.
Si tiene éxito puede dar estabilidad
a los proyectos alojados, conseguir
más reconocimiento y
repercusión pública de sus prácticas,
e interferir en el modelo oligárquico
y corrupto de la democracia
de partidos. Desventajas: esa
estabilidad suele concretarse en un
oneroso alquiler, para llegar a ella
el esfuerzo de tiempo y tragarse sapos
es considerable, cuando no
queda una frustración por todo el
desgaste sufrido sin resultados palpables.
Negociar, a mi juicio, parece
sólo una forma más de defensa
de la expropiación originaria para
conseguir que más gente ahora y
después pueda reapropiarse colectivamente
de lo que se ha sustraído
a la especulación inmobiliaria.
Nada más, y nada menos.

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