Con un enorme puño al aire las vecinas y vecinos del barcelonés barrio de La Bordeta entraron el 11 de junio en Can Batlló, una antigua fábrica textil.
A finales del siglo XIX la “Fábrica
de Hilados y Tejidos de Algodón:
Blanqueo, estampados y aprestos”,
de la poderosa familia Batlló, era
una de las fábricas más grandes del
país y la primera del barrio en ir con
electricidad en vez de vapor.
Durante la guerra fue colectivizada
por los trabajadores y después fue
devuelta a los propietarios. Con la
crisis del algodón en la década de los
60 albergó a pequeñas y medianas
empresas, por eso algunos la han llamado
“La ciudad de los oficios”.
Quien hizo esta reformulación del
espacio fue Julio Muñoz Ramonet,
que se hizo de oro a base de especulación
y de su colaboración con el régimen
fascista. Unas 200 empresas
de ramos diversos como el de la
construcción o el editorial dieron trabajo
a más de 2.000 trabajadores.
Muñoz huyó a Suiza porque estaba
perseguido por la justicia por evasión
de impuestos y dejó la herencia
a sus hijas. La propietaria actual de
la finca es la Inmobiliaria Gaudir, de
una de las nietas de Muñoz.
- UNA LARGA ESPERA. Hace 35 años el Plan General Metropolitano destinó este terreno a equipamientos y zonas verdes para el barrio, pero los vecinos aún siguen esperando las obras. GUILLAUME DARRIBAU
35 años en el tiempo
En 1976 el Ayuntamiento de Barcelona
aprueba el Plan General Metropolitano
(PGM), que destina todo este
terreno a equipamientos y zonas
verdes. El PGM establecía qué casas
de esa zona tenían que ser derribadas.
Además, desde el Centro Social
de Sants no se quiso presionar para
que se aplicase el Plan porque esto
suponía echar a la calle a los trabajadores.
En este contexto, los industriales
que tenían su negocio en Can
Batlló, los propietarios e inquilinos
afectados por el PGM y la vecindad
que necesitaba los equipamientos
podían verse enfrentados por intereses
distintos, situación que no les interesaba.
Durante la guerra, Can
Batlló fue colectivizada
por los trabajadores y
después fue devuelta
a la familia Batlló
Sin embargo, a finales de los ‘90
empieza a cambiar el panorama.
Muchas empresas no estaban preparadas
para estar en el polígono porque
éste era demasiado antiguo y
empezaron a irse. Parece que Muñoz
empezó a vislumbrar la burbuja inmobiliaria
y propuso a la familia
transformar la fábrica y hacer edificios.
A cambio de la construcción de
60.000 metros de suelo edificable,
daba a los vecinos el resto de terreno
para hacer lo que quisieran. “Como
el PGM no preveía que se construyesen
pisos se aplicó una fórmula: coger
zonas edificables de otros lugares
sobre el papel y trasladarlas al
polígono, a cambio, sacar un trozo
de zona verde y pasarlo al lugar donde
había quitado la zona edificable”,
explica Josep Maria Domingo, presidente
del Centre Social de Sants. De
esta forma el constructor podía hacer
600 pisos, pero era insuficiente
para la propiedad, que quería construir
más y más. Así que el proyecto
quedó parado otra vez en 2002.
En 2003, los miembros de la
Plataforma Can Batlló és pel Barri se
encerraron en la Iglesia de San
Medir (al lado de Can Batlló) pidiendo
que se paralizase el proyecto. La
Generalitat intervino como esponsor
y se puso más terreno edificable en
Can Batlló de la misma forma que
antes, la propietaria ya podía construir
900 pisos. Este proyecto de 2006
es el que sigue vigente.
Así, se creó una junta de compensación
que controlaba todos
los pasos administrativos. Lo primero
que se debe hacer antes de
construir es pagar las indemnizaciones
a las personas afectadas
por el Plan General Metropolitano
y que tienen que sufrir las expropiaciones,
tanto los propietarios
de las casas como los industriales
que tienen su negocio en Can
Batlló. Con el dinero de vender los
pisos sobre el mapa la
Inmobiliaria Gaudir podía pagar
las indemnizaciones y empezar a
dar vida al proyecto. Pero cuando
se estaban publicitando los pisos,
cayeron los mercados financieros
y el proceso se volvió a encallar
porque no había compradores.
Se puso en marcha la
campaña “Tic Tac Can
Batlló”: si no empezaban
las obras en un plazo
entrarían al espacio
En el proyecto hay una serie de
cláusulas que establecen que si pasados
seis años no se hace nada, el
Ayuntamiento puede cambiar el tipo
de régimen. Lo tiene que cambiar
a régimen de cooperación: el
Ayuntamiento pagaría las indemnizaciones
y después pasaría factura
al propietario para empezar a
construir. En noviembre de este
año termina el plazo para hacer el
cambio de régimen y tanto el gobierno
saliente como el entrante
se comprometieron a aplicarlo.
Desde el Ayuntamiento se decía
a los vecinos y vecinas que en 2009
empezarían las obras. Pero después
de más de 30 años de espera
decidieron poner una fecha límite.
Empezaron la campaña “Tic Tac
Can Batlló”: si en junio de 2011 no
habían empezado las obras entrarían
al espacio y empezarían a autogestionarlo.
Con diferentes campañas
por el barrio se fue avisando
de la inminente ocupación.
La conquista del bloque 11
Días antes del 11 de junio la
Administración dio por hecho que
no se iban a empezar las obras y llegó
a un pacto con los vecinos, podían
entrar a Can Batlló, el bloque 11
era suyo. Y este sólo era el punto de
partida. Para la entrada que ya estaba
ganada de antemano, se preparó
una jornada lúdico reivindicativa de
tres días. Tres marchas salieron de
diferentes puntos del barrio y confluyeron
ante la puerta del recinto.
Centenares de personas se congregaron
delante de la entrada y, tras
el sonar de una traca, entraron en
Can Batlló. A ritmo de las batucadas y con un puño gigante encabezando
la marcha, fueron descubriendo
el inmenso espacio.
Conciertos, espectáculos, actividades
infantiles, comidas populares,
exposiciones fotográficas y los inicios
de lo que sería la Biblioteca
Popular Josep Pons marcaron los
primeros días. “Es una alegría infinita
ver cómo desde el barrio organizado
y con empuje podemos hacer
cosas necesarias, y lo podemos
hacer sin la necesidad, es más, en
contra de las administraciones y de
los intereses privados”, se alegra
Toni Piñieiro, del área de comunicación
de la asamblea de Sants.
Centenares de personas
se congregaron delante
de la entrada y después
del sonar de una traca
entraron en Can Batlló
De momento el espacio que tienen
los vecinos en sus manos no para
de crecer, el miércoles 13 de julio
la comisión de negociación se reunió
con el consistorio para que les
de entrega de las llaves que dan acceso
a otra nave de Can Batlló mucho
más grande: más de 80.000 metros
cuadrados. Este miércoles 13
de julio la propietaria incumplió su
palabra al no querer entregar la llave
de la nueva nave que había prometido.
Los vecinos pudieron ver el
espacio, que calificaron de “enorme”
y lucharán para conseguir lo
que se merecen.
- 1.500 LIBROS. El fondo bibliográfico está compuesto por aportaciones particulares. GUILLAUME DARRIBAU
La Biblioteca Josep Pons y mucho más
Ya se puede palpar uno de los primeros proyectos de Can Battló, el de la Biblioteca Popular Josep Pons, en memoria a un compañero del barrio muy activo en las luchas sociales. La inauguración fue el pasado 11 de julio, justo un mes después de la entrada. El fondo bibliográfico lo constituyen unos
1.500 libros de aportaciones particulares, pero se está a la espera de una donación de 3.000 libros de la parroquia de San Medir. «A mí me gustaría
mucho que fuese un foco para la interacción social crítica, un lugar en el que se pueda pasar del conocimiento individual al colectivo» asegura Daniel Martínez, de la comisión de la biblioteca. No solo se trabaja en la biblioteca,
muchas comisiones ya están en marcha: diseño del espacio, negociaciones, actividades, mantenimiento, etc. De momento se está estudiando cómo seguir adelante y aprendiendo a gestionar el espacio, que en un futuro tiene que albergar proyectos varios como la sala de artes escénicas, música y audiovisuales, un comedor, un huerto urbano, una zona de crianza, el mercado de intercambio y muchas otras iniciativas.
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