COLOMBIA // MARCO SOSA, DEL CENTRO DE ESTUDIOS LIBERTARIOS DE BOGOTÁ
“La libertad es un trabajo cotidiano, es acción”

Marco Sosa es miembro
del Centro de Estudios
Libertarios de Bogotá.
Actualmente se encuentra
en el Estado español en
virtud de un programa de
atención a refugiados
políticos hostigados
por su militancia.

15/10/06 · 14:19
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DIFUNDIR LA IDEA. “El pensamiento libertario ha sido poco conocido en Colombia”,
comenta Sosa. El Centro (foto), lleva seis años difundiendo las teorías anarquistas. // Centro de Estudios Libertarios de Bogotá

DIAGONAL: ¿Cómo y cuándo surge
el Centro de Estudios Libertarios
de Bogotá?

MARCO SOSA: El Centro surge en
el año 2000. Es un colectivo de corte
anarquista, que cree en la difusión
del pensamiento libertario como
herramienta de transformación.
En Colombia el pensamiento
libertario ha sido poco conocido y
nos planteamos la acción principalmente
en dos líneas: la cultural,
difundiendo propaganda libertaria,
y la económica, generando asociaciones
de consumidores, redes
de mercado, trueque, etc. También
estamos creando una biblioteca,
con más de 550 títulos que abarcan
desde libros anarquistas y de izquierda,
hasta pensamiento latinoamericano
y universal.

D.: ¿Qué influencia tiene el Centro
de Estudios en una ciudad como
Bogotá?

M.S.: La influencia social es reducida,
no tanto en cuanto a movimientos
sociales o sectores de la juventud
que van al local. Pero no tratamos
de ser un grupo hegemónico
sino que también potenciamos
otros colectivos o luchas autoorganizadas.
El Centro está en una zona
de Bogotá que se llama Chapinero.
Se trata de una zona complicada,
con una fuerte presencia de prostitución,
tercera edad, delincuencia
común y alcoholismo. Es un barrio
en donde es muy difícil trabajar. Sin
embargo, estamos muy ligados a un
barrio de desplazados, donde tenemos
un proyecto autogestionado
desde hace tres años. Allí queremos
iniciar un proceso de cultivos urbanos
autoproducidos. El espacio del
movimiento libertario es mínimo,
pero se va ampliando y hay prácticas
libertarias que no se denominan
como tal, como lo que ocurre
en el Cacarica [ver DIAGONAL nº
32], que son importantes y con las
que hay mucha empatía.

D.: ¿Hay conflicto con otras realidades
políticas de la izquierda?

M.S.: Nosotros somos un sector
más en lucha, y compartimos espacios
con gente de otras tendencias
de la izquierda, pero también con
las amas de casa o los chavales que
les gusta el fútbol. Nosotros queremos
transformar una realidad, no
hay que pensar todos lo mismo, pero
luchamos juntos para avanzar y
construir. La libertad no es un dogma
ciego, es un trabajo cotidiano,
es acción y estamos con la gente
que lucha por la transformación social.
Desde los proyectos que tenemos
de agricultura urbana y cooperativas
de consumidores, estamos
pensando en la opción de afiliarnos
a Sinaltrainal (Sindicato Nacional
de Trabajadores de Alimentación)
que es una de las luchas laborales
de base más fuertes frente a multinacionales
como Coca Cola o Nestlé.
Con este tipo de realidades hay
contacto y colaboración en campañas
contra el Plan Colombia o el
boicot a Coca Cola.

D.: Las últimas elecciones, con una
fuerte abstención, la victoria de
Uribe, la irrupción del Polo Democrático...
¿Cómo sitúan a los movimientos
de base?

M.S.: La victoria de Uribe solamente
demuestra que en Colombia hay
un fascismo disfrazado de sistema
democrático. Un 62% de abstención
demuestra que la ‘democracia’
es un aparato de clase, más allá
de eso no tiene ninguna representación.
Del ‘87 hasta ahora, 2.500
líderes indígenas asesinados, el exterminio
de un partido político
completo como la Unidad Popular,
en el año 2003, más de 200 indígenas
asesinados por paramilitares...
es un panorama bastante oscuro.
A pesar de todo, la fuerza por la lucha
no surge de la reivindicación
económica, sino por la dignidad
humana. En Colombia hay un problema
geopolítico, hay unos recursos
naturales impresionantes, explotados
sin consideración alguna.
Por ejemplo, hay un barrio en Bogotá
donde por motivos económicos,
de construcción de una planta
cementera, los paramilitares
han asesinado a más de 600 vecinos.
Les sale más barato que buscar
un lugar lejano, instalarse y
luego transportar el cemento. Se
utiliza la excusa de que estas víctimas
son líderes comunales y gentes
de izquierda, esas matanzas
incluyen niños, y son personas totalmente
indefensas.

D.: Lo que ocurre en Bolivia o
Venezuela, ¿cómo se percibe desde
Colombia?

M.S.: Lo que allá ocurre es totalmente
distinto. Por ejemplo, en
Colombia se juntaron ‘microempresas’
electorales para formar el
Polo Democrático (agrupación de
partidos de centro izquierda), con
una ambigüedad de planteamientos
muy amplia, alguna gente honesta,
pero también la socialdemocracia
y sectores muy reaccionarios
que legitiman un sistema de
fascismo encubierto. No tienen un
movimiento de base. En cambio,
en Venezuela el proceso viene desde
la guerrilla de Douglas Bravo y
su intrusismo en el ejército para
darle un componente de clase que
mucho después desembocaría en
el chavismo. Y en Bolivia las luchas
de los cocaleros y los movimientos
sociales tienen una relación
política nueva con un presidente
como Evo Morales. La estructura
del poder en Colombia está totalmente
manejada por los paramilitares,
se jactan de decir incluso
que el 50% del parlamento es de
ellos. Así es difícil esperar nada
de la vía electoral.

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