OFICINA DE DERECHOS SOCIALES (ODS)
Un experimento de organización entre autóctonos y migrantes

Las Oficinas de Derechos Sociales llevan ya cinco años de
trayectoria. En noviembre se reúnen en Zaragoza en un
momento de consolidación puesto a prueba por la crisis.

10/10/09 · 11:18
JPG - 77 KB
 
SOBREVIVIR NO ES UN
DELITO. Los vendedores del
top manta piden la despenalización
de esta actividad.

Resulta complicado sintetizar el trabajo,
composición y punto de vista
de una Oficina de Derechos Sociales
(ODS). Surgida hace cinco años con
los últimos estertores del movimiento
antiguerra, esta alianza junta hoy
a profesores y alumnos de español,
abogados, grupos de autodefensa
contra los controles, trabajadoras
precarias de la intervención social o
manteros en cerca de una veintena
de puntos en todo el Estado.

Entre el 6 y el 8 de noviembre, un
encuentro en Zaragoza reunirá a las
oficinas de todo el territorio para definir
análisis y estrategias comunes
en un curso marcado por los controles
de identidad, el desempleo y el
endurecimiento de la Ley de Extranjería,
tres declinaciones que la
palabra-corsé crisis encierra para la
base militante y el entorno de las
ODS. Si los primeros ensayos coincidían
con el auge económico y la regularización
extraordinaria de 2005,
hoy es la amalgama de situaciones
extremas que acompaña a la crisis,
de una ejecución hipotecaria a una
denegación del permiso de trabajo,
la que pone a prueba el movimiento
construido estos años.

“Las oficinas han creado un espacio
de reconocimiento común de
nuestras luchas y nuestros derechos”,
reflexiona Gerardo, de la
Coordinadora de Inmigrantes de
Málaga (CIM), el grupo que junto a
Precarios en Movimiento puso en
marcha una de las primeras ODS.
Vista desde fuera, esta frase puede
resultar retórica. En la práctica, los
grupos de aprendizaje de español llegaron
a tomar el curso pasado la forma
de grupos de autodefensa contra
los controles policiales. Al calor de
los centros sociales han surgido también
precarias iniciativas de autoempleo,
como el comedor de La Casa
Invisible, donde trabajan afines a la
CIM, o el taller de serigrafía en el
Patio Maravillas (Madrid).

Sindicalismo social

Una de las hipótesis sin las que el
trabajo de una ODS resulta difícil de
diferenciar de una asesoría laboral
es la del ‘sindicalismo social’. En
una de las recién llegadas, la ODS
de Nou Barris (Barcelona), la aspiración
cuenta con una base muy diferente
a la mayoritaria en las oficinas.
“Nosotros estamos en la fábrica
y en los sindicatos”, cuenta Paco, uno
de los miembros de la oficina en este
barrio de fuerte tradición asociativa.
“Pero el sindicato no nos sirve para
llegar al territorio”, resume para definir
sus primeros pasos, enfocados
a la organización de los sectores
precarios y al seguimiento de los
problemas de vivienda.

La idea del sindicalismo social se
hace carne en los grupos inmersos
en situaciones distintas a la tradicional
relación patrón-obrero. La red de
vendedores del top manta crece rápidamente
y las primeras experiencias
en Madrid y Terrassa ya tienen
reflejo en Barcelona, en la Costa del
Sol y en Bilbao. Y en Madrid, las mujeres
de la Agencia Precaria trabajan
junto a la asociación Sedoac por la
autoorganización y los derechos de
las empleadas domésticas.

 


 

Puntos clave
en peligro

Las ODS de Málaga y del barrio de
Malasaña (Madrid) están pendientes
del posible desalojo de sus respectivas
sedes, La Casa Invisible y el
Patio Maravillas. En el caso de Málaga,
la negativa por parte del Ayuntamiento
a reconocer la gestión ciudadana
de una nave okupada ya ha
supuesto desde el curso pasado
que las asesorías legales de la ODS
se impartan sólo en el local del sindicato
CGT. Sin la Invisible peligraría
este nexo para el activismo artístico,
migrante y precario. Y decenas de
alumnos de español, trabajadoras
con y sin papeles y b-boys ven amenazada
la continuidad de las actividades
que realizan en el Patio Maravillas,
uno de sus pocos espacios de
referencia en el centro de Madrid.

+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

0

separador

Tienda El Salto