La dirigente de la Confederación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (CONAMURI) nos acerca al proceso de transnacionalización del movimiento campesino.
- PROTAGONISMO DEL CAMPESINADO. “Nuestro principal objetivo es seguir luchando desde abajo”
DIAGONAL: La CONAMURI tiene
diez años de existencia. ¿Cómo
nace la organización?
MAGUI BALBUENA: Su surgimiento
viene de la necesidad de articular
un movimiento específico de
mujeres rurales, campesinas e indígenas,
con peso social y político en
Paraguay. Una organización de género,
clase y etnia con orientación
socialista. Había ya varios comités
de mujeres campesinas e indígenas
en los departamentos, pero ninguno
de dimensión nacional.
D.: ¿En qué momento el movimiento
campesino paraguayo plantea
una articulación internacional?
M.B.: Con la dictadura paraguaya
muchos militantes nos exiliamos en
Brasil. A partir de 1975 establecimos
relaciones con la Central Única
de Trabajadores brasileña y con
la Confederación de Trabajadores
Agrícolas. En 1980 se crea el Movimiento
Campesino Paraguayo,
donde milité, y participamos de actividades
como el Encuentro contra
el Pago la Deuda Externa en São
Paulo, en 1987. Toda esa construcción
rindió sus frutos y fundamos
en 1985 la Coordinadora de Organizaciones
Campesinas del Cono Sur,
que antecede a la Coordinación Latinoamericana
de Organizaciones
Campesinas (CLOC) en 1994 que, a
su vez, es la base para el surgimiento
y consolidación de La Vía Campesina
en América Latina.
D.: ¿Cómo se da el salto a la alianza
con La Vía Campesina?
M.B.: La mayoría de las compañeras
no había oído hablar de La Vía
porque venían de colectivos muy
pequeños, por lo que hubo que
plantear un largo trabajo de instrucción
y debate sobre la importancia
de la unidad internacional.
D.: ¿Qué discusiones salieron en este
proceso?
M.B.: Salió a la luz una gran variedad
de temas, empezando por la solidaridad
internacional que había
recibido Paraguay durante la dictadura.
También la importancia de
unirnos a movimientos afines de
nuestra región y del mundo y ver
que no estamos solas. Uno de los temas
clave es que nosotras, las mujeres,
tengamos un protagonismo
dentro de La Vía.
D.: ¿En qué medida ha repercutido
en vuestras dinámicas participar en
redes internacionales?
M.B.: Ha ampliado nuestros horizontes.
Nos hemos dado cuenta que
la globalización tiene que ser confrontada
con una política con visión
global. El contacto con las organizaciones
campesinas de otros países
ha permitido generar un marco
de socialización común, una articulación
y contacto constante, campañas
y capacitaciones conjuntas,
intercambios de experiencia en
campos como producción o educación.
Todo eso enriquece y fortalece
la lucha en el interior de nuestro país.
Además, las intervenciones de
La Vía Campesina ante organismos
como la OMC o el FMI contribuye a
visibilizar en nuestros países problemáticas
comunes como el monocultivo
para la exportación, la explotación
de las transnacionales, los
transgénicos o los agrotóxicos.
D.: En La Vía también participan organizaciones
campesinas del Norte,
¿Cómo valoras esta diversidad?
M.B.: Las organizaciones europeas
tienen un papel político fundamental
en el sentido de generar ideas,
crear conciencia, presionar y criticar
a los organismos internacionales
y la UE y su modelo desde dentro.
La denuncia permanente de los
hechos que ocurren en el Sur es otro
elemento. También sufren en su
propia piel los efectos del neoliberalismo
en el campo. Por todo ello los
compañeros del Norte son aliados
estratégicos. Con La Vía Campesina
estamos demostrando que podemos
construir nuevas formas de relaciones
entre los pueblos, horizontales
y solidarias, que no responden
a intereses mercantiles.
D.: ¿Cuáles son los retos para profundizar
en la transnacionalización
y en la transformación social?
M.B.: Hemos ido acumulando fuerzas
y creando alianzas durante los
últimos 30 años entre movimientos
de América Latina y del mundo.
Quizás el principal reto sea discutir,
consensuar y presionar por un modelo
de desarrollo en el que los
movimientos campesinos tengan
mayor protagonismo. También el
seguir luchando desde abajo: por
un lado, por el cambio de conciencia
a través de nuestro trabajo de
base y, por otro, para movilizar y
presionar a los gobiernos y lograr
cambios más estructurales. Para lograrlo,
es importante aprender de
movimientos de otros países como
el MST. En Paraguay tenemos una
mayor tradición de enfrentamiento,
pero nos sigue costando construir
en el día a día avances concretos como
políticas de asentamiento o un
trabajo educativo fuerte. Otro reto es
la Carta de campesinos que hemos
presentado ante la ONU, porque
los campesinos somos un sector
muy desprotegido por la legislación
internacional. Necesitamos
este reconocimiento para apoyar
la defensa de nuestras comunidades
y cultura, tierras y territorios.
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