Tras una larga travesía en el desierto, la central
anarcosindicalista celebra su centenario en un contexto
marcado por el crecimiento y el recambio generacional.
“Intentamos que los trabajadores
recuperen la conciencia de clase”
“Para lograr su independencia la mujer
necesita del trabajo y por consiguiente
éste es penoso y mal retribuido.
Proponemos que el salario
responda a su trabajo con idéntica
proporción al del hombre”. La declaración,
que sin duda podría pertenecer
al manifiesto del último 8 de marzo,
fue formulada el 1 de noviembre
de 1910. Junto a demandas que hoy
nos parecen elementales como la jornada
de 8 horas o el fin del trabajo
infantil, forma parte de las resoluciones
del congreso fundacional de la
Confederación Nacional del Trabajo
(CNT), un sindicato que años más
tarde se convertiría en la organización
más poderosa de la clase trabajadora
del Estado español.
Pero lejos
quedan hoy aquellos “años gloriosos”
donde auténticos visionarios como
Juan Peiró o Federica Montseny,
atravesados por ideas comunistas libertarias,
antimilitaristas, laicas y naturistas,
dieron cauce a la llamada
Revolución Social de 1936. Lejos una
época en la que, con más de un millón
y medio de afiliados y en plena
Guerra Civil, la CNT logró colectivizar
centenares de explotaciones agrícolas
y amplios sectores industriales
de Aragón y Catalunya.
Aunque implantada en todo el
Estado, con sus aproximadamente
10.000 militantes, la CNT, que hoy
celebra su centenario, es un sindicato
modesto, pero con gran proyección
de futuro. En palabras de su responsable
de Comunicación, Miguel
Á. Fernández, “tras la travesía en el
desierto que se dio desde mediados
de los ‘80, con el cambio de siglo se
produce un notable aumento de la
afiliación, algo que se ha consolidado
e incluso aumentado de manera
exponencial en los tres últimos
años”. Atrás queda un periodo marcado
por las luchas intestinas y las
escisiones, una de las cuales dio origen
a la actual CGT.
El auge de algunas
confederaciones regionales como
Galicia, Catalunya o Andalucía,
“que actualmente está imprimiendo
un ritmo frenético”, y la creación de
nuevos sindicatos (Santander, Gandía,
Las Palmas...), dan fe de una revitalización
en la que la juventud es
protagonista. Mientras “la edad media
de otros sindicatos es muy alta”,
en CNT “hay un relevo, una nueva
generación de militantes, que tienen
unos 30 años y están asumiendo tareas
de responsabilidad”, afirma Ana
Sigüenza, secretaria general de la
central de 2000 a 2003. Para esta profesora
madrileña, la primera mujer
en el Estado español que ha ocupado
ese cargo en un sindicato de ámbito
estatal, la atracción que ejerce la organización
en muchos jóvenes tiene
su origen en su particular modelo
sindical: “Si abogas por un sindicalismo
tradicional electoralista hay
sectores, muy desregulados y en los
que trabaja mucha gente joven, que
van a quedar fuera, como hostelería,
comercio, transporte o comunicación.”
A diferencia de las centrales
mayoritarias, la CNT, que tampoco
acepta subvenciones ni liberados, se
opone frontalmente a participar en
los comicios sindicales y rechaza los
comités de empresa. Como alternativa,
propone la asamblea de trabajadores
y las secciones sindicales. Con
estos mimbres, no es de extrañar
que, como señala Miguel A. Fernández,
“la mayor cancha de pelea de
nuestra organización se encuentra
en la mediana empresa, que es donde
mayor protagonismo y logros sindicales
está obteniendo mediante la
firma de pactos extraestatutarios; en
sectores nuevos como arqueología y
forestales y, por supuesto, en el ámbito
del trabajo temporal y precario
que, por no basarse en las elecciones
sindicales, ha sido abandonado por
los sindicatos mayoritarios”. En este
marco y con la crisis como mar de
fondo, la confederación tiene hoy
dos prioridades: la lucha contra el
paro y el fomento de la autoorganización
de los parados y la oposición
a las “reformas laborales”.
Suso García, de la CNT de Betanzos,
un sindicato que en dos años ha
logrado una notable implantación
en la localidad coruñesa, observa la
actual recesión económica en términos
de oportunidad: “la CNT debe
aprovechar este momento para hacer
mucha acción sindical, trabajar
por los trabajadores y convertirse
en un referente de lucha”. Para ello,
continúa, “hay que ser generosos,
no sectarios y tener mentalidad
abierta.” Con esta receta, el sindicato
de otra localidad pequeña,
Lebrija (Sevilla), logró hace poco
más de un año que el 90% de los establecimientos
del pueblo cerrase
en una huelga general contra el paro
y por “el reparto justo del trabajo" (ver abajo). Para muchos,
Lebrija marca el camino de una organización
que, después de ocho
años de espera, celebrará en diciembre
su X Congreso Confederal.
Movimiento libertario
Aunque no es extraño verla en
movilizaciones sociales como las
luchas contra el TAV en Euskadi o
contra la refinería de Tierra de
Barros en Extremadura, por poner
dos ejemplos actuales, en el llamado
movimiento libertario la CNT
siempre se ha centrado en la actividad
sindical, dejando a Mujeres
Libres las cuestiones de género y a
la Federación Anarquista Ibérica
(FAI) y a las Juventudes Libertarias
(hoy Federación Ibérica de Juventudes
Anarquistas) el trabajo más
político o ideológico. Junto a estas
tres entidades, cuya presencia es
actualmente escasa, la Fundación
Anselmo Lorenzo se encarga, a través
de investigaciones y de la custodia
de documentos, de preservar
la memoria del movimiento.
Lebrija marca la senda
Victoriano Vela, que en 2003
puso en marcha la CNT de Lebrija
(Sevilla) junto a otros trabajadores
provenientes del SOC, asegura
que desde el 18 de febrero
de 2009 es frecuente toparse en
la sede sindical con personas
que preguntan: “¿Éste es el sitio
donde ayudan a los trabajadores?”.
Ese día, después de “cuatro
meses de estudio, preparación
y mucho trabajo”, recuerda
Vela, el sindicato logró todo un
hito: la paralización del 90% del
tejido productivo de la localidad
(26.500 habitantes) en una
huelga general convocada contra
el “enchufismo” fomentado por
el Ayuntamiento (PSOE-IU) y por
el “reparto justo del trabajo”. Por
ende, a pesar del boicot de UGT
y CC OO y con la ayuda de
30.000 octavillas que repartieron
en los días previos, el sindicato
consiguió que 2.500 personas
secundaran una manifestación
convocada en solitario. Tras la
huelga, la CNT de Lebrija no sólo
ha pasado de 70 a 120 afiliados.
Sobretodo, subraya Vela,
“nos hemos ganado el respeto
de la gente. Todo el mundo ha
entendido que la CNT es un sitio
de honradez, un lugar donde se
ayuda” a los que menos tienen.
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