ALTERNATIVAS DE BASE: NUEVAS ALIANZAS POLÍTICAS Y FORMAS DE INTERVENIR
Centros sociales gallegos, motores para el conflicto y la confluencia

Galiza está inmersa en
una ola de movilizaciones
populares. Contexto en el
que despuntan prometedores
procesos de encuentro
que se plantean
romper con el escenario
de luchas fratricidas
habitual en la izquierda.

21/06/07 · 0:00
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1 DE MAYO EN VIGO. Miles de personas recorrieron las calles de Vigo durante el Día del Trabajo. Además de los sindicatos tradicionales,
una amalgama de grupos de izquierda se manifestaron por los “derechos sociales”. / gzifoto.com

Los conflictos se encadenan: desde
la nueva huelga y las movilizaciones
de los trabajadores del metal de
la comarca de Vigo, encabezadas
por las multitudinarias marchas de
los trabajadores de la Naval por el
cumplimiento del convenio, hasta
las movilizaciones vecinales y de
las mariscadoras contra la planta
de regasificación, en Ferrol -con
bloqueos de la ría incluidos-, pasando
por el conflicto de las operarias
de Atento o la acampada de los
funcionarios municipales en A Coruña.
Luchas muy dispares con un
elemento común: la contundencia
de la respuesta policial.

A este escenario se suman otras
luchas que multiplican la diversidad:
movilizaciones de estudiantes,
manifestación contra la cumbre del
G-8 en Compostela, etc. Los hechos
más recientes son la okupación en
Vigo, el 26 y 27 de mayo, de una antigua
panificadora para realizar un
encuentro de Centros Sociales (CS)
gallegos. Algunos militantes califican
la situación de “nuevo tiempo
de luchas frente al poder”. Lo que es
indiscutible es que hay un rico sustrato
para la aparición de experimentos
políticos tales como procesos
de reconfiguración y cooperación
entre sensibilidades políticas
variadas -independentistas,
activistas sociales sin adscripción, libertarios-.

Para Branda, activista del CS
Atreu Invisiveis, de A Coruña, Galiza
es un territorio con grandes
irregularidades en las tradiciones
autoorganizativas aunque en ella se
encontraría una red social articulada
en diferentes tiempos y formas.
Afirma que pese a ser cierto que las
luchas con una matriz clásica se
mantienen, las experiencias de autonomía
de los movimientos están
tomando un cariz cada día más importante,
tanto en la praxis como
en la producción de discursos. La
conjugación de dinámicas como las
luchas por el territorio o la consolidación
de redes de CS serían una
muestra de ello. Confluencia que
empezarían con la autoorganización
materializada este 1 de mayo
con la convocatoria en Vigo de un
bloque precario, o las jornadas por
los espacios sociales antes mencionadas,
ejemplos de una red de movimientos
que lucha por encontrar
la bisagra entre nuevos y viejos sujetos
del cambio social.

Para Tone, del mismo CS, es precisamente
en el marco de la citada
confluencia de grupos de personas
en situación de precariedad de A
Coruña, Compostela, Vigo y Ourense
donde nace este cuerpo. “Las
redes informales han sido de gran
valía para lanzar este proceso, pero
ha sido el 1 de mayo el evento en el
que, sin una planificación previa
formal, se materializó un bloque
que se aventura a poner en común
estrategias de reivindicación de espacios
sociales, pero también de
derechos sobre la renta o la vivienda,
mediante el conflicto y la no
mediación de actores vetustos”, declara.

Ambos reconocen que esta
red es aún un frágil proceso, potente
pero reducido, y esperan que
pueda materializarse en nuevas
propuestas y que siga sumando singularidades
ante el hartazgo generalizado
que la representación y las
formas grises de movimiento llevan
aparejadas. El conflicto tiene
colores, y éstos tienen que ser vivos,
remachan.

Para estos activistas, la llegada al
Gobierno autonómico de BNG y
PSG tampoco asegura unas relaciones
tranquilas. Las redes que están
comenzando a trabajar cooperativamente
no parecen ni las mejor colocadas
ni las más dispuestas para
la interrelación con los partidos de
gobierno en parte carentes de voluntad
o inteligencia política para
analizar las claves sociales -PSOE-
y en parte acostumbrados a restringir
el diálogo a los ‘hijos del cuerpo’ -BNG-. Por lo que es difícil aventurar
momentos que no sean de indiferencia
o conflicto, remachan.

No se sienten parte del ‘continuum’
político existente. “Apostamos
por crearles situaciones incómodas
que permitan ganar espacios,
aunque sean pequeños o
temporales, de ingobernabilidad y
contrapoder. Son los propios partidos
los que ‘facilitan’ a las partes
más combativas del movimiento un
devenir autónomo”, afirma Branda.
Para Tone, “la ausencia de marcos
de diálogo y el poso de descrédito
sobre lo institucional crean un humus
que se ve fraguar en cada pico
movilizador (Prestige, guerra, incendios...).

Las luchas por la vivienda
son otro ejemplo, como los grupos
de precarias o en los movimientos
estudiantiles. Las perspectivas
de futuro son muchas y variadas,
pero es necesario seguir abriendo
espacios de confianza” concluye.

Centralidad de la okupación
_ Para Tone, la reformulación
del CS como
espacio de agregación
y consolidación
del conflicto, como
«espacio-fuerza»
desde donde mirar a
las instituciones políticas
clásicas, es evidente.
Para él, en los
últimos años asistimos
a una efervescencia:
tras el cierre
municipal del CSA Mil
Lúas (A Coruña) y la
resistencia de clásicos
como Casa Encantada
(Compostela)
o A Cova dos
Ratos (Vigo) han
emergido espacios en
todas las ciudades
gallegas, muchos ligados
al independentismo,
pero
que se han ido
abriendo hacia un
horizonte más plural.
La aparición de nuevos
espacios (okupados)
parece señalar el
camino para la parte
más desobediente del
movimiento. Para
Branda, «la vía de la
okupación es particularmente
interesante,
especialmente en la
gestión del conflicto.
En el contexto de un
territorio político como
el gallego, desencadenar
dinámicas de antagonismo
puede ayudar
a superar algunos
clichés sobre el empleo
de la fuerza».
Tone remata: «En un
contexto como el
actual en el que la
constante criminalización
de las prácticas
activas de lo plural es
apabullante, la estrategia
de tensión siempre
trata de atraer al
movimiento hacia la
exclusión a través de
la violencia criminalizable.
Esta pedagogía
del contrapoder
puede ser un elemento
dinamizador».

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