EXPERIENCIAS DE TRUEQUE: ANÁLISIS DE LAS PRÁCTICAS DE INTERCAMBIO DE CONOCIMIENTOS
Bancos de tiempo para compartir

Las iniciativas de trueque de servicios medidos en términos de tiempo, popularizados como bancos de tiempo, se enmarcan dentro de la economía social o alternativa, promoviendo redes basadas en la solidaridad mutua sin intervención de moneda ni capital. Desde tiempos inmemoriales, la
ayuda mutua y redes de intercambio comunitario de servicios y conocimientos surgen la mayoría de las veces por situaciones de necesidad, pero también organizadas a través del tejido asociativo.
Texto de David Arenal

18/01/07 · 0:00
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Dibujo: IRENE CUESTA

En la génesis de los bancos de tiempo
reseñamos varias experiencias
europeas de los años ‘80 como el
Sistema de Comercio e Intercambio
Local (LETS, por su siglas en inglés)
del Reino Unido, el Sistema de Intercambio
Local (SEL) o el Movimiento
de Redes de Intercambios
Recíprocos de Saberes (MRES), ambos
en Francia. En Cataluña surgen
las Redes de Intercambio de Conocimientos
en Castelldefels, Girona,
Barcelona, L’Escala y Mataró.

En cuanto a antecedentes propios
de banco del tiempo como tal,
destacan dos experiencias: los Time
Dollar estadounidenses (Time
Bank en Reino Unido), extendidos
después por todo el mundo y orientados
a la mejora de las condiciones
de vida de los colectivos más
desfavorecidos, y los bancos de
tiempo del sur de Europa, especialmente
de Italia (actualmente hay
más de 300), la mayoría creados
por redes de mujeres como medida
de ayuda a la conciliación personal,
familiar y laboral.

En el Estado español en la actualidad
hay múltiples experiencias de
trueque de servicios, de muy diversa
naturaleza. En primer lugar, los
organizados por colectivos sociales
y vecinales, como una más de entre
diversas iniciativas de autoorganización,
economía alternativa, consumo
responsable y mejora de la
calidad de vida a través de una gestión
humana y sostenible de los
usos del tiempo. Como ejemplos,
las madrileñas Cooperativa Trueque
en acción de bienes y servicios
de Ecologistas en Acción, el Banco
del Tiempo del Plan Comunitario
de Carabanchel Alto, la Cooperativa
de trueque el Foro o el Trocódromo.
En Baleares la asociación
de Trueque de Baleares COR, en
Andalucía el Trueque Kotruco de
Córdoba, o en Cataluña la Xarxa
d’Intercanvi de Nou Barris de Barcelona
y el mercado anual de trueque
de Banyoles (Girona).

Por otro lado se producen las de
iniciativa y gestión municipal, habitualmente
provenientes de concejalías
o delegaciones de Participación
Ciudadana o bien de Mujer,
vinculadas a políticas de conciliación
y a favorecer los usos del tiempo
de las mujeres, a menudo subvencionadas
por iniciativas comunitarias.
Múltiples ejemplos en barrios
y localidades de Cataluña y
Madrid, así como Valladolid, Sevilla,
San Javier, Alicante, Pamplona,
Chipiona, Bilbao o Granada.
Y en tercer lugar, destacan algunas
experiencias de banco del
tiempo monográficos o temáticos,
relativos a un tipo de servicio o a un
colectivo destinatario concretos.

Lazos de ayuda mutua

Un primer y evidente objetivo es el
establecimiento de lazos interpersonales
de solidaridad mutua que
promueven un sistema económico
alternativo a partir de una riqueza
social que se comparte en interacción
y confianza con el resto de integrantes
de una red comunitaria.
Se parte de la premisa de que todos
sabemos hacer cosas. Frente a la
posible respuesta de “no sé hacer
nada” se propone una mirada interna
a toda la riqueza que atesoramos
y que apenas valoramos como
útil, ni mucho menos valiosa para
los demás. Así, se visibilizan saberes
y conocimientos no valorados
socialmente como todos los relativos
a labores domésticas (ámbito
laboral no remunerado e invisibilizado)
o los habitualmente categorizados
como “poco cualificados”, reforzándose
así el autoconcepto positivo
y la autoestima.

Otra de las aportaciones de los
bancos del tiempo es que el reglamento
establece que no sólo hay
que dar sino también recibir, necesitar,
cosa a la que, en esta sociedad
de la autosuficiencia y los
voluntariados, no estamos tan
acostumbrados. Como objetivo último,
con este tipo de iniciativas
estamos consiguiendo una gestión
más humana y voluntaria de nuestro
tiempo para ser un poco más
libres y felices.

Cheques de tiempo

Se puede intercambiar una amplia
gama de cosas, casi tantas como se
sepan hacer y se quiera poner a disposición:
relativas a todo tipo de labores
domésticas, cuidados, acompañamiento,
aficiones, manualidades,
pequeños arreglos, transporte,
enseñanzas varias, idiomas...
Salvo en algunas experiencias
en que se negocia y cuantifica el
valor de los servicios y que tienen
moneda propia, en la mayoría la
unidad de intercambio es la hora,
con independencia del servicio
prestado, igualando así su utilidad
o valor social: valdría lo mismo una
hora de clases de Linux que una de
elaboración de croquetas o de corte
de pelo.

Una secretaría suele centralizar
la gestión de ofertas y demandas,
poniendo en contacto a las personas,
así como, en clara comparación
con la metáfora bancaria que
lo titula, llevando el estado del saldo
de horas, garantizando por reglamento
que no se acumulen demasiadas
horas dadas o recibidas.

Todo ello se regula con el intercambio
físico de unos cheques de tiempo
cuyo talonario se da a las personas
participantes al inscribirse. Los
intercambios no son bilaterales
(“yo te doy algo y tú me das algo”),
sino multilaterales, es decir se ofrece
y demanda a la bolsa de servicios
del banco del tiempo.

Ventajas y amenazas

Los bancos del tiempo pueden ser
un buen ejercicio de “participación
activa”, pues ponen en interacción
a dos personas que pueden no conocerse,
que a menudo acaban intercambiando
en sus propias casas,
con lo que esto tiene de apertura
de puertas físicas y psicológicas.
Por otra parte, plantean una
alternativa autónoma al sistema
capitalista favorecedor de dinámicas
individualistas, en la que la
ciudadanía se sitúa como mera
consumidora o usuaria.

No obstante, en el terreno de las
amenazas, los bancos del tiempo
son programas golosos y fácilmente
instrumentalizables por las administraciones,
ávidas de medallas
políticas progres. La premisa de
equilibrar lo que se ofrece y lo que
se necesita intenta evitar las acciones
de voluntariado asistencialista,
donde se da pero no se es capaz de
recibir y donde quien recibe a menudo
se sitúa en una posición de
necesidad e inferioridad, ‘incapaces’
de la reciprocidad.

Los bancos de titularidad municipal no convencen
_ Acudiendo a las cifras,
observamos que muchos
de los bancos del tiempo
de titularidad municipal
están teniendo una participación
escasa. Distingamos
algunos de los
motivos:

La implementación vertical
e impuesta del programa,
donde el ayuntamiento
promueve una
buena idea copiada de la
iniciativa social, la empaqueta
en papel de colorines
y le dice a la vecindad
que nunca demandó este
espacio y no lo siente
como suyo, que «se autoparticipen».

La falta de recursos,
medios y continuidad habituales
en los programas
sociales externalizados por
contrato menor, a menudo
subcontratados en condiciones
precarias a entidades
privadas.

El proceso necesita fraguar
a fuego lento. Para
alcanzar tan magnos objetivos
como la confianza en
el otro, la solidaridad
comunitaria, el saber valorarnos
como capital social
autónomo capaz no sólo
de recibir sino de dar, o el
ser capaces de plantear un
modelo económico alternativo
donde no hay rastro
de los euros, hay que desaprender
años de deseducación
en una sociedad
individualista, atomizada,
capitalista y monetarista,
algo que difícilmente se
puede lograr en dos días.

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