El pasado 17 de
noviembre, un millar de
familias plantaron su
tienda o “casillita” en un
erial abandonado del sur
de la ciudad de Buenos
Aires. Hoy son 4.000. Es
su forma de afrontar la
crisis habitacional del país.

- MAS DE 4.000 FAMILIAS. Participan de esta ocupación de tierras.
La crisis habitacional que viven
actualmente muchas familias en
Argentina no es un problema nuevo.
Tanto en el siglo pasado como
en el actual obtener un lugar digno
donde vivir significó luchar y
enfrentarse a todo tipo de hostigamiento.
La solución fue organizarse
y tomar los espacios que
han sido negados, ya sea por el
negocio inmobiliario o por la falta
de política habitacional de los sucesivos
gobiernos.
En 2006 un informe de Info-
Hábitat, el equipo de investigadores
geográficos de la Universidad
Nacional de General Sarmiento,
determinó que, en la provincia de
Buenos Aires, desde 2001 se habían
triplicado el número de villas
en 24 distritos de la ciudad, concentrando
allí el 85% de los asentamientos
de emergencia. De 385
asentamientos registrados durante
el censo de 2001 se pasó a más
de 1.000, y de 638.657 habitantes
registrados, a 1.144.500. 2007 no
trajo mejoras. El famoso “megaplan”
habitacional anunciado por
el ex gobernador Felipe Solá y el
ex presidente Néstor Kirchner
para la construcción en dos años
de 43.000 viviendas no fue cumplido
y una vez más, el Estado no dio,
ni da respuestas a la situación.
Si sólo nos movemos cinco kilómetros
al sur de la ciudad de
Buenos Aires, nos encontramos
con un ejemplo de lo que hasta
aquí describimos. Más de 4.000
familias resisten en una toma de
tierras en la localidad de Ingeniero
Budge, partido de Lomas de
Zamora, desde hace ya un mes.
El barrio 17 de Noviembre va
creciendo, como los sueños de sus
habitantes. Una extensión de
unas 110 hectáreas es el escenario
de la respuesta que muchos vecinos
y vecinas encontraron a la
crisis económica, la codicia inmobiliaria
y la falta de apoyo del
Estado. Al llegar, la primera imagen
deslumbra por su magnitud.
Un interminable horizonte de casillas
se yergue al lado del Camino
Negro, acceso que une esa zona
del sur del conurbano con la ciudad
de Buenos Aires.
“Abandono total”, es como califican
estos vecinos y vecinas el estado
de unos terrenos que hoy trabajan
para mejorar. Quienes hoy
reclaman la posesión de la tierra,
los hermanos Tronconi, remarcan
que ésta es una zona no habitable,
inundable y contaminada,
luego de tener el espacio como
baldío y basural 60 años.
Trabajo comunitario
La toma se hizo el 17 de noviembre
por la mañana y para la tarde ya
eran casi mil familias levantando
su casillita o poniendo la tienda y
dividiendo en manzanas y lotes el
territorio. Contar pasos, medir
aproximadamente con sogas, cualquier
método fue bienvenido para
establecer los parámetros de cada
parcela, y que éstos fueran iguales
para todos. Tuvieron que padecer
días calurosos y lluvias interminables.
Todo junto. La lluvia trajo consigo
el problema de las inundaciones.
“Mi terreno vino con piscina”,
ríe una vecina en referencia a un
enorme charco que aún a días de
haber llovido, persiste.
La Comisión de Vecinos, que organiza
la toma, está conformada
por 36 personas y cuenta con 90
delegados por manzana. Hay gran
cantidad de vecinos de origen paraguayo
y boliviano, que no tenían
donde vivir en sus antiguos barrios
y se sumaron a la toma. “No discriminamos
por nacionalidad, todos
tienen derecho a una vivienda”,
nos dice Cubi, un delegado de
manzana. ¿De dónde salieron tantas
familias? “Muchos vivían en casas
prestadas, tal vez dos a tres familias
en una misma casa, todos
son vecinos y vecinas de los barrios
aledaños. Hoy un alquiler en
Budge sale entre 600 y 800 pesos
por mes. ¿Quién puede pagar eso,
con muchos hijos y poco trabajo?”,
señala Cubi.
Los vecinos no bajan los brazos
fácilmente, a pesar de los intentos
de desalojo. Hoy están pensando
en armar cuadrillas de autoconstrucción.
“Gente que sepa algo de
albañilería, electricidad... Que puedan
hacer sus casitas”, dicen emocionados,
mientras esperan una
respuesta favorable a la negociación
entre el dueño y el Gobierno.
Ellos se preparan para pasar la
Navidad y el Año Nuevo en su tierra,
por la que luchan.
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