Idrissa Diallo, de Guinea Conakry, murió hace cinco años en el CIE de Barcelona, el pasado jueves se le homenajeó.
El año nuevo se inauguró con imágenes espectaculares. En Estambul, un hombre vestido de Papa Noel asesinó a 39 personas en la fiesta de fin de año de la discoteca Reina. Ocurrió pocos días después del hiperestético asesinato del embajador ruso Andrey Karlov en una exposición de fotografía en Ankara. Mientras tanto, la imagen más comentada del año nuevo español fue, por tercer año consecutivo, el vestido de Cristina Pedroche.
El día después del año nuevo europeo, la autodenominada era común, murió John Berger. Berger era un maestro de la yuxtaposición de imágenes. Fijaba su mirada más allá de los límites de la imagen pintoresca para retratar a la sociedad que las enmarcaba. Se fijaba sobre todo en el valor que cobraban esas imágenes, de donde procedía ese valor y cómo era su relación con la vida real.
En el Día de los Reyes Magos, se acumulan las imágenes espectaculares y se intensifican nuestras lecturas de la realidad. Desde fuera, las fronteras que segregan a la población se hacen más palpables, violentas y absurdas. Hacia dentro, se naturalizan más, se asumen más. Esta es la realidad que busca romper I que la solidaritat s’encengui, un vídeo que salió unas horas antes de la Cabalgata de Reyes de la Ciudad de Barcelona. En el vídeo, que lleva las etiquetas #SolidaritatMantera #AraiAquí, se mezclan imágenes de tres realidades distintas: tres hombres, uno de ellos vendedor ambulante y negro.
El efecto inmediato es de confusión. La música es tremendamente intensa y el intercambio de imágenes, abrupto. Se intercalan escenas festivas típicas con otras más urgentes y perturbadoras. Vinos y comidita en familia y cañas con colegas entre miradas de odio, escenas de rechazo y de criminalización. La discontinuidad nos inquieta porque es el reflejo de una realidad local violenta.
Oficialmente, el día no empezó así. Como es de costumbre, la alcaldesa recibió a los reyes magos en el Port Vell de Barcelona. Ahí, les entregó la lleva de la ciudad. Es un acto oficial curioso, porque consiste en una figura política auténtica dirigiéndose a tres reyes falsos. En el público hay muchos niños, muchos de los cuales creen que lo que están viendo es real. Se mantiene la fantasía y las sonrisas dan para fotos muy bonitas. En los informativos que las acompañarán, se hablará de Gaspar, Melchor y Baltasar como si fueran personas reales.
Los reyes falsos retratan un oriente fantasioso plagado de conflictos reales. “Baltasar viene del cálido corazón de África,” dice el hombre disfrazado de Melchor, “Gaspar, de los pies helados del Himalaya y yo del convulso Oriente Medio.” Otra confusión. En la Cabalgata, sus carrozas retratarán a Granada, Japón y algún lugar de África. A los primeros dos, con jardines. Al último, con un león.
Mientras tanto, en las Ramblas también están los reyes. Los portavoces del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes se han disfrazado para regalar caramelos a los niños. Dos de ellos van con las caras pintadas de blanco, invirtiendo así la racista tradición del blackface practicada en varios lugares de Europa, incluyendo España. Los niños sonríen igual, son sus padres los que dudan.
Así, parece imposible impedir que los vendedores trabajen. Los trabajadores y quienes les acompañan lo saben. En el acto oficial, los reyes falsos sostienen una mentira. Aquí, protegen a una realidad reprimida por las instituciones.
No son pocas las personas que, como mínimo, son conscientes de esa realidad. En las viñetas de los periódicos, las redes y los mensajes de móvil, proliferan imágenes y textos que destacan las dificultades que tienen los reyes magos para cruzar la frontera. En el acto oficial, se habla de guerras sin sentido y acogida de niños refugiados. A los reyes falsos les pedimos paz y solidaridad. En su cabalgata, reparten caramelos de La Vanguardia y Fotocasa. Para estas empresas, la fascinación por los reyes de oriente tiene más que ver con la realidad. Específicamente, con sus fondos de inversión. Los especuladores necesitan nuestras fantasías para inflar la burbuja de alquiler.
La cabalgata termina en la Font Màgica de Montjuïc. Otra imagen espectacular: el Soberano ilumina al público con un baño de luz artificial y una cacofonía de música grabada. Contrasta con las velas que iluminan a la Plaça de Sant Felip Neri la noche siguiente. Aquí, resuenan los tonos angélicos de la kora de Sam Sussoh entre las paredes agujereadas por la metralla de una bomba fascista que mató a 42 personas, la mayoría niños.
Estamos en el homenaje a Idrissa Diallo, un hombre de Guinea Conakry que murió en el Día de los Reyes Magos hace cinco años, el Centre de Internamiento de Extranjeros de la Zona Franca de Barcelona. Tenía 21 años. Sus restos mortales están en un nicho anónimo en el cementerio de Montjuïc, cerca de donde terminó la Cabalgata. Su familia no fue informada.
En el acto se juntaron el Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes, Tanquem els CIEs, el Espacio del Inmigrante, el colectivo Tras la Manta y el colectivo Metromuster. A los reyes magos, no les piden nada. Se dirigen, en cambio, a las instituciones que sostienen a la Europa Fortaleza. Exigen justicia y reparación. Son cosas que no traen los reyes, sino la solidaridad y el apoyo mutuo entre los súbditos.
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