Gentrificación
Esto "aún" es un barrio

La construcción de un hotel Ibis en la calle Valencia amenaza el barrio de Lavapiés, en Madrid.

22/10/16 · 8:00
Vecinos de Lavapiés recuperaron brevemente el solar de calle Valencia en julio e 2015. / Diso Press

Texto de Julia y Ézaro, miembros de la Asamblea Stop Hotel / stophotelplazalavapies@gmail.com

El mismo día que empezaron las obras en el solar de la calle Valencia, la 2 de TVE emitía un programa sobre Lavapiés titulado Esto es un barrio. Era 7 de septiembre y a nadie le pillaba por sorpresa. La creciente visibilidad de Lavapiés viene impulsada desde distintos frentes que van desde las revistas y programas de tendencias a las operaciones urbanísticas y especulativas, pasando por su inclusión en recorridos y mapas turísticos y por todos los artículos, talleres y seminarios que analizan, a menudo de manera ambigua, la gentrificación, así como, incluso, por el imaginario que han proyectado sus propias resistencias.

Sea como sea, Lavapiés está de moda porque todavía es un barrio. Un barrio en el que ya no da tanto miedo vivir, como se solía decir, pero que aún conserva esa autenticidad que lo hace genuino. Se encuentra en el momento perfecto pero efímero en el que de su venta se obtendrá el máximo beneficio: casi pacificado y aún no agotado. De hecho, si el programa de La 2 hubiera realizado un análisis menos sesgado y más problematizado de la situación en Lavapiés, le habría puesto por título “Esto AÚN es un barrio”.

La construcción de un hotel IBIS en plena plaza de Lavapiés agudiza esta amenaza. No se trata de ser alarmistas pero sí de enfatizar las modificaciones, a veces desapercibidas, que la gentrificación puede producir y que, de hecho, ya está produciendo en el barrio. Sin salirnos de la plaza, que el teatro Olimpia –que también alojó estrenos de cine, bailes de carnaval o zarzuelas– diera paso a una sede del Centro Dramático Nacional –el Teatro Valle Inclán–, acabó con el uso popular que las vecinas hacían del espacio para orientarse hacia otro uso más pasivo en el que un nuevo público asiste a eventos de cultura ya instituida.

Por otro lado, que lugares de encuentro entre vecinas como la churrería que había en el solar de la calle Valencia o los puestos de fruta y verdura de la galería de enfrente hayan sido sustituidos por la compra en Carrefour ha modificado el ritmo de la plaza. Y no se trata de nostalgia. Los antiguos comercios destinados a cubrir las necesidades de las vecinas se ven amenazados hoy por otros contra los que no pueden competir y que tienen como objetivo el público turista o de ocio que no habita Lavapiés. Además, el Carrefour 24 horas modifica la lógica temporal del barrio al no respetar el sueño de las vecinas ni los días de descanso del comercio tradicional, e impone una temporalidad eterna de consumo ilimitado.

El hotel IBIS será un punto y aparte en este proceso. De cinco plantas de altura y con un diseño que nada tiene que ver con Lavapiés, el negocio francés atraerá más turismo, pero no las bondades que se le atribuyen –trabajo, dinero, seguridad...–. El hotel forma parte de un proceso de colonización que precariza el empleo y vuelve al barrio dependiente de agentes que le son externos. Además, los precios adaptados al mayor poder adquisitivo de los turistas y los nuevos pobladores harán del barrio un lugar inasequible para sus habitantes actuales contribuyendo a una de las consecuencias más dramáticas de la gentrificación: la expulsión de sus vecinas.

De hecho, colectivos de migrantes ya están empezado a notar dificultades para alquilar, y no sólo por motivos económicos, sino por no cumplir ahora con las nuevas expectativas de los propietarios, llegando a la paradójica contradicción que supone vender la imagen de un barrio multicultural en el que las migrantes ya no pueden alquilar. Aun así, se seguirá enfatizando una estética exótica rentable para el turismo, volviendo a Lavapiés un simulacro de sí mismo. Mientras, en la plaza continuarán las redadas racistas y la represión a colectivos y movimientos sociales, se perpetuará la vigilancia y desaparecerán las relaciones de buena vecindad, solidaridad y apoyo mutuo, debilitándose así las formas de vida que hacen que Lavapiés aún sea un barrio.

En la historia del solar de la calle Valencia se cristalizan las estrategias de gentrificación y turistización que amenazan nuestros barrios. A finales de los noventa, y bajo la excusa de la rehabilitación, se declararon en ruina muchos inmuebles, lo que sirvió para expulsar a las vecinas que aún poseían contratos de renta antigua. Éste fue el caso del solar, antiguamente un edificio que se acabó deteriorando ante la impasibilidad de su propietario. La Comunidad de Madrid llegó a un acuerdo con él para que le cediera la titularidad del espacio con el objetivo de construir vivienda social. Sin embargo, la Comunidad nunca cumplió con el acuerdo y, tras una rocambolesca historia de disputas y pleitos, el edificio acabó siendo demolido pero no reconstruido, el solar abandonado y la titularidad tuvo que ser devuelta al propietario original y a la empresa inmobiliaria Nadego S.L, encargada de construirle el hotel a IBIS. Lo que se quiso vender como una iniciativa pública bienintencionada le estaba haciendo el juego a la iniciativa privada, al expulsar a las vecinas, derribar el edificio y dejar un solar vacío disponible ahora para suculentos negocios.

El mismo día que empezaron las obras en el solar de la calle Valencia, una concentración de vecinas mostraba su rechazo. Parece que el espacio lleno de vida que un día fue Solarpiés sigue siendo hoy lugar de disputa y de conflicto. Stop-Hotel, un grupo de trabajo vinculado a la Asamblea Popular de Lavapiés, ha tratado de visibilizar y alertar de la construcción de un hotel del que nadie sabía nada, ya que el Ayuntamiento nunca informó de este proceso. De hecho, fueron las propias vecinas las que tuvieron que arreglárselas para enterarse. A pesar de las voces que se alzaron en su contra, la licencia para construir el hotel fue concedida. La pregonada participación ciudadana parece que aquí encontró un límite. Pese a todo, a partir de la concentración del 7 de septiembre surgió una nueva asamblea que reivindica un parque en el solar de la calle Valencia. Desde entonces, cada lunes por la tarde se reúnen enfrente tratando de imaginar otros usos del espacio y las maneras de darle vida a través de acciones y con la participación de diversos colectivos; la desarticulación del barrio encuentra en este tipo de prácticas una resistencia. En contra de la amenaza que supone un agente tan invasivo y colonizador como un hotel en una de sus zonas más estratégicas, la plaza, sus vecinas continúan creando redes de apoyo, formas de convivencia y de lucha para que Lavapiés siga siendo un barrio.

 

 
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comentarios

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    Indignao
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    29/10/2016 - 10:11am
    Me parece vergonzoso desde el uso del lenguaje que se hace en el articulo hasta la manera de abordarlo. Es repugnante que se le niegue el progreso y el desarrollo a un barrio solo por seguir tratando de asemejarlo a un barrio idealizado que en realidad no dejaba de ser, por mucho que se insista en decir multicultural o con carácter, un entorno desagradable, de infraviviendas, suciedad, y con carácter prácticamente de gueto. Lavapies necesita reinventarse, y aunque la vida pueda cambiar, sera claramente a mejor. Ja hay muchísimos hoteles en el contorno de lavpies, y los barrios no se han muerto ni desaparecido. Menos dramatizar y mas progresar. Y no, no soy un pijo, mis abuelos padres y yo hemos vivido siempre en lavapies.
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    isabel lopez
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    24/10/2016 - 5:09pm
    Un articulo muy lucido sobre el cambio intencionado de un barrio popular y proletario a un barrio burgues.
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