En Sevilla, hasta 33 proyectos participan este fin de semana en Barrio Abierto, una iniciativa cuyo objetivo principal es “sacar a la calle” su actividad diaria y que ha tenido en la autogestión y horizontalidad las claves de su desarrollo. Durante los días 14 y 15 de mayo, los enclaves sevillanos de los Corralones del Pelícano, Plaza del Pumarejo, Pasaje Mallol, Huerto del Rey Moro y sus calles aledañas dan cabida a Barrio Abierto, una muestra concentrada de le ebullición cultural y social que vive esta parte de la capital andaluza.
En el local 27 de los Corralones del Pelícano, un grupo de percusionistas repasa el repertorio para el próximo bolo. En el local contiguo se encuentra Plinio, carpintero con décadas de oficio a sus espaldas. Chardin López, uno de los percusionistas del grupo que con su ensayo anima a Plinio en su trabajo, se refiere a su vecino: “cuando tengo una duda para reparar una chapa de un cajón o para lijar la madera de una conga, siempre tiene alguna buena idea para echar un cable”.
En la misma “calle” que ocupan estos locales hay un taller de herreros, un estudio de grabación gestionado por la asociación Trompeta Verde, el estudio de baile y compás flamenco del maestro Torombo y el Espacio Vacío, multiusos para conciertos, clases y exhibiciones de danza, yoga o circo. Antes de recorrer el medio centenar de metros que hay hasta el portalón que une y separa los corralones de la plaza homónima, pasan por el lado las puertas del Hombre de Madera, del coworking La Bañera, de la pintora Inma la Inmunda... Sin olvidar a El Pelícano Mecánico, aka de Ignacio Rodríguez, un inventor que, entre otros ingenios, dio forma a Carmen, la primera máquina de ritmos analógica y mecánica que sirve para reproducir el compás por bulerías. Está previsto que esta “máquina de flamenco” comience a comercializarse después del verano. El prototipo, Carmiña, le acompaña en su taller.
A partir de la iniciativa de algunas de las personas dedicadas al arte y la artesanía surgió hace unos años Sé Parte del Arte, unas jornadas de puertas abiertas para hacer visible a la ciudadanía esta riqueza cultural que se produce en la parte norte del extenso Casco Antiguo de Sevilla. En esta novena edición, han ampliado su alcance e incluye a los Corralones del Pelícano, Pumarejo, Pasaje Mallol y Huerto del Rey Moro. Aunque cada uno de estos enclaves tiene una personalidad particular, se mueven en un espacio compartido, más allá de una definición puramente física o geográfica de este concepto. “Los límites del barrio se desdibujan para cada persona”, es la idea que se pone de manifiesto desde Barrio Abierto.
Una flexibilidad en la interpretación de este barrio que, sin embargo, encontrará pocos puntos en común con la “marca” Sevilla. Forma parte del distrito Casco Antiguo, pero su pulso vital está alejado de las aglomeraciones del centro turístico y comercial de la urbe. Su estampa no es la de las postales de la Giralda, la Catedral o el Barrio de Santa Cruz. No hay grandes superficies y las obras públicas más representativas de la última década, como el tranvía o Las Setas, realizadas en Sevilla en el período de grandes inversiones y endeudamientos municipales, no pasaron por esta parte de la ciudad.
Hasta la infraestructura más popular desarrollada durante esos años de transformación urbanística y referencia mundial en su categoría, el carril bici, no incluye ninguna calle de este barrio en sus 170 kilómetros de recorrido. Sin embargo, parece que no se le echa de menos y el uso de la bicicleta es generalizado y comparte vía con coches y, en ocasiones, con peatones: algunas aceras son tan estrechas que no caben en los carritos de bebé y es más fácil caminar por la calzada. Sin embargo, no existe esa sensación de disputa del espacio entre ciclistas y peatones que hay, por ejemplo, en la avenida de la Constitución. No tiene ese carácter de paso y prisa de otras partes del centro, hay ciertos lugares que son puntos de reunión y socialización recurrentes y se hace frecuente ver a vecinas y vecinos de todas las edades saludarse y conversar entre sí.
Barrio abierto: autogestión desde la heterogeneidad
Uno de las características de Barrio Abierto es la heterogeneidad de los participantes en cuanto a sus formas de organización: colectivos, asociaciones, cooperativas de consumo, empresas dentro y fuera de la economía social, autónomos, vecinos... Tras ocho ediciones, esta diferencia ha sido sinónimo de entendimiento y, en esta novena edición, que se ha ampliado al Huerto del Rey Moro, un solar recuperado como huerto urbano y autogestionado por diferentes colectivos desde al año 2004.
Es precisamente en la autogestión donde se encuentra otro pilar de Barrio Abierto: La toma de decisiones en cuanto a la organización del evento se ha realizado a partir de asambleas abiertas a todos los participantes. Los gastos necesarios para la organización y difusión se han sufragado con la aportación de 25 euros que ha realizado cada participante. Los materiales necesarios, desde los carteles hasta elementos de arquitectura efímera, también han sido producidos por los participantes.
Desde amodal, una de las empresas participantes que tienen su sede en Pasaje Mallol, se ha realizado gran parte de la labor de comunicación y difusión del evento. Una maqueta tridimensional del barrio, cartelería, trípticos, newsletters, vídeos, fotos, redes sociales... hasta la web barrioabierto.es que, además de una guía del evento, constituye un elemento fundamental de visualización de la actividad del barrio, contada por quienes la realizan. Entre sus paredes las últimas semanas ha corrido un flujo continuo de información de la actividad habitual entre las paredes de otros espacios cercanos que, como el suyo, las obvian para esta ocasión. Puertas abiertas en lo real y en lo virtual.
Su caso puede resultar un paradigma de la reutilización de un espacio, una nave industrial que en su origen, en el siglo XIX, estaba destinada a la industria del corcho y readaptándolo como un lugar hecho a medida de sus necesidades. Que entre los integrantes de amodal haya algunos arquitectos ha facilitado la tarea. Javier Medina es uno de ellos: “Cuando vimos el local por primera vez nos transmitió una atmósfera escondida por la que debíamos trabajar... Tanto el local como el entorno tenían una historia que nos atraía mucho. Estábamos acostumbrados a los lápices, ordenadores y papeles y nos acostumbramos al pico y la pala, los escombros y electrodos. Después de cuatro meses de sacrificio y disfrute, terminamos el local que, hoy en día, es el motor de nuestras vidas. Es el centro donde orbita todo. Vivimos, trabajamos y nos desarrollamos en lo profesional y lo personal...”
Procesos de especulación, gentifricación y reapropiación de espacios
Aunque este barrio también ha conocido algunas intervenciones públicas que han alterado parte de su fisonomía urbana y su tejido social. Como señala Javier Jover, geógrafo, activista e investigador en la Universidad de Sevilla:
“La iniciativa comunitaria Urban invirtió más de 14 millones de euros entre 1994 y 1999 en los barrios populares de San Luis y Feria que habían permanecido prácticamente abandonados por parte del Ayuntamiento. Con esta iniciativa revitalizadora se rehabilitaron edificios simbólicos, como la Casa de las Sirenas o el Palacio de los Marqueses de la Algaba, y se mejoraron infraestructuras, pero no vino acompañada de políticas de vivienda activa. Por ello se disparó la especulación, completamente en manos privadas, y con ella un fuerte proceso de gentrificación. Las clases populares más vulnerables, desde ancianos y migrantes hasta desempleados o vecinos en situación de precariedad laboral vieron ascender los precios de los alquileres de sus viviendas y de los bienes básicos, en un proceso de aburguesamiento que culmina con el desplazamiento de unos estratos de población por otros. Frente a esta situación se produjeron movimientos de resistencia en forma de denuncia de las situaciones acaecidas y reapropiación de espacios para usos sociales. Algunos han podido permanecer. Otros, la mayoría, fueron desalojados”.
La Casa del Pumarejo, participante en esta edición de Barrio Abierto, es ejemplo representativo del logro del movimiento vecinal por la preservación de su uso. Construida en el siglo XVIII, originariamente era la casa familiar de don Pedro Pumarejo. En 1883 se convierte en casa de vecinos. En el año 2000, y en el marco del Plan Urban, se intenta la compra de la mitad de la Casa Palacio del Pumarejo para convertirla en un Hotel de lujo y, por el intento de expulsión de 12 vecinas y diez comerciantes de la Casa, se crea la Plataforma en Defensa de la misma.
La resistencia social, unida a las vías jurídicas, permitió un contexto favorable para mantener este espacio para viviendas y usos sociales autogestionado por el vecindario. El Ayuntamiento es el actual propietario del inmueble y, mediante un convenio firmado en 2011 con la Asociación Casa del Pumarejo, se legalizó la gestión por parte de la entidad vecinal, durante 15 años, de este inmueble que está protegido como Bien de Interés Cultural desde el año 2003.
Otros espacios ocupados y destinados a usos vecinales, culturales y sociales del barrio no corrieron la misma suerte. Tres centros sociales autogestionados se han abierto y cerrado durante los últimos quince años: Casas Viejas, la Fábrica de Sombreros y el más reciente, el CSOA Andanza. El primero, desalojado en 2007 tras seis años de okupación, se convirtió en punto de encuentro de movimientos sociales en la primera década del s. XXI, “destacando las estrategias contra los procesos especulativos y de expulsión de vecinas del barrio”, apunta Jaime Jover.
“La experiencia del CSOA Fábrica de Sombreros apenas duró un año pero fue muy intensa, recuperando para el barrio una de las grandes joyas arquitectónicas y símbolos de identidad industrial de la zona. Decenas de colectivos se encontraron en este espacio que fue desalojado en junio de 2009 y que a día de hoy se encuentra parcialmente cerrado, estando la parte abierta ocupada por un parking privado... Otro de los grandes espacios que marcan el carácter fabril del sector, y perteneciente a la SAREB (o 'banco malo') fue ocupado en la calle San Luis, dando lugar al CSOA Andanza. De nuevo el espacio se centró en denunciar el proceso especulativo en el casco norte de la ciudad, siendo la propietaria del inmueble el mejor ejemplo de ello”.
En Andanza, como en los espacios anteriores, se dieron encuentro iniciativas barriales, culturales, feministas, ecologistas y antimilitaristas, entre otras. Son unas calles en continuos proceso de transformación, adaptación, resistencias y desarrollo de movimientos sociales y vecinales durante los últimos años.
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