Día Internacional de la visibilidad lésbica
La existencia lesbiana: mitos, tabúes y liberaciones

Soy y estoy lesbiana. No soy más ni menos que nadie. Lesbiana, lesbiana, sí lesbiana. ¿Cómo nos interpela la palabra? ¿Cómo nos resuena? ¿Cómo nos implica? ¿Cómo nos distancia?

26/04/16 · 15:31
Fotograma de la serie 'V'.

En la escuela me llamaron muchas veces "marimacho" y, en el mejor de los casos, "chicazo". Yo era una niña que jugaba al fútbol, saltaba ríos y construía cabañas. Recuerdo zanjar este tema para que me dejara de doler. Mi reacción fue radical: pasar olímpicamente del insulto, del juicio y de todas las personas que los emitieran. Sin excepción. Ir a mi bola. Pensaba: "no me entienden, pues ellos se lo pierden". Tenía ocho años cuando escribí en un papel que sólo yo tendría las riendas de mi propia vida.

Esta forma básica de autodefensa frente a la lesbofobia y a la mirada androcéntrica –entre otras formas de dominación y opresión que yo no he encarnado como blanca europea de clase media que soy– se expresó muy temprano. No es mérito sólo mío, sino –sobre todo– del entorno familiar en el que crecí: "Quiérete como eres. Quiéreme como soy". "Qué bonita es la variedad".

En casa me cuidaron y acompañaron una maestra particular a tiempo completo y un catedrático de lingüística. A mi hermano y a mí nos dieron el cariño y conocimientos necesarios para desarrollar una seguridad y amor propios que hoy –junto a la conciencia política de la vulnerabilidad compartida–, conforman los cimientos de mi vida. Qué privilegiada me siento. Sí. Qué privilegiada.

A veces me duele mucho encarnar estos tiempos, se mueven las fibras emocionales que entretejen la autoestima, se mueve la identidad personal, se mueve la corporalidad, se mueven los gustos sexuales, se mueve todo. "Eppure si muove".

Esto no es una anécdota contada al tuntún, es un granito de arena dentro del estereotipado y silenciado terreno de la experiencia lesbiana, y creo que hoy es importante compartirla. Hoy 26 de abril de 2016, día de la visibilidad lesbiana, arranca la Semana Orgullosas y Visibles en la isla de Mallorca. Y yo hoy me siento y me pienso archipiélago.

Quiero compartir dudas y también secretos. Los secretos son la geopolítica de las emociones. Y este texto es sólo un boceto discursivo, un ejercicio escritural. Una imagen en movimiento. Como el gif que circula en las redes sociales de dos mujeres recostadas en el campo que dicen "no somos amigas, nos comemos el coño".

Evelyn Blackwood, entre otras intelectuales e investigadoras feministas, demostró (Rompiendo el espejo: la construcción del lesbianismo y el discurso antropológico sobre la homosexualidad, 1991) cómo el presupuesto de una "naturaleza homosexual" figura en el grueso de las ciencias como parte de una concepción esencialista para la que dicha "naturaleza homosexual" subyace a todas las expresiones culturales de homosexualidad. Y es que lesbiana no se nace, se hace.

No somos enfermas ni taradas. Somos interdependientes y autónomas. Somos bellas y somos listas. El androcentrismo y la misoginia son la verdadera enfermedad social y sexual de nuestro mundo

Y digámoslo. No somos enfermas ni taradas. Somos interdependientes y autónomas. Somos bellas y somos listas. El androcentrismo y la misoginia son la verdadera enfermedad social y sexual de nuestro mundo.

Amparo Moreno definió la opacidad androcéntrica hace justo treinta años (Cuadernos Inacabados, 1986) como el "conjunto de mecanismos discursivos mediante los que ya no sólo se sitúa el arquetipo viril en el centro del universo mental-discursivo (…) sino que, además, se oculta tal centralidad generalizando como humano cuanto corresponde, exclusivamente, al sistema de valores propio de quien se sitúa en un centro hegemónico de la vida social, a partir del cual proyecta su hegemonía expansiva sobre otras y otros mujeres y hombres".

La construcción social y cultural de la feminidad y de la sexualidad tiene que ver con la articulación de derechos y libertades, con olvidos y ocultamientos deliberadamente orquestados por esta mirada androcéntrica (desvalorizar los mensajes y temas tratados por las mujeres, dificultar las posibilidades de intercambios de información entre mujeres, expropiar los saberes elaborados por las mujeres y los espacios sociales habitados por ellas).

Por eso es importante seguir creando espacios de encuentros entre mujeres y estudiar juntas las culturas que habitamos, desde las herramientas de la antropología feminista, para comprender cómo se construyen los significados y simbólicos del género. Para señalar y erradicar las relaciones de opresión y dominación que se expresan en la lesbofobia y en sus cruces con otras fobias que tienen que ver con la edad, la clase, la raza y las creencias religiosas.

¿Qué están haciendo con sus vidas las mujeres independientes? Unirlas a otras mujeres independientes, hablar, escuchar, exponerse, comerse el coño, transgredir los propios límites, cambiar –en definitiva– el mundo y el espacio que otros reservaron para ellas con el mayor de los sadismos.

Esto nos afecta a todas. Hagámonos cómplices las unas de las otras. Los cuidados, los placeres y los deseos sustentados sobre unas normas sociales que pautan nuestros comportamientos, resignificados, puestos patas arriba, son un terreno que cultiva, al menos, tres horizontes de acción política: el horizonte artístico (el humor, el juego, el erotismo, el pensamiento crítico), el horizonte científico (interdisciplinar, interseccional, queer, no esencialista) y el horizonte movimentista (las luchas de base anticapitalistas, feministas y ecologistas).

El siglo XX fue el siglo de la rapidez, de las tecnologías del género, de las luchas por las libertades y derechos afectivo-sexuales y reproductivos, un grito colectivo por la diversidad y multiplicidad irreductible de las identidades que fue dolorosamente reprimido. Y llegó la expresión del desencanto, el nihilismo, el triunfo del individualismo y del capitalismo.

El reto en el siglo XXI será aniquilar por fin el androcentrismo, expresión primaria del heteropatriarcado, y descolonizarnos en una suerte de fluctuación vital que tendrá un reflejo en nuevas relaciones afectivas, sexuales, políticas y económicas

El reto en el siglo XXI será recoger ese legado, hacer memoria, pensar y sentir a la vez, aniquilar por fin el androcentrismo, expresión primaria del heteropatriarcado, y descolonizarnos en una suerte de fluctuación vital que tendrá un reflejo en nuevas relaciones afectivas, sexuales, políticas y económicas.

Soy y estoy lesbiana. No soy más ni menos que nadie. Lesbiana, lesbiana, sí lesbiana. ¿Cómo nos interpela la palabra? ¿Cómo nos resuena? ¿Cómo nos implica? ¿Cómo nos distancia? Todavía hay muchas resistencias, tabúes y miedos. Hay muchas violencias. Es atroz. Es atroz. Por eso es importante seguir saliendo a la calle, interpelar a nuestras madres y abuelas, a nuestras vecinas, a nuestras amigas, y gritar "Lesbianas, orgullosas y visibles".

Sigamos pues indagando juntas en la autoconciencia, compartiendo experiencias y conocimientos, exponiéndonos y organizando la lucha feminista lesbiana. ¿Entiendes? ¿Entendemos?

Extracto de la conferencia que inaugura la Semana de VisibiliTat Lésbica de Mallorca en la librería-peluquería Los Oficios Terrestres, y que terminará el próximo 30 de abril con una manifestación por los derechos y las libertades de las lesbianas.

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