Convertir la apuesta municipalista en palanca democratizadora

A un año largo del nacimiento de las candidaturas municipales ciudadanas y a casí seis meses del éxito electoral de buena parte de ellas, iniciamos una evaluación de dicha apuesta a través de aportaciones de personas involucradas en dichos procesos

, participante en Ganemos Madrid y Ahora Madrid
18/11/15 · 1:10
Rodea el Congreso, en diciembre de 2013 en Madrid. / Juan Zarza / Diso Press

La 'insurrección' del 15M puso sobre la mesa un rechazo masivo tanto de la representación parlamentaria en cuanto forma de entender la democracia, como de la mercantilización de la vida, en cuanto manera de organizar la economía. La traducción de estas demandas en peleas concretas –contra los recortes impuestos por la Troika, contra las privatizaciones de los servicios públicos, contra la expropiación de bienes básicos como la vivienda, contra el chantaje de la deuda– no encontraba, en las instituciones, respuesta alguna. Las protestas cuajaron en movimientos masivos de sindicalismo social, desde las Mareas a la PAH. Pero el muro de la institución se mostraba, a todas las escalas, sordo, ciego, infranqueable. Implacable en su misión principal de aplicar las políticas neoliberales impuestas por lo que hoy es la unión europea. En esta situación insoportable, la ruptura de ese muro, la construcción de una contraparte posible en lo institucional, se convierte en el envite político que da origen tanto a la iniciativa Podemos como a las apuestas municipalistas.
 

Es preciso no olvidar un elemento fundamental: la escala en la que se deciden las cosas es la europea

Pero en esta secuencia es preciso no olvidar, nunca, un elemento fundamental: la escala en la que se deciden las cosas es la europea. Cuando se apunta al origen de las decisiones por las que se lleva a cabo, profunda y aceleradamente, la denominada acumulación por desposesión que hace cada vez profunda la brecha entre ricos y pobres, y convierte la pobreza –individual y colectiva, material y política– en un destino cada vez más probable para mayores capas de población, todos y todas sabemos quién es el enemigo: la Europa que conocemos. Frente a esta realidad, dos opciones: salir de Europa y renunciar al euro... O democratizar Europa. La hipótesis del asalto a las instituciones se apoya en la segunda parte de la alternativa. Por razones en las que no cabe extenderse aquí esta es, además, la única opción posible.

Pero si el objetivo es democratizar Europa, ¿por qué descendemos a la escala más cercana?, ¿por qué el movimiento municipalista? Porque organizarse en Europa es extremadamente complicado y, hoy por hoy, no parece existir un conflicto con visos de hacer converger a sus diferentes provincias en un rumbo común. Organizarse en la escala local, por las múltiples y obvias ventajas de la cercanía –intereses evidentemente compartidos, posibilidades claras de organización colectiva, probabilidades más inmediatas de entrar en las instituciones– parece un lugar sensato desde el que empezar a hacer palanca hacia una transformación democratizadora.

Ahora Madrid y los límites de las falsas confluencias

El corazón de Ahora Madrid es una iniciativa real de confluencia entre gentes provenientes tanto de diferentes partidos como de distintos movimientos sociales. Pero también de muchas personas sin trayectoria militante o activista anterior, simplemente motivadas por el deseo de cambiar el rumbo de las cosas. En este cruce de caminos y al objeto de emprender un viaje en común, todo el mundo rehace su equipaje: los unos se desprenden de sus siglas, las otras de sus reticencias y miedos a las, sin duda, peligrosas ambivalencias del reto institucional. Y unos y otras soltamos el lastre de la queja individual para calzarnos las potentes botas de la cooperación colectiva. Una verdadera confluencia donde las discusiones obligan a ubicarse en las posiciones de los demás, a poner en cuestión las propias, a parir, finalmente, acuerdos difíciles y generosos.
 

Las victorias no consiguen ocultar la transformación del consenso en un eufemismo incapaz de disimular la realidad: los pactos de cuotas

La entrada de Podemos en este espacio transforma en buena medida esta metodología confluyente. ¿Por qué? Porque se trata de un encuentro entre, por una parte, un partido jerárquico que impone sus criterios a través de personas completamente subordinadas al papel de bajar línea, y una organización horizontal, Ganemos, mucho más lenta y, de momento, aún demasiado frágil debido, entre otras cosas, a la pluralidad de su composición. Las reglas del juego pasan así del debate entre iguales –igualdad de partida, respeto a la diferencia, valoración, incluso, de la riqueza que la heterogeneidad genera– a la negociación entre partes en su sentido menos productivo. Ninguna de estas dos fuerzas abandona sus reglas, de forma que las victorias –esenciales– de la parte más democratista –como el reglamento de primarias, sobre todo, pero también un programa tejido colaborativamente y una normativa de toma de decisiones democrática en los órganos mixtos–, no consiguen ocultar la transformación del consenso en un eufemismo incapaz de disimular la realidad más extendida de su funcionamiento colectivo: los pactos de cuotas.

Esta no es, sin embargo, una historia de buenos y malos. Se trata de maneras distintas de pensar la política que, en un momento dado, contratan un matrimonio de conveniencia en pos del propósito compartido de sacar al PP del ayuntamiento de Madrid. Ganemos no hubiera podido sin Podemos –o no se atrevió a imaginarlo–. Podemos no hubiera podido sin Ganemos. El pacto matrimonial ha dado sus frutos: Ahora Madrid 'gobierna' la ciudad.
 

Movimiento municipalista: instrucciones de uso

Pues va a ser que no hay instrucciones de uso. Esto es la política. Toca inventar, pues la brújula a la que aludíamos al principio nos orienta pero no nos marca a dónde ir. Todo son tentativas, pero no partimos a ciegas.

Convendría evitar tanto la barrialización de las demandas como la reconversión de la política en gestión de expertos

Partimos, por un lado, de unas exigencias democráticas bien reflejadas en el programa de Ahora Madrid, como el acceso universal a bienes y servicios básicos o la auditoría de la deuda. Partimos, también, de un deseo y una práctica de organizarnos que avanza, lenta pero imparable, para proponer cómo cambiar las cosas –por un lado, desde los distritos, por otro lado, desde las cuestiones que hacen ciudad–, apostando, en general, por priorizar el valor de uso frente al valor de cambio, de todo lo que nos rodea y hace nuestras vidas más ricas. Partimos, por último, de un ojo puesto en escalar estas exigencias desde la red de ciudades rebeldes en la que debería convertirse el espacio de colaboración entre proyectos municipalistas, hasta la federación democrática de provincias europeas en que habría de transformarse Europa.

Y sin perder el norte de seguir ampliando la escala de democratización, en el terreno local convendría evitar tanto la barrialización de las demandas –es preciso poner el zoom en las realidades distritales pero sin renunciar a la profundidad de campo de, como poco, la ciudad toda–, como la reconversión de la política en gestión de expertos: porque el verdadero saber hacer es el de las afectadas y los afectados, y su capacidad de producir peleas transversales con resultados efectivos.

Por último, necesitamos, en primer lugar, sumar vínculos, sumar contenidos, y atravesarlos en un hacer común, que arranque victorias y fortalezca el movimiento municipalista; en segundo lugar, generar recursos que den materialidad, consistencia y continuidad a prácticas de autogobierno que, con el tiempo, se conviertan en irrenunciables; en tercer lugar, superar las limitaciones del partido instrumental que es Ahora Madrid para aspirar a la capacidad transformadora inédita de un movimiento municipalista... ¡se llame como se llame!

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