El autor plantea la necesidad de repensar el término "intervención social" en relación a la actividad de las radios libres y comunitarias.
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Multitud de radios libres y comunitarias cabalgan las frecuencias aéreas, y desde hace al menos diez años, la estimada selva digital. Multitud de espacios en esas parrillas son poblados por grupos dependientes de otras organizaciones y colectivos. Éstos dedican sus esfuerzos a hallar y dinamizar un espacio radiofónico que con algunos matices intenta abrirse a otros colectivos, a la misma comunidad, o a la posibilidad de fundar un espacio terapéutico en un medio de comunicación.
Luchan contra un estigma, la marginación, la exclusión de los medios y, por tanto, contra la invisibilidad. La escasa atención por parte del público no resta energía a estas iniciativas que se han ido incrementando en los últimos años.
Las radios comunitarias aún no han abordado en su seno, en sus redes, un debate en el que poder manejar con cierta entereza qué es eso de la intervención social
Digamos que desde hace no tanto, la radio comunitaria se ha ido especializando, en términos muy generales, pues es un movimiento muy diverso, en albergar programas y talleres relacionados con proyectos de intervención social. No obstante, las radios comunitarias aún no han abordado en su seno, en sus redes, un debate en el que poder manejar con cierta entereza qué es eso de la intervención social.
En este impasse, universidades públicas y privadas comienzan rápidamente a ofrecer cursos, másteres, talleres, postgrados, que enuncian la forma de interpretar este fenómeno, lo normativizan, lo vuelven rígido, lo matan. Pero, ¿podrían aportar algo interesante estos medios locales, arraigados, horizontales e inclusivos?
Desde hace un par de años el espacio de la URCM, en colaboración con la escuela de animación madrileña, fomenta respuestas diversas, abordajes enriquecedores, críticas al respecto de la definición estándar de intervención social.
Resulta que, sus múltiples corresponsales, radioapasionadas, se acercan a menudo a las Mareas Blancas grabadora en mano y recogen testimonios del recorte en los dispositivos dedicados a los trastornos de salud mental grave y duradera.
También toman el pulso de los recursos destinados a adicciones, recogiendo el aún más invisibilizado ámbito de este colectivo. Además, son usuales sus espacios dedicados a la restricción de la salud universal, a la lucha contra los desahucios, a los grupos autogestores de colectivos que agrupan a personas con discapacidad intelectual, e incluso, hace pocos años, poblaron en muchas de estas radios grupos de mujeres, que fundaron áreas de la mujer, dedicadas a visibilizar la lucha contra el patriarcado.
No obstante, pese a aparecer de forma recurrente en esas emisoras, no se observa por ningún lado, al menos de forma clara, la posibilidad de acción colectiva de todo este ámbito. Pese a implicar a profesionales conectadas en redes, acciones, reflexiones, incluso formas de vida y centros de formación, esa acción colectiva no se da, con el potencial que podría tener, me refiero.
Sin duda, esto también da cuenta de la triste realidad sindical de nuestra comunidad. Pero sí hay hitos significativos, posibilidades de convenios colectivos, luchados y perdidos, vueltos a intentar otra vez, manifestaciones, concentraciones, que nos permiten hablar y nombrar a este colectivo de colectivos.
¿A cuánta población se encamina este ámbito entero si sumamos todas sus ramificaciones? ¿Quién de ustedes no ha acudido en algún momento a este ámbito que incluye educadoras, integradoras, animadoras, comunicadoras, psicólogas, sociólogas, limpiadoras, cocineras, administrativas, gerontólogas...?
Por supuesto, no toda la actividad derivada de estas profesionales puede enclavarse en el ámbito de la intervención social, pero entonces, ¿a qué nos referimos? ¿es posible hallar, armar, una identidad común que permitiera la acción colectiva? ¿o vamos a seguir haciendo las cuentas al revés? Es decir, por ámbitos de actuación, por títulos. Y ¿qué pasa con aquellas que no se sienten identificadas por el desempeño profesional?, es decir, con aquellas activistas de lo social que no se plantean que su acción sea remunerada.
Es interesante ir armando una modesta base teórica con respecto a lo que podemos entender como intervención social. Hay cantidad de dimensiones que se entremezclan en esa propuesta sin que tengamos ocasión de interpretar el origen y las consecuencias de su uso. Además, es un concepto que por ser tan amplio puede abarcar un gran espectro de acciones y al mismo tiempo casi ninguna.
Con tal de armar esa matriz común nos referimos a sus orígenes, al menos en nuestra comunidad. En los ámbitos de los que dispongo de entrevistas radiales, o experiencia profesional, resulta que un movimiento social estuvo impulsando la acción y la refexión de las que derivan las intervenciones.
Y no podemos desmerecer un detalle importante: muchas fueron, en sus inicios, activadas desde un marco que excedía el normativo, el de la administración, es decir, eran acciones ilegales.
De la lucha clandestina hacia la organización de las mujeres en el final del franquismo, a la lucha de las y los sin papeles en la Europa fortaleza. De la lucha contra la propiedad privada en lo espacial del movimiento okupa, a la lucha contra el internamiento de personas con salud mental deteriorada, de la comunicación digna, a las radios y teles libres y comunitarias.
Y es que muy resumidamente, la expresión que hace al movimiento social patente de inteligencia del sistema, no es baladí.
Resulta, pues, que en sus inicios pareció haber un grupo, un movimiento social, implicado en el desarrollo de una lucha contra la invisibilidad, contra la violencia, contra la muerte, que en muchos casos devino en redes, áreas y dispositivos reglamentados por instituciones dependientes, insertados en el estado. A partir de ahí, cambiamos el contra por el para, áreas para la violencia, para la muerte, para la exclusión...
La intervención social en sus prácticas apela a una noción de personas interconectadas, de grupos sociales, de lógicas estructurales, de dinámicas económicas que imposibilitan el desarrollo potencial integral, holístico, de todas nosotras. Y lo hace, de forma persistente, con herramientas reconocibles: cuidado, diálogo, sostenibilidad, compromiso, vinculo, afecto, confianza, cercanía, implicación, creatividad.
En ese sentido, la intervención social, recurrentemente iniciada por movimientos sociales, trata de desarmar la estructura misma de la desigualdad. No obstante, al acabar siendo engullida, hasta ahora, por la administración, pierde ese camino y otras acaban definiendo como gestionarla. Lo que el movimiento combate, el estado pugna por administrar.
Persistimos en el intento de que fragüen ciertos orígenes comunes, interpretaciones. La intervención social, ¿qué es? Se inserta en una perspectiva que podría incluirse en el paradigma de estado que redistribuye, lógica de estado del bienestar... No obstante, esto restringe y además deja fuera muchas de sus manifestaciones. No nos interesa esta vertiente.
La intervención social podría ser el concepto que interpela una perspectiva que comprende nuestra interdependencia social, lo común. Y en esa línea, actúa con un repertorio específico contra las consecuencias de un sistema que reiteradamente genera grupos excluidos, dominados, enfermos, etc.
Los efectos sobre comunidades enteras revelan en qué alto grado afectan la marginación, el estigma, la exclusión
Ésta no es una perspectiva biologicista, o psicologicista, es profundamente psicosocial, pues recalan en sus diagnósticos casuísticas sociales, cuotas de poder, realidades simbólicas, discursos sociales, repartos de recursos. Los efectos sobre comunidades enteras revelan en qué alto grado afectan la marginación, el estigma, la exclusión.
De ahí, el sentido de la expresión utilizada por la mayoría de quienes nos dedicamos a esto: para transformar la realidad. Radicalmente (a la raíz).
El palabro intervención social, pues, puede servirnos para nombrar, para mostrar, y, por qué no, como esperanza de armar acción colectiva, capaz de situarse en un ámbito valorizado y necesario. Orientado a la comunidad, por tanto con interlocución y relación con ella, debida a ella.
Pese a que la mayor parte de dispositivos y de profesionales dependen al final de una administración pública o fundación, empecemos a reconocer críticamente que ese es el veneno que nos corrompe, situar al estado como satisfactor, benefactor, cuando no podemos seguir obviando que su misión, por ahora, es seguir generando subjetividades, todas insertas en sistemas de dominación.
La creciente desigualdad social en nuestra comunidad requiere ponernos las pilas, aunar esfuerzos por sembrar semillas que nos permitan tener ciertos consensos básicos en la lucha contra ésta. Y seguir perdiendo el miedo.
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