8 de marzo: asaltar nuestra vidas
“Apoyar el aborto es una cuestión de sororidad”

Hablamos con la activista Alejandra Burgos sobre la interrupción voluntaria del embarazo en El Salvador

06/03/15 · 8:00
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Alejandra Burgos es defensora de derechos humanos y activista feminista. Forma parte de la Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto de El Salvador y denuncia por medio mundo la situación que enfrentan las mujeres en su país.

¿Qué ha supuesto el indulto a Guadalupe, una de las 17 mujeres condenadas a casi 40 años de cárcel por abortar?

El indulto de Guadalupe es el primero concedido a una mujer en la historia jurídica salvadoreña tras la penalización del aborto en 1998. Marca un punto de inflexión porque demostró los vicios que hay en el sistema de Justicia. Guadalupe estaba condenada a 30 años de cárcel, y después de pasar siete encerrada, el Estado ha tenido que aceptar que se equivocó al condenarla sin que hubiera pruebas suficientes. En un plano más simbólico el indulto envía varios mensajes. Les dice a las mujeres que siguen encarceladas, que no están solas, que seguiremos luchando dentro y fuera del país para que recuperen su libertad.

Lleváis trabajando en este caso casi un año. ¿Os habéis enfrentado con muchas contradicciones en este tiempo?

Presentamos el indulto el 1 de abril de 2014. Los indultos están enmarcados en la Ley Especial de Recursos de Gracia de El Salvador. Lo que significa realmente es un perdón, es casi aceptar que has cometido un delito. Esto para nosotras es bastante frustrante porque es pedir perdón por algo que no se ha hecho, pero frente a 30 o 40 años de cárcel, vemos que es la única vía posible. Al final lo importante no es si ellas abortaron o no abortaron, sino que muchas de ellas están en la cárcel porque  se quedaron embarazadas tras una violación, otras tuvieron abortos espontáneos y fueron acusadas por el propio personal médico y fueron directamente del hospital a la cárcel.

¿Qué papel juega el apoyo internacional en estos procesos?

El apoyo internacional es fundamental. Permite visibilizar, compromete con el cambio. Llama a que el Estado salvadoreño asuma responsabilidades con los compromisos nacionales e internacionales que ha firmado y con los que se ha comprometido. El apoyo legitima nuestra lucha, nos sentimos acompañadas, ‘acuerpadas’. No somos una ni dos, nos hace sentir que somos parte de un proceso global en el que cuidamos las unas de las otras y que, si tocan a una, nos tocan a todas. Es una cuestión de sororidad.

"Si nos tocan a una nos tocan a todas, las mujeres encarceladas no están solas. Seguiremos luchando"

¿Los sectores antielección de El Salvador está muy conectados con los de España?

Por supuesto. Los provida de España influyen mucho en mi país. No es casual que en España en 2014 hubiera casi un intento de legislar de manera similar a El Salvador. Todo lo que pasa en España afecta a América Latina.

¿Y qué opinas de la nueva propuesta del Partido Popular en España para que las menores de 16 y 17 años no puedan abortar sin el consentimiento de sus tutores?

El caso de España lo vemos con preocupación por la falta de congruencia con sus principios y posturas. Esta nueva iniciativa intenta someter a las adolescentes a la condena social y el escarnio público. Es llamativo que el Estado español durante el Examen Periódico Universal de Naciones Unidas instara a El Salvador a liberar a las mujeres criminalizadas por aborto.

¿Cuál es el perfil de las mujeres que abortan clandestinamente en El Salvador?

El 23% de las mujeres embarazadas en el país oscila entre los 15 y los 19 años, las mujeres procesadas están entre 18 y 25 años y son más del 30%. El perfil es de jóvenes y pobres, no hay ni una sola de clase media-alta, la que puede se va fuera a interrumpir el embarazo. Viven en zonas alejadas de la capital y con bajo nivel de estudios. En El Salvador hay 35.000 abortos clandestinos al año, según la Organización Mundial de la Salud. Es difícil adquirir anticonceptivos y no hay educación sexual.

¿Qué papel juega la jerarquía eclesiástica?

La Iglesia católica y los sectores antielección son minoría y eso es lo dramático y lo absurdo en este caso, porque tienen mucho poder mediático y económico. Por ejemplo, el presidente de la Comisión de Justicia y de Derechos Humanos de la asamblea legislativa es de derechas y se declara abiertamente antiabortista, sale en televisión y lo dice, y no le importa perder votos. Por eso creemos que éste es el momento indicado para iniciar un diálogo desapasionado, apegado a una perspectiva de derechos humanos.

 

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