Un feminismo 'otro' dentro del estado español, que reivindica los derechos de las mujeres rurales pero que también construye y ofrece alternativas

A Lidia Gutiérrez y Ana Belén Ruiz se les queda cara de chiste cuando les pregunto si se consideran las indígenas del estado español. Después se identifican: con la cercanía a la tierra, con los planteamientos, con el cuidado de los recursos naturales, con el sentimiento de pertenencia a una comunidad, con la valorización de conocimientos que parecen relegados a un segundo plano por la sociedad mayoritaria. Es el quinto año que organizan, desde el Feminario de la Universidad Rural Paulo Freire, el Foro Feminista Rural Rocío Eslava, esta vez centrado en la relación de las mujeres rurales con la soberanía alimentaria y celebrado en Cuevas del Becerro (Málaga) los días 17 y 18 de octubre. En él han participado Mari Carmen García, del Sindicato Obrero Campesino - Sindicato Andaluz de Trabajadores (SOC-SAT); Inmaculada Idáñez, presidenta de la Confederación de Mujeres del Mundo Rural (CERES) y responsable estatal del Área de Mujeres de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG); Isabel de Gonzalo, de la Fundación Mundubat y Silvia Pérez-Vitoria, documentalista sobre movimientos campesinos a nivel global. También hubo talleres sobre extracción y conservación de semillas, cosmética natural y realización de conservas. Las jornadas se amenizaron con un espectáculo de Las Clownrurales y una mesa de experiencias en huertos urbanos y proyectos de producción-consumo que sirven de puente al mundo rural y el mundo urbano.
El concepto del feminismo y el apellido rural
El Foro, año tras año, ha ido perfilando un feminismo propio, adaptado a la particularidad de las mujeres que viven en entornos rurales. Se reivindica el tronco común del paraguas feminista --en un ámbito en el que el rechazo al término es muy fuerte y los roles de género están muy marcados-- y, a la vez, se atienden a las necesidades de quienes no comparten la cotidianeidad ni la forma de vivir de las mujeres de los entornos urbanos. "Feminismo es feminismo, no hay por qué dividir. Pero cuando íbamos a eventos feministas veíamos que la problemática de las mujeres rurales no se contemplaban en los discursos y planteamientos", comenta Ana Belén.
"Cuando íbamos a eventos feministas veíamos que la problemática de las mujeres rurales no se contemplaba en los discursos y planteamientos"
"Por una parte, están los planteamientos de los feminismos que nacen de la práctica y reflexión de mujeres como nosotras; pero cuando hablamos de soberanía alimentaria y de qué mundo rural queremos, qué tipo de agricultura y qué tipo de consumo y de qué manera nos queremos organizar... tenemos que crear, las mujeres y los compañeros, un feminismo propio, adaptado a las necesidades que tenemos, que no son las mismas que las de un grupo de mujeres urbanas. Justamente ahí es donde tenemos que empezar a trabajar", explica Lidia. En otros encuentros se ha hablado de economía y mundo rural, ecofeminismo, mujeres rurales y salud, educación emocional; y, a la vez, se aprovecha para situar en el mapa pequeñas regiones rurales de la comarca. Feminismo para mantener el mundo rural vivo, feminismo en comunidad, porque como dice Lidia, "trabajamos sobre los saberes de las mujeres campesinas, conocimientos en torno a la alimentación y su gestión, sobre economía feminista, oficios de mujeres que se han ido perdiendo pero que tiene sentido recuperarlos de cara al futuro... Eso es una manera de ir construyendo feminismo, aunque muchas de las mujeres con las que trabajamos no se consideren feministas".
Soberanía alimentaria y feminismo
El aquí, la alimentación ecológica, el cuidado de la tierra, la producción autónoma, el no doblegarse al mercado neoliberal que ha engullido el sector primario convirtiendo nuestra dieta en una amalgama de artificialidades y alimentos deslocalizados: todo esto también es feminismo. La soberanía alimentaria, explica Silvia Pérez-Vitoria, no es lo mismo que la "seguridad alimentaria", concepto con el que trabaja la FAO y que implica que todo el mundo tenga acceso a la comida, pero sin especificar de dónde venga. Esta idea puede ir perfectamente de la mano de la monopolización del sector alimentario por parte de empresas transnacionales que ahogan a la agricultura local. Por el contrario, la soberanía alimentaria sí alude a la capacidad de las personas para mantener y producir alimentos de base sin tener que importarlos.
El 60% de la producción de comida en todo el mundo está llevada por mujeres. Ellas, comenta Silvia, "tienen un papel fundamental en la agricultura; de hecho la industrialización del campo ha llevado consigo la marginación de la mujer rural", que es la responsable de una economía de cuidados a menudo invisibilizada pero primordial, pues está ligada a la preservación de la tierra, la producción de alimentos, su gestión y transformación y la conservación de semillas. Frente a los requisitos que impone la burocracia, que obligan a comprar las semillas para poder comercializar los productos en el mercado convencional, como denuncia Inmaculada Idáñez; las prácticas agroecológicas como la extracción y conservación de semillas permiten la autonomía de la agricultora. "Compartir semillas es compartir conocimiento", dice Leticia Toledo, de la Huerta La Alegría (Córdoba).
Productoras en el campo y en la casa
No es casualidad que este Foro surja en Andalucía, la comunidad más pobre del estado español (más del 40% de la población en el umbral de la pobreza) y eminentemente agraria aunque con la mitad de las tierras fértiles en manos de sólo un 2% de propietarios. Las mujeres --la mitad de todo, como diría Julieta Paredes--, se implicaron desde el principio en las luchas jornaleras, aunque las organizaciones surgieran con un claro interés de clase, muy masculinizadas y sin cuestionar las relaciones de género. Mari Carmen García, más conocida como "La Mari de El Coronil", jornalera e histórica militante del SOC y responsable internacional de Vía Campesina, reivindica el papel de las mujeres líderes de los movimientos campesinos, como es el caso de la participación de Pepi Conde en la fundación del SOC. Las luchas de las mujeres rurales hoy siguen siendo que los espacios de representación y toma de decisiones sean paritarios, con áreas de mujeres concretas, que incluyan análisis de género y formación feminista que conciencie de que, por ejemplo, la corresponsabilidad en el hogar es necesaria para que la mujer pueda participar plenamente en la producción agraria y en la lucha jornalera. En un entorno en que el feminismo sigue produciendo mucho rechazo, donde la violencia machista es vista como algo privado, lo que más se escuchó en el Foro es que se necesita una campaña de concienciación de género que empodere a las mujeres.
Pensamiento constructivo
Las reivindicaciones, como venimos comentando, son muchas: ayudas públicas a la dependencia y la creación de centros públicos para mayores en las zonas rurales; la creación de guarderías que contemplen también la particularidad agraria del trabajo temporal; que en todos los órganos de decisión y dirección participen las mismas mujeres que hombres... Sin embargo, el feminismo rural no se basa únicamente en reivindicar derechos. También construye. Se basa en planteamientos del ecofeminismo y se identifica con el feminismo de los movimientos campesinos e indígenas, "tan sensato, tan básico y tan necesario", como reitera Lidia. "Todos los conceptos y reivindicaciones feministas tradicionales occidentales están bien, han sido necesarias, pero ahora hay como una vuelta a repensar realmente de dónde partimos cuando queremos construir una alternativa. Y yo creo que esas alternativas están mucho en las organizaciones campesinas de mujeres y en las mujeres indígenas. Y ahí hay otra visión, no tanto en estar contra lo otro, sino en construir otra manera".
La Universidad Rural Paulo Freire: enseñar exige saber escuchar
La universidad no está reservada al conocimiento académico, abstracto y alejado de la tierra. Desde la URPF se reivindica otro concepto de universidad, vertebrada por saberes obtenidos a través de la experiencia en el mundo rural; en la que la investigación evita encerrarse en libros y desfilar por pasarelas de congresos y se centra en la transmisión participativa de conocimiento. "El hecho de ponerle [a la universidad] Paulo Freire tiene que ver con la forma de entender la investigación, tiene que ver con el lema de que 'nadie educa a nadie', sino que todos nos educamos en compañía y construcción", cuenta Ana Belén Ruiz, una de las fundadoras. La URPF nació hace diez años con el objetivo de recuperar saberes, de tender un puente entre el mundo rural y el urbano, y con una estrategia para evitar que los jóvenes se fueran de los pueblos: ofrecerles conocimiento para desempeñar en su territorio, que dignificara y diera autonomía. La Cátedra de Vida Rural y la Cátedra de Dinamización Rural, en ese sentido, "son un currículo académico, pero de experiencias" transformadas en propuesta didáctica. Lidia Gutiérrez, también partícipe de la creación de la sede URPF en la Sierra de Cádiz hace ya diez años, concluye: "pensamos que hay mucho del saber tradicional y el saber popular que tiene sentido para el futuro como alternativa".
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