Del antifranquismo a la crisis del régimen del 78
Miguel Romero, una apología de la vida

Repaso a la trayectoria política del miembro de izquierda Anticapitalista y director de la revista Viento Sur.

, integrante de Izquierda Anticapitalista
27/01/14 · 11:41

inforelacionada

Este domingo 26 de enero amaneció gris. Miguel Romero, Moro, finalmente se apagó tras varios años luchando contra el cáncer. No por esperada la pérdida reduce su impacto. Aun en caliente, se atropellan los recuerdos y los sentimientos al repasar una vida de esas que merecen la pena ser vividas y conocidas.

Conferenciante, agitador político, autor de varios libros e incontables artículos de reflexión, tanto públicos como destinados al debate y a la formación internaIntegrante del antifranquista Frente de Liberación Popular (FLP, más conocido popularmente como FELIPE). Fundador del grupo Comunismo, que daría origen a la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), de cuya dirección formó parte y desde la que participó activamente en los órganos de la IV Internacional. Militante de Espacio Alternativo y, posteriormente y hasta hoy mismo, de Izquierda Anticapitalista. Fundador y editor de la revista Viento Sur, con 131 números ya a sus espaldas agitando las aguas de la izquierda alternativa. Conferenciante, agitador político, autor de varios libros e incontables artículos de reflexión, tanto públicos como destinados al debate y a la formación interna de las organizaciones que contribuyó a construir con su lucidez.

Todos estos hitos resultan fundamentales para comprender la trayectoria vital y política del Moro. Pero insuficientes para quienes tuvimos el placer de compartirla con él. Miguel fue por igual militante, compañero y amigo. Los recuerdos en primera persona no son solo necesarios y complementarios, sino parte de su legado.

Conocí a Miguel Romero el 12 de marzo de 2003. Por aquel entonces yo tenía 19 años y residía en un colegio mayor madrileño, el Johnny [nombre con el que también es conocido el colegio San Juan Evangelista], en el que coordinaba un espacio de debate político conocido como el Aula Roja. Le habíamos invitado a dar una conferencia sobre la inminente Cumbre de las Azores y la ya por entonces segura invasión de Iraq que de ella se derivaría. El otro ponente era Raúl Camargo y, entre los asistentes, se encontraba un melenudo y agitador Miguel Urbán. Los tres se convertirían poco después en compañeros y amigos. Al finalizar el acto, Miguel Romero me comentó, entre cañas, que él había formado parte de la primera generación de estudiantes venidos de provincias que inauguraron aquel colegio mayor, casi 40 años antes, desde donde había comenzado su militancia política, antifranquista primero, anticapitalista e internacionalista siempre.

Con el Moro compartí organización política, pero también barrio, sector profesional, actualidad, barcelonismo, francofonía adoptiva, interminables charlas sobre la Comuna de París o sobre la última serie de la HBO, además de esa involuntaria manía que nos da a los sureños de limar nuestro acento cuando ocupamos la Meseta. Maestro profano para generaciones enteras de militantes, mente y pluma privilegiadas, voz y oídos siempre dispuestos, luchó contra su enfermedad con la misma energía y alegría que contra las injusticias que combatió a lo largo de toda su vida. Conceptos como internacionalismo, compromiso o dignidad cobraban forma humana cuando recorrían la piel de Miguel.

La chica que me ayudó a organizar aquella conferencia en 2003 es hoy la madre de mi hijo recién nacido. Hace solo unas semanas, en casa del Moro, recordábamos con él aquella anécdota entre risas. Dentro de unos años le contaremos a nuestro hijo que no solo conocimos al Moro y aprendimos de él y con él, sino que tuvimos el enorme placer de ser sus amigos. Porque el recuerdo es el paraíso para quienes no creemos en el más allá. Y porque si bien es cierto que no hay nadie imprescindible, sí que hay personas irrepetibles. Y se nos acaba de ir una de ellas.

Que la tierra te sea leve compañero, amigo.

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