Una investigación elaborada con 138 entrevistas
documenta las experiencias de más de un centenar
de mujeres africanas que han emigrado hacia Europa.
Son los testimonios de una violencia extrema.
- EN EL BOSQUE. Las mujeres tienen que viajar hasta 6.000 km para llegar a Europa.
“Cuando vivíamos en el bosque [en
Marruecos] era tremendo porque
no sólo te tenías que proteger de
los bandidos, sino también de las
redadas de la policía. Cuando llegaba
la policía nos detenía por la
fuerza. Muchas veces te violaban.
A mí me violaron un día siete policías
y yo sabía además que mis
compañeros escondidos me miraban,
era horroroso. Después, me
dejaron tirada, medio muerta”. Es
el relato de la violencia sufrida por
una mujer camerunesa, temporalmente
atrapada en Rabat, que busca
poder terminar su viaje migratorio
hasta Europa. Es uno de los testimonios
recogidos en un informe
de Women’s Link Worldwide, una
organización internacional de derechos
humanos que trabaja para
asegurar la equidad de género.
El 16 de febrero, Women’s Link
Worldwide (www.womenslinkworldwide.
org/)presentaba los resultados
de su investigación Los
derechos de las mujeres migrantes:
una realidad invisible. El objetivo:
documentar las experiencias
de vida de mujeres subsaharianas
que han tomado la decisión de
emigrar hacía Europa “para elaborar
estrategias nosotras y para que
esa información sea útil para otras
organizaciones que dan servicios
sociales”, indica Viviana Waisman
coordinadora del proyecto. Basado
en las entrevistas realizadas,
entre el año 2005 y 2007, a 138 mujeres
de diferentes países subsaharianos,
tanto en Marruecos como
en el Estado español, el informe
evidencia las vulneraciones de
los derechos humanos, incluidos
los derechos sexuales y reproductivos,
y las múltiples formas de violencia
que sufren.
Las mujeres entrevistadas –en
su mayor parte nigerianas– tardaron
un promedio de 2,3 años en recorrer
los aproximadamente de
2.500 a 6.000 km que hay entre sus
países de origen y Maruecos. La
gran mayoría de ellas pasan varios
meses y a veces años en los países
de tránsito en donde en general
mendigan o ejercen la prostitución
para sobrevivir. El motivo fundamental
para salir es la necesidad y
el deseo de tener una mejor calidad
de vida que permita la subsistencia
propia y de sus familias.
Cuando hay un conflicto bélico se
trata también de preservar la vida.
La gran mayoría de las mujeres
entrevistadas declaran haber sufrido
violencia en los países por los
que han pasado. La violencia física
y sexual “perpetrada por las autoridades
marroquíes, argelinas y españolas”
es otra constante en la vida
de las migrantes. En muchos casos
las mujeres afirmaron haber tenido
un “marido del camino”, que
“a cambio de disponibilidad sexual,
cuidado de la alimentación y trabajo
doméstico, las protege de ser violadas
por otros hombres y se encarga
de su supervivencia”. Aunque
en muchos casos estos ‘maridos’
forman parte de la red de trata
que ha comprado a la mujer y la
controla. Un alto porcentaje de mujeres,
en especial las nigerianas,
eran o habían sido víctimas de trata.
Las redes se ceban, además, con
las mujeres jóvenes, con un promedio
de 20 años, “buscan mujeres jóvenes
para someterlas a trata con
fines de explotación sexual”.
Waisman hace hincapié en la dificultad
que encuentran estas mujeres
para acceder siquiera a “ese
derecho mínimo que es la petición
de asilo en frontera” –con la nueva
ley, único lugar en que se puede
pedir–. También destaca la falta
de acceso a la salud reproductiva
de estas mujeres que, sometidas
tanta violencia, viven muchos embarazos
no deseados y abortos.
Entre estas historias recogidas por
Women’s Link está, por ejemplo,
la de una mujer a la que acompañaron
a pedir asilo ante ACNUR
en Rabat –que le fue denegado–
que murió junto a su hija intentando
cruzar a nado el Estrecho.
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