Cerca de 200 mujeres llegadas desde diferentes regiones y realidades se reunieron en Madrid dispuestas a reflexionar sobre su capacidad para decir quiénes son y para decidir quiénes quieren ser.
- Adriana Pérez Pesce
- Participación. Las Jornadas abordaron las posibilidades de las mujeres gitanas para participar en los diversos espacios de la vida pública.
Se trataba de las IX Jornadas Estatales de Mujer Gitana, un congreso celebrado los días 26 y 27 de octubre, dentro de las programaciones de la Fundación Secretariado General Gitano.
Su imagen social y personal, sus posibilidades para participar en la vida pública y para asociarse, llevando adelante sus iniciativas, fueron las cuestiones que centraron la convocatoria de este año, basada sobre todo en la idea de ‘encuentro’.
Mª Paz Peña, doctora en Antropología, pedagoga y gitana, fue la encargada de introducir el panorama del movimiento asociativo y la participación social de estas mujeres. Las mesas de experiencias y los coloquios surgieron como herramientas fundamentales para alcanzar objetivos y conclusiones: algunos ejemplos de asociacionismo local, de mujeres trabajadoras y estudiantes, y dieron lugar a un intercambio dinámico y comprometido.
Hace tiempo que el pueblo gitano reclama a la sociedad y a sus instituciones compromisos reales con su plena incorporación como ciudadanos y ciudadanas en auténtica igualdad, desde el reconocimiento de su realidad cultural, tantas veces negada o reducida a factores de pobreza y marginalidad. Un reconocimiento que vaya más allá de las políticas asistencialistas y paternalistas, cuya herencia sigue condicionando hoy su autonomía y manteniendo una excesiva dependencia.
El encuentro es una prueba más del compromiso y los retos que este pueblo está asumiendo también para si mismo, comienzan a ser conscientes de su insuficiente representación en los espacios clave para la defensa de sus derechos.
Como en casi todas las sociedades, las mujeres gitanas han vivido sujetas a normas, valores y roles fuertemente marcados por la comunidad; pero también ellas han sido imprescindibles para garantizar su cumplimiento y continuidad de una generación a otra. Esta circunstancia las convierte en el motor esencial para la evolución de toda su comunidad, hablar hoy de promoción del pueblo gitano es hablar, sobre todo, de promoción de la mujer.
Las jornadas han abierto un espacio para analizar en qué medida adoptan como propia una imagen homogénea de sí mismas, aquella que la sociedad ha creado a partir de estereotipos, convertidos muchas veces en prejuicios y actitudes discriminatorias; un sentimiento de estigma común que ha servido para crear entre ellas lazos de apoyo y solidaridad mutua, pero que es a la vez germen de su inmovilidad y de rechazo hacia quienes rompen con lo establecido y reivindican su propio futuro.
Encargadas de llevar y transmitir estas conclusiones, comprometidas consigo mismas, con sus hijas y nietas, regresaban a lo cotidiano sabiendo que siempre serán gitanas: sin miedo a perder su cultura por acceder a la formación o al empleo, por participar fuera de casa o por ayudar a sus hijos e hijas en ese camino hacia la igualdad de oportunidades. Según sus propias palabras, quienes avanzan por ese camino, lejos de “apayarse” son “doblemente gitanas: primero porque lo somos y después porque decidimos seguir siéndolo”.
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