MADRID // LA COMUNIDAD DOMINICANA SE MOVILIZA TRAS LA MUERTE DE UN JOVEN DE 23 AÑOS POR DISPAROS DE UN ESCOLTA
“¿Si Luisito fuera blanco, le habrían disparado?”

El asesinato de un joven dominicano en plena
calle saca a la luz el malestar de los inmigrantes
latinoamericanos ante los controles policiales
y las formas de racismo institucional.

02/04/09 · 12:46
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AMARILLISMO. “Los dominicanos quieren aplicar su justicia”, titulaba El Mundo.

Los amigos y familiares de Luis
Polanco convocaron una concentración,
una manifestación y una misa
pública en la semana que siguió al
asesinato de este joven de origen dominicano.
La misma indignación ha
llenado las calles del barrio madrileño
de Cuatro Caminos de pintadas y
carteles con el retrato del chico, en
protesta por un crimen que ha traído
a la memoria de la comunidad dominicana
la muerte de Lucrecia Pérez
en 1992 por los disparos de un
Guardia Civil de extrema derecha.
De forma unánime, la policía, los
partidos políticos con representación
en el Ayuntamiento y la Delegación
del Gobierno en Madrid han negado
un posible móvil racista. José Luis T.

C., el guarda jurado y escolta que disparó
dos veces en la cabeza de Luis
en plena calle, no ha sido relacionado
con ninguna agrupación de extrema
derecha. Su defensa alega que la
ansiedad inducida por las drogas y la
esquizofrenia le empujaron a disparar
a un desconocido de 23 años.
Pero en las vigilias y corrillos que
se suceden cada día en el lugar donde
cayó el cuerpo cunde la idea de
que a Luis no lo hubieran disparado
si no fuera moreno y dominicano.
Sandra, una amiga del joven, relata a
este periódico cómo el asesino estuvo
paseándose por el barrio toda la
tarde del viernes 23 de marzo sin objetivo
aparente. “Si no hubiera disparado
a Luis, al final hubiera disparado
a cualquier otro que le hubiera parecido
vendedor de droga”.

Ya era de noche cuando un hombre
español se acercó a Luis, le preguntó
si tenía cocaína para vender, y
ante la negativa del joven le disparó.
Según han relatado también los testigos
a la policía –a esa hora de un
viernes, con temperatura ya cálida,
es normal que la gente se encuentre
en la calle–, el hombre se fue andando
tranquilamente, y unos 20 minutos
después era detenido por la polícía
ante las llamadas de un vecindario
con cerca de 3.000 habitantes de
origen dominicano.

Esta secuencia puede parecer
similar a la de tantos asesinatos
por asuntos de drogas, pero no explica
por qué las mismas circunstancias
que llevaron a José Luis a
tomar al joven por un camello
–eso alega la defensa– condujeron
a Luis a confundir a este hombre
español de 38 años con un policía
de paisano. Días después del crimen,
pese a la ausencia de pruebas,
Sandra confirma que persiste
el rumor sobre la pertenencia de
José Luis T. C. a la policía.

La zona está siendo uno de los objetivos
preferidos por la Policía
Nacional para desplegar sus controles
masivos en busca de personas
sin papeles. Esa misma tarde,
cuenta Sandra, “la policía entró a
cachear a dos chicos mientras el
asesino de Luis se paseaba con una
pistola”. Tampoco ayuda a la buena
imagen de los cuerpos de seguridad
el hecho, denunciado por la madre
del joven, de que la policía tardara
tres días en ponerse en contacto con
los familiares de la víctima.

El suceso ha llenado páginas en
la prensa local. Aún es pronto para
saber si el calificativo de “pequeño
Caribe” con el que muchas crónicas
han caracterizado a la zona
pasará ya a incorporarse al acervo
popular y policial. Andrés Restrepo,
del diario Latino, critica una
cobertura que se ha regodeado en
los aspectos folclóricos. “Poco se
ha resaltado el hecho de que la víctima
llevara viviendo en España
desde los siete años”, se lamenta.

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