El Gobierno chileno permanece
en silencio ante la
agónica huelga de hambre
iniciada el pasado octubre
por cinco presos mapuche
y ahora sostenida sólo por
la presa Patricia Troncoso.

- DECENAS DE DETENIDOS. Una mapuche
en un furgón policial tras una manifestación.
“Yo quiero preguntarle a la señora
presidenta. ¿Qué se siente? Usted
que fue prisionera política, usted que
fue torturada, sentir hoy día el placer
de torturarnos a nosotros”. Así se dirigía
en una carta abierta Patricia Robles
Troncoso, ‘la Chepa’, a la presidenta
de Chile, Michelle Bachelet,
cuando cumplía 74 días de huelga de
hambre.
Esta protesta fue iniciada el 10 de
octubre de 2007 por cinco presos políticos
mapuche, miembros de la
Coordinadora Arauko Malleko, con
el fin de conseguir la libertad de todos
los presos políticos mapuche y el
cese de la militarización y de la represión
contra las comunidades mapuche.
Después de dos meses de protestas
sin que las autoridades chilenas
hubieran hecho ningún gesto,
fue el obispo de Temuko, Manuel
Camilo Vial, quien, al igual que con
motivo de la anterior huelga de hambre
de 2006, tomó en sus manos la
labor de mediación entre los presos
y el Gobierno chileno. El 15 de diciembre
anunció el compromiso de
este último de constituir una mesa
de diálogo a la mayor brevedad.
Consiguió así que José Huenchunao,
Jaime Marileo y Juan Millalen, todos
en serio peligro de muerte, abandonaran
la protesta.
“Esperamos que ustedes concreten
esa mesa. Porque los mapuche
cumplen su palabra y ustedes no la
tienen”, dijo por escrito Troncoso al
anunciar que Héctor Llaitul y ella
misma continuarían con la protesta
hasta ver constituido el espacio de
negociación. Seis días después,
Roberto Troncoso, padre de Patricia,
confesaba a su vuelta de Santiago
que no tenían prueba alguna de que
la famosa mesa estuviera por constituirse.
Escarmentada por los nulos
resultados de una huelga de hambre
de 63 días, llevada a cabo en 2006 por
la derogación de la Ley Antiterrorista,
Patricia Troncoso afirmaba
en su Carta Abierta a Michelle
Bachelet que “este año voy a seguir
hasta el final. Si mi muerte sirve para
la liberación de la gente, yo voy a seguir”.
Ya llevaba perdidos más de 26
kilos y su deterioro físico la obligaba
a permanecer postrada en la cama.
Troncoso y Llaitul pertenecen a la
generación que, en torno a los conflictos
de 1997 (contra proyectos
energéticos y papeleros, en especial),
y agotadas las antiguas vías de lucha,
protagonizó un giro en ésta: la ocupación
efectiva de las tierras y el control
territorial sobre las mismas, que
ejercen al trabajarlas.
Fuera de Chile, las muestras de solidaridad
frente a los consulados de
dicho país se suceden. Una delegación
parlamentaria venezolana y el
ex candidato Aymara a la presidencia
boliviana, Felipe Quispe, visitan a
los presos. El Gobierno permanece
en silencio. Se incrementa el control
policial en ciudades y comunidades.
El 30 de diciembre, Llaitul hace público
que “al no existir más alternativa
que la muerte” abandona la huelga
de hambre. Advierte “que la nula
respuesta del Gobierno no la consideraremos
una derrota, sino una verdadera
declaración de guerra al movimiento
mapuche. Lo único que nos
queda es seguir luchando”.
Al cierre de esta edición, tras más
de cien días de huelga de hambre,
Troncoso está aislada e incomunicada
en la UCI del hospital de Chillan.
Los médicos advierten de su estado
crítico.
Los efectos de la militarización
_ El 3 de enero, un grupo
mapuche entró en el
fundo Santa Margarita,
propiedad de Jorge Luchsinger.
Éste, descendiente
de una familia suiza
llegada a fines del XIX, es
un latifundista de extrema
derecha, cabeza de
la represión contra el
pueblo mapuche y señalado
repetidas veces como
cerebro del paramilitar
Comando Hernán
Trizano. Los carabineros,
que custodian la finca
noche y día, dispararon
contra los mapuche: Matías
Catrileo, 22 años,
muere por disparos de
Uzi. Catrileo era de esa
generación de jóvenes
mapuche de los que Patricia
Troncoso tan orgullosa
se muestra porque
«en ellos está el futuro».
Los objetivos de la huelga
de hambre que, al cierre
de esta edición, Troncoso
aún mantiene, se
muestran con crudeza.
Michelle Bachelet, mientras
tanto, permanece en
silencio. En esta ocasión,
de todos modos, su estrategia
de silenciar el
conflicto está fallando.
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