EXTREMA DERECHA // AUMENTA LA POPULARIDAD DE LE PEN TRAS LOS DISTURBIOS EN LAS PERIFERIAS
Le Pen divide y espera vencer

Apoyándose en sondeos favorables, el viejo líder xenófobo francés cree que superará las divisiones de la extrema derecha e impondrá otra vez su presencia en las elecciones presidenciales de 2007.

Texto de Camile Delatate (París).

20/04/06 · 0:28
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“GLOBALIZACIÓN, TRAMPA PARA GILIPOLLAS”, lema del cartel del Frente Nacional. Su propaganda es visible en numerosas calles pero es también muy contestada.

“Inmigración, explosión de los suburbios...
¡Le Pen ya lo había dicho!”.
Con este mensaje de acogida,
la web del Frente Nacional (FN), el
primer partido de la extrema derecha
xenófoba francesa, pretende
convertir a su presidente, Jean-Marie
Le Pen, en el profeta de la violencia
en las periferias de las grandes
ciudades galas. En Francia, donde
el 82% de los ciudadanos opinan
que “los problemas de los suburbios
no han sido solucionados”,
según un sondeo reciente del instituto
CSA, la estrategia del miedo
tiene bases sólidas para funcionar.
Los sondeos de los principales
institutos observan un aumento de
la popularidad de Le Pen. Por
ejemplo, Sofres concluyó en diciembre
pasado que sólo el 39% de
los franceses consideran “inaceptables”
las ideas de Le Pen, cinco
puntos menos que en 2004.

En su domicilio de Saint-Cloud,
un rico suburbio parisiense, Le Pen
no esconde su optimismo. “Hemos
recibido 20.000 correos que nos dicen
que tenemos razón. Todos los
politólogos admiten que, a día de
hoy, estaré en la segunda vuelta de
la elección presidencial [prevista en
2007]”. Jean Peteaux, docente en
Sciences Po (escuela de ciencias
políticas) Burdeos, reconoce que,
“hoy, nada impide imaginar que Le
Pen salga primero de la primera
vuelta”. En 2002, el líder del Frente
Nacional llegó a la segunda vuelta
con el 17,19% de los votos, es decir,
194.000 más que el candidato siguiente,
el socialista Lionel Jospin.
“En 2007, puede haber una situación
con 15 o 20 candidatos” (en
2002, hubo 16), calcula Peteaux. Y
la dispersión de los votos favorece a
los aspirantes como Le Pen.

En 2007, el candidato frentista
tendrá dos nuevos competidores:
Philippe de Villiers y Nicolas
Sarkozy. El primero ha desarrollado,
desde el referéndum sobre la
Constitución europea, un discurso
xenófobo sobre la “islamización” de
Francia. No duda en fichar a mandos
del FN, decepcionados por la
estrategia de su jefe o meramente
oportunistas. Nonna Mayer, autora
de Esos franceses que votan al FN,
afirma que Villiers es “un competidor
directo que intentará recuperar
el electorado derechista tradicional
y católico de Le Pen. Desarrolla una
imagen dura, pero respetable.
Nunca cometerá ningún desliz sobre
la última guerra mundial” (Le
Pen reiteró el pasado noviembre
que consideraba las cámaras de gas
“un detalle en la historia de la II
Guerra Mundial”). Como ejemplo
de esta pugna, el FN presentó una
denuncia a primeros de marzo contra
el partido de Villiers por plagiar
su web. Ambos portales fueron diseñados
por la misma persona que
concibió primero el del FN antes de
ofrecer sus servicios a Villiers.

La competencia de su otro rival,
Sarkozy, será más indirecta, pero
puede que más eficaz. La intención
del popular ministro de Interior de
“limpiar” los suburbios, el calificativo
de “chusma” que dirige a determinados
jóvenes y su deseo de encarnar
una derecha “sin complejos”
pueden atraer a los electores de derechas
que consideran que la Unión
por un Movimiento Popular (UMP,
el principal partido de centroderecha,
que preside Sarkozy) se ha
centrado excesivamente. Para Pascal
Perrineau, profesor en Sciences
Po París y especialista del FN, “Sarkozy
es un elemento nuevo. No es
una mera copia de Le Pen. Evita sus
excesos autoritarios e introduce un
elemento nuevo que puede seducir
a los electores del FN”.

El dirigente frentista tiene un argumento
preparado contra los que
considera sus imitadores: “Los franceses
siempre prefieren el original
antes que la copia”. Y añade, utilizando
un término inventado por
Perrineau: “La lepenización de los
espíritus no me quita votos, sino todo
lo contrario”.

500 firmas

Le Pen no tiene garantizada la posibilidad
de presentar su candidatura
a la elección presidencial. Para evitar
la proliferación de candidaturas,
la legislación francesa obliga a los
potenciales candidatos a conseguir
las firmas de 500 ediles. Hoy en día
es difícil encontrar alcaldes no frentistas
que acepten que su apellido
se publique en el boletín oficial al lado
del de Le Pen. Los especialistas
coinciden en que en 2007, un año
antes de las elecciones municipales,
Le Pen tendrá dificultades para recaudar
las firmas entre los ediles.
Según Peteaux, “se puede imaginar
un pacto entre caballeros entre la
UMP y el Partido Socialista para
boicotear a Le Pen”. Y explica que
en 2002 los socialistas ayudaron al
extremista en su búsqueda de firmas,
calculando que así quitarían
votos a la derecha tradicional.

Peleas por la sucesión

Le Pen tiene 77 años. Aunque nunca habla de su sucesión, dos candidatos -no declarados- compiten para hacerse con la herencia:
su hija Marine Le Pen y el número dos del partido, Bruno Gollnisch. Jean-Marie Le Pen ha sido el artesano de la unidad de la extrema derecha francesa, muy heterogénea, que en la historia sólo se ha juntado por la fuerza y la habilidad de un jefe carismático.

En el Frente Nacional conviven republicanos nacionalistas y monárquicos, antisemitas y judíos ultrasionistas, veteranos de la resistencia y ex colaboracionistas, católicos integristas y filonazis ateos, ex comunistas
y ultraliberales, etcétera. Su candidatura seduce al 15% del electorado.

Estos últimos meses, Le Pen ha ido colocando a amigos de su hija Marine en las instancias de dirección, aunque repite que, a día de hoy, Gollnisch es quien le sucederá.

Nona Mayer, también profesor de ciencia política, explica que «la candidatura de la hija está reventando el partido». Resume así la situación: «Nunca el contexto político ha sido tan favorable al FN: hay un contexto de miedo perfecto. Pero para aprovecharlo hace falta un partido y un líder creíbles. Al contrario, tanto la estructura como el jefe están hoy muy debilitados».

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