ENTREVISTA / VERÓNICA MARíA TERESI INVESTIGA LA TRATA DE MUJERES BRASILEÑAS
“Las mujeres objeto de trata no son las criminales de la historia”

La abogada brasileña
Verónica M. Teresi está
realizando una investigación
sobre la cooperación
internacional entre
Brasil y el Estado español
contra la trata con fines
de explotación sexual.

15/03/07 · 0:00
Edición impresa

DIAGONAL: ¿Cuál es el perfil de
quienes emigran de Brasil a Europa
para dedicarse a la prostitución?

VERÓNICA MARÍA TERESI: Mujeres
entre 22 y 25 años, sin muchos
estudios, morochas y negras, de las
periferias de la ciudad, que sufrieron
alguna forma de violencia sexual
intra o extrafamiliar. Algunas
ya trabajaban en la prostitución. La
mayoría tienen hijos. El no poder
construir su vida en Brasil y tener
hijos no da una libertad o autonomía
completa a la mujer y la prostitución
se deriva de ello. También
hay personas transgénero, pero
esas redes son diferentes: funcionan
entre pares, un transgénero que
trae a otros. En el caso de las mujeres
puede existir una gran red detrás,
pero la captación inicial es de
una a otra. Algunas vienen pensando
que pagarán mil euros a la red y
cuando llegan aquí son 3.000 o
4.000 y después, en los clubes y los
pisos terminan aumentando su deuda.
Y saben que tienen que seguir
en esto porque si no le pueden hacer
algo a su familia. Otras quieren
cumplir con su objetivo, que es vivir
bien, comprar una casa, montar una
tienda... Una chica vino engañada a
trabajar como bailarina y decidió
no volver hasta poder pagarle el pasaje
a su madre. La realización y el
no volver peor de lo que llegaste son
mecanismos muy importantes.

D.: Los colectivos de prostitutas dicen
que también se criminaliza a redes
no coercitivas. ¿Qué conclusiones
has sacado de tu investigación?

V. M. T.: La ley y los protocolos hablan
de las grandes redes. En el caso
de las brasileñas son redes ‘familiares’:
una mujer que ejerce prostitución
y no se siente traficada y lo
hace con su amiga o vecina. A veces,
para saldar su deuda con la red
traen a otra: conocí a una chica que
vino aquí porque la prima la trajo
para eso y no lo sabía. Según el Protocolo
de Palermo, estas mujeres
también serían traficantes, pero no
se las puede considerar así. Hay que
diferenciar entre la condena a una
mujer que trae a una igual para
prostituirse, le paga el pasaje y le
posibilita trabajo en un club y la de
quien trae mujeres y las explota. En
Brasil cuando ibas a la Policía federal
te entregaban un folleto junto
con el pasaporte cuyo primer punto
era: “Si algún extraño se te acerca y
te propone ir a trabajar no sé dónde...”.
La mujer dice “eso no pasa
conmigo”, porque quien la está trayendo
es su amiga, su vecina, su
hermana, y eso para ella no es trata,
es una situación simple de migración.
También es cierto que los
que están detrás de las mafias organizadas,
a menudo los dueños
de los clubes, hacen que ellas mismas
se acaben traficando y evitan
que tengan esa noción. Pero criminalizar
a las mujeres que traen
a otras es reducir el fenómeno.
Son el producto, no las criminales
de la historia.

D.: ¿La irregularidad de los inmigrantes
extracomunitarios tras los
Acuerdos de Schengen favorece a
las redes coercitivas de trata?

V. M. T.: Hablamos de trata cuando
una persona viene engañada, pero
también cuando sabe que viene a
ejercer la prostitución pero no las
condiciones. En el caso de la prostitución
y las chicas traficadas se confunde
la legislación. La prostitución
no es un crimen, pero se la confunde
con la migración irregular. Cuando
la Policía encuentra a una chica
trabajando en un club y le abre un
expediente por irregular, la sociedad
no ha entendido la complejidad
de su situación.

Se le posibilita conseguir la residencia
si colabora con la policía y se
convierte en testigo protegido. El
problema es que muchas veces la
chica no conoce la red a fondo y la
justicia entiende que no colabora lo
suficiente para dársela. ¿Qué es lo
suficiente? No hay criterios legales
para decir ‘tiene que colaborar hasta
el tercer escalón de la red’. La llevan
al juicio contra el traficante, la
ponen tras un biombo, y le dicen
“cuéntalo todo”. Yo si fuera ella, diría
“no le conozco”. La mujer es mucho
más vulnerable que el traficante.
Como tampoco tiene la seguridad
de que va a conseguir la documentación
no colabora y se da una
paradoja: hay una legislación que la
protege para que colabore y al mismo
tiempo la interpretación subjetiva
de esa ley evita que lo haga.

Muchas veces no quieren volver
a su país de origen porque tienen
miedo. Regularizarlas sería ideal,
pero depende de la sensibilización y
la capacitación para aplicar la ley.

D.: ¿Hay complicidad entre embajadas,
aduanas, policía y redes?

V. M. T.: En mi estudio no identifiqué
nada de eso. Pero hay que crear
mecanismos para que quienes trabajan
con las víctimas cooperen.
Cuando la Policía española le abre
un expediente a una mujer irregular,
comunica al consulado brasileño
la expulsión, pero no que es víctima
de trata. Y Brasil tiene que saberlo
para encaminarla a las oficinas
de atención que abrió en 2006
tras aprobar un plan nacional contra
la trata. Allí hay ONG que organizan
cursos de inserción profesional.
Pero una chica que trabaja en
un cajero de supermercado en Brasil
gana unos 380 reales al mes
(unos 120 euros), lo que gana aquí
teniendo dos relaciones sexuales.
En una noche tendrá cinco como
mínimo. El cambio de vida de estas
chicas involucra una revalorización
de un montón de cosas. Muchas
quieren salir y otras muchas no por
los beneficios económicos. Dicen
“voy a ganar dinero más rápido”,
que no más fácil. Sin alternativas de
vida, las mujeres seguirán viniendo.

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