El 23 de septiembre, Mor
Ndiaye y Kebba Chan y
otros dos subsaharianos,
condenados por vender en
el ‘top manta’, sabrán si se
les aplica la sentencia de
cárcel, multa o expulsión.
- KEBBA CHAN. Carpintero que se quedó
en paro y tuvo que emigrar./ Olmo Calvo
Mor y Kebba llegaron en cayuco hace
dos años a Canarias y, tras pasar
por un centro de internamiento,
fueron traslados por la policía a
Madrid y Gijón respectivamente.
Meses más tarde, tras ser juzgados
en primera instancia por delitos
contra la propiedad intelectual, su
caso acabó en la Audiencia Provincial
de Madrid. Si ésta ejecuta la
sentencia, puede que afronten cárcel,
multa y responsabilidad civil
(en algún caso la cárcel puede ser
sustituida por la expulsión vía judicial
con prohibición de entrada de
cinco a diez años). DIAGONAL les
entrevista en su castellano precario.
DIAGONAL: ¿Cómo es la venta?
KEBBA CHAN: Salimos de casa hacia
las 11h, y el dinero que tenemos,
20 o 15 euros, lo gastamos en comprar
películas a unos chinos, que
venden la mayoría de los CD. Y luego
vas a vender en la calle o el metro.
Algunos días te puedes subir hasta
20 euros, pero la mayoría que puedes
vender al día es 10 o 15 euros antes
de que llegue la policía. Y volvemos
a las cinco o las seis de la tarde,
por ejemplo, lo que tengas es tu suerte
del día, que sean 15, 20 euros, o lo
que sea, es lo que tienes al día.
D.: ¿Es muy duro estar en la calle?
MOR NDIAYE: Es muy duro porque
nosotros lo que tenemos como
tradición o costumbre en nuestro
país es no robar ni coger las cosas
de una persona, porque no tenemos
esta educación. Por eso nosotros,
lo único que podemos hacer es vender
los CD para saldar las deudas,
pagar el piso todos a final del mes y
comer algo. Pues estos diez euros
no es suficiente para nosotros, para
poder comer todos los días. Y al final
de mes, ¿cómo vas a pagar tu
piso?, ¿cómo vas a enviar a tu familia
si quieres, si están esperando
que tú les mandes algo? Es muy duro,
te digo que es muy duro.
D.: ¿Cómo empezasteis a vender?
M.N.: Cuando llegamos aquí, los
amigos, la gente que nos ayuda, estaban
así cuando no tenían papeles.
Por eso, nosotros, como ellos,
cuando llegamos estábamos obligados
a hacerlo.
K.CH: No tengo otra cosa como trabajo.
No tengo papeles.
D: ¿Cómo os sentís por las posibles
expulsiones o condenas de cárcel?
M.N.: Cuando empezamos, nadie
nos decía que era un delito, nosotros
no lo sabíamos. Nos hemos enterado
cuando la policía nos ha cogido en la
calle. Luego un abogado nos ha mandado
a un senegalés que da una cosita
de trabajo de publicidad. Me meto
en la boca del metro y le doy publicidad
a la gente que sale del metro. Por
eso todavía no he vuelto a tocar las
películas, es que no quiero hacerlo,
porque es lo que hay, como es un delito
no quiero hacerlo más. Si estamos
en un país, como sea, tú tienes
que respetar la ley. Nosotros hemos
nacido así, tenemos esta educación.
Cualquier cosa que no sea robar a la
gente o hacer algo malo, vender drogas.
Alguna cosa que no esté fuera
de la ley. Además es la primera vez
que la policía nos coge, en este país y
en nuestro país. En nuestro país,
donde me he quedado hasta los 20 o
25 años, nadie me ha tocado así.
Salía de mi casa sin documentación.
Pero como es otro país, estoy obligado
a respetar la ley.
“La realidad de estos trabajadores”
La campaña por el indulto
a los cuatro manteros,
Kebba C., Adama T., Yaram
D. y Mor N, resalta
algunas contradicciones
de los engranajes que
pueden llevarles a la expulsión
o cárcel. Vendiendo
en el ‘top manta’ no
han engañado a nadie, ya
que los compradores
saben perfectamente que
no compran originales ni
copias autorizadas. Muy
poca gente lo considera
un delito, y no causa ninguna
alarma social, sino
que muchos ciudadanos
participan de esta actividad.
Es “lo mismo que
cuando muchos nos bajamos
películas o música
desde internet o copiamos
con nuestros ordenadores”,
sostienen desde
la campaña. La recogida
de firmas (www.transfronterizo.
net/spip.php ?article74)
por su indulto
tiene un objetivo “práctico
y urgente: que no tengan
ni que ir a la cárcel, ni
que ser deportados, sentando
así un precedente
para otros manteros y,
por otro lado, haciendo
visible la realidad de
estos trabajadores”.
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