Eduardo Romero, miembro del proyecto Cambalache
(Oviedo), recalca que las cacerías de inmigrantes son un
instrumento ‘natural’ de la política migratoria actual.
- RUBALCABA: “Cada vez entran menos irregulares y cada vez salen más”.
Aprincipios de este año, Alfredo
Pérez Rubalcaba
presentaba el Balance de
la lucha contra la inmigración
ilegal 2008. El informe es un relato
de los ‘éxitos’ del Gobierno español
en política migratoria, muy superiores
a los logrados por el último
Gobierno del PP. En la frontera exterior
hay un 53% más de policías que
en 2003; entre 2006 y 2008 se ha duplicado
la financiación del Frontex;
se ha incrementado la contribución
de la UE a la militarización de la
frontera sur, etc. El éxito se mide por
el descenso del número de inmigrantes
ilegales llegados al Estado español.
En Canarias, tras la ‘avalancha’
de hace dos años, se han reducido
las llegadas: de más de 30.000 inmigrantes
a menos de 10.000. Si en el
período 2000-2003 las repatriaciones
habían superado las 250.000, en
2004-2007 –llegaban a más de
370.000. Las personas expulsadas en
vuelos de repatriación se incrementaron
durante el gobierno de Zapatero
en un 183%.
Como cada mes de enero, Rubalcaba
presentó su informe públicamente.
En el año 2008, “se ha
repatriado a inmigrantes ilegales
de 29 nacionalidades, frente a 22
en 2007”, señaló. “Casi nadie entra
ya en España sin que le veamos”,
afirmó el ministro. En definitiva,
Rubalcaba se felicitó porque “cada
vez entran menos irregulares y cada
vez salen más”.
Es lógica la perplejidad del ministro
de Interior ante la reciente
polémica de los cupos. Hace un
mes, Rubalcaba se vanagloriaba de
haber construido una frontera cada
vez más infranqueable y casi todo
el mundo aplaudía; se enorgullecía
de haber detenido y expulsado a
muchos más inmigrantes que el PP,
y El País, El Mundo o ABC reseñaban
el éxito de su política migratoria.
La Razón, prudentemente, reclamaba
no caer en la euforia. Por
su parte, el PP criticaba que sólo el
17% de los expedientes de expulsión
se ejecutasen.
Quizás esperando un nuevo aplauso,
y ante la evidencia de una instrucción
interna que fijaba un número
de detenciones de inmigrantes sin
papeles por comisaría, el ministro
reconoció que existían objetivos
cuantitativos de detención de inmigrantes
irregulares. Ante las críticas
recibidas, aclaró que “la prioridad de
la Policía es detener ilegales cuando
estos inmigrantes están vinculados a
la delincuencia”. No hace falta ser
muy perspicaz –basta con darse una
vuelta por la ciudad– para ver que la
policía persigue y detiene por el mero
hecho de no tener papeles. No hace
falta una gran investigación periodística
–basta con escuchar al africano
que nos vende la música o a la
latinoamericana que cuida de nuestro
abuelo o nuestra hija– para saber
que la policía humilla y expulsa a miles
de inmigrantes sin papeles. No
hace falta hacer el máster de El País
para saber que el ministro miente.
Hace falta un poco menos de hipocresía
para reconocer que ya lo
sabíamos: los cupos en las comisarías,
las cacerías de inmigrantes –como
ahora se apunta a denunciar
Rajoy–, no son ninguna novedad.
Son el instrumento ‘natural’ de una
política migratoria que pretende
sembrar el miedo y la inseguridad
como garantía de la explotación capitalista
de cientos de miles de personas.
El consenso institucional lo
demuestra CC OO, que hace ya dos
años defendía la exigencia contundente
a los países africanos para que
aceptasen las repatriaciones.
Hacen falta infinitas dosis de impostura
para escandalizarse porque
una comisaría reciba la orden
de detener a 35 inmigrantes por semana,
mientras se reclama que
crezcan las alambradas y que se
expulse a los sin papeles. Hay que
militarizar la frontera, obligando a
los inmigrantes a buscar rutas cada
vez más largas y peligrosas; y
cuando se ahogan 25 –si es que nos
enteramos– hay que dedicar un minuto
de telediario y una lágrima a
la tragedia. Hay que expulsar a miles
de clandestinos; y cuando nos
cuentan que eso equivale a 35 por
comisaría, hay que poner el grito
en el cielo.
Rubalcaba no tiene de qué preocuparse.
En enero de 2010, cuando
presente su Balance de lucha contra
la inmigración ilegal 2009, todos
–casi todos– le volverán a aplaudir.
comentarios
0