El masivo ayuno que protagonizaron miles de presos griegos consiguió que la opinión
pública reparase en las nefandas condiciones de hacinamiento y marginación
que sufren los reclusos. El Gobierno se ha visto obligado a anunciar reformas.
- CÁRCEL DE ATENAS. Desde 1998 han muerto 417 personas en las prisiones griegas
Del 3 al 21 de noviembre, 5.251 presos
y presas protagonizaron en las
cárceles de Grecia una de las huelgas
de hambre más masivas de la
historia del país. Otros 3.000 presos
les acompañaron con ayunos.
Cada cierto tiempo en las prisiones
helenas se producen protestas
que tienen como demanda principal
la mejora de las condiciones de
encarcelamiento. La más común es
la revuelta, que brota espontáneamente
en un centro penitenciario y
rápidamente se extiende a otros,
para ser aplastada por los cuerpos
de seguridad o apaciguada con falsas
promesas. Pero en esta ocasión,
por primera vez, los presos han logrado
coordinarse a nivel estatal,
formando la Comisión de Presos
Panhelénica. Esta vez también han
tenido cuidado de no caer en provocaciones
que pudiesen justificar
la represión y han articulado un discurso
que ha puesto en primer término
las condiciones infernales en
las cárceles y la cultura punitiva de
quienes las gestionan.
Los datos hablan por sí solos:
13.000 presos se amontonan en prisiones
previstas para 8.200. El número
de presos se ha triplicado en
los últimos diez años como consecuencia
de un clima de intolerancia
y conservadurismo. Aunque el
Estado ha construido nuevas cárceles,
las condiciones de vida en la
mayoría de ellas siguen siendo de
extrema dureza: muchos reclusos
duermen en el suelo y se duchan,
cuando lo consiguen, con agua fría.
Además, tienen que esperar hasta
cuatro meses para una consulta
médica, curarse cualquier enfermedad
con una aspirina, y comprar el
jabón y papel higiénico. Y sufren
humillaciones y torturas –según
atestiguan organismos de derechos
humanos– por parte de unos carceleros,
en muchos casos, xenófobos.
Con la huelga de hambre masiva,
los presos exigieron: el cese de
las penas disciplinarias aplicadas
como castigo contra los reclusos
más reivindicativos; la reducción
del tiempo de condena cumplido
para poder acceder a los beneficios
penitenciarios (de 3/5 partes de la
pena a 3/7 partes); la abolición de
las cárceles para menores y la no
construcción de prisiones de alta
seguridad alejadas de las ciudades.
También reclamaban la reducción
de la prisión preventiva de 18 a 12
meses; el acceso a programas de
trabajo y estudios; la mejora de la
infraestructura de los centros y de
la asistencia médica; la reducción a
12 años de las penas de cadena perpetua;
formas alternativas al encierro
para el cumplimiento de las
condenas y que se permita el acceso
a organizaciones independientes
a las prisiones.
La huelga fue apoyada desde el
exterior con actividades y movilizaciones
como conciertos y manifestaciones.
Una de ellas llegó ante los
muros de la cárcel de Atenas. Hubo
numerosas declaraciones y cartas
de apoyo, firmadas por asociaciones
de médicos, abogados, etc.
Fueron estas muestras de solidaridad
y, sobre todo, la desesperación
y la creciente confianza en su capacidad
de organización, lo que animó
a los presos a participar masivamente
en la protesta.
Suspendida, de momento
Además, diferentes medios de comunicación
se hicieron eco de la
huelga, lo que permitió difundir la
situación en las cárceles.
Presionado por la determinación
de los presos y por parte de la
opinión pública, el Gobierno decidió
aceptar algunas de las demandas
de los presos. Si se cumplen
las medidas anunciadas, unas
2.600 personas saldrán inmediatamente
en libertad y otras tantas serán
excarceladas hasta abril de
2009. Como muestra de solidaridad
con los reclusos que pueden
acceder a la libertad, el Comité de
Presos decidió suspender las protestas.
Sin embargo, sostienen que
la nueva ley no resuelve sus problemas
pero reconocen que se trata
de un primer paso fruto de su lucha.
Por eso, anuncian que seguirán
movilizándose para que se satisfagan
todas sus demandas.
Según sus palabras: “Con nuestra
lucha hemos reivindicado sobre
todo nuestra dignidad. Y ésta no se
la regalamos a ningún ministro, a
ningún carcelero. No vamos a
aceptar ningún abuso, ningún traslado
vengativo, ninguna pena disciplinaria.
Estamos de pie y seguiremos
de pie”.
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