Las llamadas amenazantes y mensajes de acoso a la activista Alicia Murillo activan una campaña en la web para visibilizar el derecho a denunciar el acoso hacia las mujeres.
Hay espacios de seguridad que se hacen evidentes en el momento en el que se ven violados, son esferas colectivas, redes, contención, comunidades que a veces son perforadas por la violencia extrema que se halla en su exterior. Cuando esto sucede pareciera que no cesa de entrar inmundicia, es como abrir una llave que contenía a duras penas toneladas de agresión.
Este es el caso de lo que ha sucedido esta semana con Alicia Murillo, feminista creativa y perspicaz de Sevilla que desde hace
unos meses realizaba un excelente proyecto contra el acoso callejero de nombre “el cazador cazado”. El proyecto no consistía en otra cosa que reaccionar ante el acoso (palabras, “piropos”, miradas lascivas, comentarios inadecuados) con tecnología de bolsillo básica (el teléfono móvil) y aclararle ante la cámara al acosador que lo que hacía no era ni cómodo, ni grato, ni mucho menos divertido.
Las respuestas que recibía Alicia eran variadas, delirantes y claro ejemplo de cómo este tipo de agresiones están totalmente naturalizadas en el espacio público de la calle, así como en muchos otros. Desde el tipo que simulaba el llanto contándole que era una víctima de las hemorroides y que su reacción le impedía llegar a la farmacia a buscar su preciado medicamento (sic), hasta el anciano que hacía análisis de moda a partir de su vestimenta, pasando por un grupo de abanderados de la CGT que amenazantes ante la evidencia de su error, más que disculparse con Alicia lo hacían con su pareja. La activista comentaba con mucha gracia lo observado ante su webcam y, a través de tecnologías completamente domésticas, publicaba el vídeo en su blog.
Táctica simple de resistencia y empoderamiento, un recurso de visibilización de la violencia anclada en el low-fi, una estrategia inteligente para organizar la rabia y poder además obtener un efecto viral de rendimiento político. Sus vídeos de factura simple pero contenido efectivo, funcionaban como signo indicial de una violencia cotidiana que sigue estando naturalizada.
El día 3 de septiembre Alicia comenzó a recibir llamadas telefónicas en las que se la insultaba y amenazaba. Advertencias intimidatorias en su canal de Youtube (del cual se han borrado todos los vídeos del proyecto “El cazador cazado” por “acoso, intimidación y amenaza”, lo cual no es sino al menos una contradicción), en su blog, en mensajes de Facebook, a través de Whatsapp, everywhere.
En las redes sociales (especialmente en Twitter a través del hashtag #TodxsConAliciaMurillo), se iniciaba una campaña contra la “FEMINAZI”, aludiendo a múltiples “soluciones” para lo que en teoría sería un “problema”: “lo que le hace falta es que le tapen la boca con una buena polla”, “y las cocinas sin limpiar, si se encostra la roña vais a tardar más. A fregar!”, “depílate las cejas!”, “Parece que te llega el WIFI a la cocina”, “LA CULPA POR VESTIR COMO PUTA”, “Era una mujer tan tonta, tan tonta que hasta las demás se dieron cuenta”, “has muerto ya???”, “No vaya a ser que un taxista te viole”, “Puta feminazi, ojalá la jodan bien”, “PUTA A FREGAR ASQUEROSA NO SIRVES PARA NADA”.
Bueno, no hace falta transcribirlos todos, pero más o menos este era el cariz de un grupo de personas que, manifestando un inusitado desespero, parecían obsesionarse con el aniquilamiento de la activista sevillana. Muchas de estas cuentas no tenían followers con lo cual parecían más provocaciones que otra cosa, sin embargo estaban dando cuenta de un malestar provocado por la enunciación pública de las agresiones cotidianas.
La verdad es que este tema ya está estudiado y tipificado como bien podemos ver en el artículo de Patricia Reguero, Trol machista: moretones virtuales. Según dicho artículo el
acosador virtual actúa siempre de manera anónima, cobarde y con una agresividad que tendría su correlato en la violencia física que se consigna en su estado extremo como muerte.
En el caso de Alicia, su proyecto y producción videográfica fue comentada en un foro de más de 600.000 usuarios llamado forocoches. Como este foro hay miles en el mundo entero, actúan bajo acciones emergentes de forma desorganizada, espontánea y exacerbada, tal como el machismo lo hace. En el fondo hay algo programático, tieso y anquilosado en estas situaciones: el patriarcado terrorista, el machismo extremo.
En el caso de Alicia Murillo opera doblemente el “fuera de campo”*: por un lado un “fuera de campo” que contiene lo omitido a partir de la relación “campo-contracampo” que en este caso serían todas las agresiones cotidianas que a pesar de que no las veamos representadas en muchos medios sabemos que existen; y por otro lado un “fuera de campo” que enuncia lo irrepresentable, que en este caso sería la capacidad de reacción de la persona agredida.
Los discursos institucionales en torno a la agresión a las mujeres traen consigo un mensaje implícito que se refiere a la victimización de las mismas. En ninguna campaña pública se incita a la autodefensa, ni a la reacción, ni a la capacidad de denunciar públicamente y por los propios medios lo que está sucediendo. En general se plantea tácitamente una suerte de “bloqueo” en el cual las mujeres víctimas de acoso y violencia quedarían a su merced paralizadas, silenciadas y aturdidas.
El proyecto de Alicia significa justamente lo contrario. Estaba dando cuenta de una capacidad de reacción y denuncia espontánea, sin titubeos, ante lo que de forma evidente resulta inadmisible. La capacidad de reacción visibilizada, puesta “dentro del campo” por Alicia Murillo, fue seguramente lo que generó este tipo de respuestas en la masa rabiosa de los los machistas de la web forocoches. Dentro de su lógica patriarcal ninguna mujer podría osar a reaccionar ni publicar este tipo de situaciones, y de hacerlo se volvería automáticamente blanco de descalificación y ataque en masa.
Es el caso de todas las personas que públicamente en sus webs o medios de expresión han manifestado apoyo a Alicia y su proyecto
(se puede revisar el post de Heroína de lo periférico o el apoyo de la revista Pikara que tuvo que optar por cerrar los comentarios ante la desmesurada cantidad de insultos recibidos). Un ataque que tras dos días se ha convertido derechamente en odio y acoso contra las feministas, desatando comentarios altamente fascistas, discriminatorios, y de una capacidad reflexiva nula.
La denuncia de la violencia cotidiana no es algo menor, este caso ha dado amplias muestras del carácter transgresor que implica.
El feminismo no debería caer en las típicas diferenciaciones jerárquicas de lo más o menos importante. En este contexto, cualquier ataque es inadmisible, y cualquier acción orientada a su denuncia y respuesta es válida.
El caso de Alicia Murillo da cuenta de un machismo endémico y transfronterizo, a ratos incluso pareciera que el concepto de globalización se hubiese inspirado en el patriarcado, como una suerte de mantra histórico o una performatividad social tácita y consensuada. Ante todas estas medidas que cotidianas y naturalizadas están en cada esquina, no se puede sino agradecer iniciativas como las de Alicia, darles difusión, exigir su posicionamiento dentro del campo de lo visible (y por lo tanto de lo existente) y buscar vías autónomas de ocupación del espacio “público” que viene a ser Internet. Más allá de un canal de Youtube no hay mucho que perder, porque el miedo ya se ha perdido todo.
*Fuera de campo es una terminología propia del lenguaje audiovisual que enuncia la información que no está contenida dentro de los marcos del encuadre cinematográfico.
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